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“Negrito vea, se me quemó todo, hermano, todo”: incendio calcinó 17 casas en Itagüí

El fuego en el asentamiento irregular del barrio San Francisco en Itagüí dejó 60 personas sin hogar y varios animales muertos.

  • Una de las damnificadas se lamenta de haber perdido las máquinas de su emprendimiento. FOTO: Jaime Pérez.
    Una de las damnificadas se lamenta de haber perdido las máquinas de su emprendimiento. FOTO: Jaime Pérez.
25 de agosto de 2023
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Entre la multitud que presenció el incendio que consumió un asentamiento en el barrio San Francisco de Itagüí resultaba fácil identificar a los dueños de las casas que quedaron reducidas a cenizas. Se distinguían por rebuscar con sus manos negras de tizne cualquier cosa que hubiese sobrevivido al fuego, incluyendo los retorcidos fierros de las que alguna vez fueron sus pertenencias.

“Hay que recuperar esta chatarra y venderla antes de que otros se la lleven”, comentó a modo de explicación no pedida un hombre de camisa blanca, casi prístina, que sobresalía en medio palos carbonizados. Otro de sus compañeros solo atinaba a decir, aún incrédulo: “Negrito, todo se quemó... ¡Todo, hermano!”.

Según Mariela Manco Vidales, su oración matutina no duró ni tres palabras, pues cerca de las 4:30 a.m. sintió cómo un chispazo, tal vez de energía, y terminó cayendo cerca de la casa de sus ancianos padres.

Luego de eso, las chispas se volvieron un fuego voraz que se alimentó de una chatarrería vecina y que en cuestión de minutos consumió 17 viviendas y dejó sin techo a 60 personas casi todas familiares, entre las que se repiten los apellidos Vidales, Manco, Londoño, Vargas y Zapata, las mismas que desde 2008 decidieron asentarse de forma irregular en un lote de la vecina cárcel de máxima seguridad de Itagüí. “En cinco minutos todo esto era candela”, contó Mariela.

Así quedó el interior de una de las 17 casas afectadas. Poco se pudo salvar de las llamas. FOTO: Jaime Pérez.
Así quedó el interior de una de las 17 casas afectadas. Poco se pudo salvar de las llamas. FOTO: Jaime Pérez.

Con sus manos algo cortadas por los latones que eran sus hogares, José Gildardo Vargas narró como de milagro salvó a sus suegros. “Yo estaba presintiendo que algo así podría pasar y por eso le dejé al rancho de mis suegros una ventana amplia. Justamente por ahí sacamos a los viejos, así como las pipetas de gas, porque usted sabe que donde las coja el fuego, eso es una bomba”, agregó.

A don Gildardo se le quiebra la voz al recordar que entre todo lo que perdió se hallaba una gran cantidad de bombas decorativas que pensaba vender en Navidad para tener una plata extra, un plante tasado en $3 millones. “También tenía unas bicicletas antiguas porque desde pequeño quise tenerlas así de bonitas, pero vea se me quemaron las dos”, comentó entre sollozos mientras una vecina lo animaba diciéndole que “Dios le va a multiplicar todo lo material”.

Don Gildardo Vargas evacúa las pipetas de gas de la zona incendiada. FOTO: Jaime Pérez.
Don Gildardo Vargas evacúa las pipetas de gas de la zona incendiada. FOTO: Jaime Pérez.

Ese mismo apoyo que le dieron a don Gildardo lo expresaron otros vecinos que llegaron a apoyar a los residentes de San Francisco y a sus familiares afectados. Poco a poco, hermanos, primos, amigos se acercaron para ver que podían hacer por los damnificados. Algunos llevaron viandas que ofrecieron a la vez que iban indagando sobre como podían ayudar. Otros llevaban algunas prendas para los que quedaron desarrapados.

“Pero venga, mi señora. ¿Esa camisa si le sirve? Yo creo que es de hombre”, inquirió una vecina. “Ah, señora, eso ya no importa”, comentó una damnificada.

“Si quiere llorar, llore tranquilo, no se quede con ese taco en la garganta”, le sugirió de forma dulce una mujer a un fornido hombre impactado tras haberlo perdido todo.

Entre el fuego que arrasó ayer el asentamiento de San Francisco también quedaron calcinados varios negocios. Aparte de la chatarrería, se cuentan un taller de confección con parte de una producción textil, una panadería y un taller de soldadura que quedaron reducidos a cenizas. Sus dueños, deambulaban desconsolados rescatando las pocas herramientas que pudieron salvar.

A estos se sumó la pesebrera y los galpones de don Eugenio Vélez, donde habitaban caballos, lechones, minipigs, gansos, gallinas, patos, piscos y perros. El olor a carne quemada daba cuenta del terror que tuvieron que vivir los animales.

“Nucita, el caballo, se me aporreó bregando a salirse, pero él es muy berraquito porque le abrió la puerta del corral a la yegua y al muleto y así se salvaron. Pero vea, se me murieron tres lechonas que estaba engordando para diciembre, una gansa, tres piscos y dos patos. Y Tata, la marrana grande, se me quemó por encima pero quedó viva. Toca ver si empieza a comer, porque sino habrá que sacrificarla”, se lamentó don Eugenio señalando a la otrora arisca cerda, que tras la emergencia se hallaba echada al fondo de la pesebrera gruñendo de vez en vez quejándose de sus heridas.

“Nucitas” y “Tata”, los animales de don Eugenio Vélez, también resultaron heridos por el incendio y estaban esperando atención médica veterinaria.
“Nucitas” y “Tata”, los animales de don Eugenio Vélez, también resultaron heridos por el incendio y estaban esperando atención médica veterinaria.

Vélez agregó que ya venía caminando al corral cuando fue alertado por un vecino del fuego. Cuando llegó vio como uno de los jóvenes que le colabora ya había alcanzado a sacar los animales. Varios vecinos decidieron darle albergue a los animales supervivientes. Además, de a poco han ido apareciendo otros que ante las llamas huyeron, como fue el caso del gatico “Negro” que volvió maullando al mismo punto donde quedaba su hogar.

Así quedó el asentamiento irregular del barrio San Francisco luego del incendio. FOTO: Cortesía.
Así quedó el asentamiento irregular del barrio San Francisco luego del incendio. FOTO: Cortesía.

Mientras las autoridades terminan el censo para brindar auxilios de arriendo a los damnificados por el incendio para su reubicación temporal, los vecinos de San Francisco están reuniendo ayudas de mercados, ropa y elementos de aseo para ayudar a los 60 afectados. Estas se estarán recibiendo en la unidad residencial Santa María del Sur, en la carrera 70 con calle 26 de Itagüí, diagonal al CAI.

Ante los humeantes restos de lo que era un pequeño barrio familiar, todavía arriman curiosos para enterarse de la tragedia. Uno de ellos, ataviado de unos audífonos, al ver la magnitud de la emergencia, solo atinó a cantar la estrofa de la canción que tal vez iba sonando en sus auriculares: “¡Vive la vida, mira que se va y no vuelve!”.

Cristian Álvarez Balbín

Periodista de la Universidad de Antioquia. Al igual que Joe Sacco, yo también entiendo el periodismo como el primer escalón de la historia.

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