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¡Milagro! Gabo salió de la UCI y se graduó de bachiller

El joven, que fue atropellado en la noche de disfraces en Las Palmas por una moto de alto cilindraje, está en casa y avanza en su recuperación.

  • Tras recibir su diploma de parte de una de sus profesoras (derecha), Juan Gabriel se tomó fotos con su madre y su padre (izquierda) y luego compartió con las familias de ambos. FOTOs cortesía
    Tras recibir su diploma de parte de una de sus profesoras (derecha), Juan Gabriel se tomó fotos con su madre y su padre (izquierda) y luego compartió con las familias de ambos.
    FOTOs
    cortesía
  • ¡Milagro! Gabo salió de la UCI y se graduó de bachiller
  • ¡Milagro! Gabo salió de la UCI y se graduó de bachiller
¡Milagro! Gabo salió de la UCI y se graduó de bachiller
06 de diciembre de 2022
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A Juan Gabriel Taborda Villa, el joven estudiante de 18 años que fue arrollado por una moto en la noche de disfraces en la avenida Las Palmas y que estuvo en coma por varias semanas en la Clínica Soma, se le acaba de cumplir el primero de sus grandes sueños: graduarse como bachiller.

El acto tuvo lugar el pasado 29 de noviembre en la Institución Educativa Santa Rosa de Lima (barrio La Floresta), donde cursó sus estudios y los pudo culminar de manera exitosa pese a la gravedad del accidente y a que por varios días no asistió a clases por estar en el hospital.

Según relató su madre, Dora Luz Villa, en declaraciones a EL COLOMBIANO en los momentos en los que su hijo aún estaba en la UCI, el sueño de Juan Gabriel era “graduarse de bachiller y entrar a la universidad a estudiar idiomas, porque quiere ser traductor de inglés y francés, o ingeniero electrónico”.

Ella, con la angustia a cuestas por la gravedad de la salud de su hijo, expresó que tenía fe en que este hecho se iba a cumplir a pesar de la incertidumbre que dejaban los partes médicos. Estos indicaban que debido a los golpes que él recibió en la cabeza y a que duró varios días inconsciente, Juan Gabriel podía quedar con secuelas a nivel neurológico. El ocho de noviembre, ante la urgencia de operarle una pierna cuyos huesos quedaron partidos y con astillas, los médicos tuvieron que despertarlo para poder hacerle la intervención. Los neurocirujanos no aseguraban nada acerca de cómo iba a reaccionar.

“Cuando abrió los ojos, el papá y yo estábamos ahí y él le preguntó a la enfermera que si él era el papá y yo la mamá, y eso fue un buen signo para mí, pero luego empezó a hablar incoherencias”, relató Dora Luz. Su hijo no reconocía a algunas personas y hablaba cosas sin sentido, Y quedaron más dudas que certezas.

Sin embargo pasaron los días y el joven superó la crisis. Salió del hospital y regresó a casa, donde se alistó para el gran momento de su vida: recibir el diploma como lo había esperado durante todo el año.

Aplausos y emociones

En el seguimiento que EL COLOMBIANO le ha hecho este caso no solo nos enteramos de que Juan Gabriel (Gabo como lo llaman sus amigos) se graduó sino que obtuvimos algunas fotos y videos de ese momento. En los mismos se le ve andando solo y apoyado en un caminador. Hay aplausos de compañeros y profesores y un auditorio emotivo con su ingreso a la tarima, pues allí conocían el drama que sufrió y el grave peligro que corrió su vida por el accidente.

“Los compañeros estaban emocionados al verlo, él fue la sensación de la ceremonia. Lo felicitaron por ser un guerrero, se sintió le emoción en todo el colegio”, relató Dora.

Expresó que para ella fue inolvidable, pues temía que este anhelo de su hijo se viera frustrado por el accidente, al cual tampoco se refirió porque ahora tiene sus energías concentradas en la recuperación, que puede ser tardía y que no pinta tan fácil como se supondría tras haber salido de la clínica y estar ya en su casa, en el barrio Robledo.

Pronóstico complicado

Según contó esta madre, que pasó con su hijo en el hospital prácticamente cada día y cada noche, el ortopedista le pronosticó que la recuperación de la pierna operada tardará más o menos un año, pues fue en ella que Juan Gabriel recibió el primer golpe cuando fue impactado por la moto.

Recordemos que él estaba en el separador de la vía cuando la moto, una Z 1.000 de alto cilindraje y que iba a alta velocidad, se le vino encima cuando la conductora perdió el control. Como tras ser arrollado Juan Gabriel cayó sobre la capota de un vehículo, también recibió golpes en su cabeza que le originaron el estado de coma y la reclusión en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) de la Soma.

“En este tema hay muchas dificultades, porque él todavía no recuerda muchas cosas, si bien reconoce a las personas, no recuerda el accidente, a veces hace cosas y luego se le olvidan. En los grados estuvo feliz, pero ya lo olvidó”.

Por esta situación ella siente que su hijo requiere ayuda profesional con urgencia, un proceso que se ha complicado debido a que apenas este fin de semana le autorizaron las citas con neurocirujano y siquiatra, pero la asignación de las mismas no se ha logrado para iniciar el tratamiento.

“Mi hijo aún no está apto para empezar la universidad, porque no se expresa bien, no reconoce bien a todas las personas y los tratamientos para su recuperación están muy demorados”, advirtió Dora.

Esto significa que su proceso educativo, su intención de estudiar en la universidad, por ahora quedará aplazado dada la incertidumbre sobre su salud y recuperación plenas.

Pero no es la primera vez que hechos importantes en la vida de Juan Gabriel se aplazan. Dora recordó que al nacer, a él debieron separarlo de ella porque llegó al mundo con problemas respiratorios y lo trasladaron a otra clínica.

Ella, por su parte, tuvo un parto complicado y tuvieron que dejarla hospitalizada cinco días. Al salir, lo primero que hizo fue irse a la clínica infantil del Concejo, donde estaba su bebé, para poder cargarlo y abrazarlo como no había podido hacerlo el día de su nacimiento (1° de marzo de 2004).

“En ese momento, cuando nació, solo le alcancé a ver una piernita antes de que se lo llevaran. Fue la imagen que se me quedó”.

Dora no sabe si fue la misma pierna que 18 años después iba a recibir la carga de los 221 kilos que pesa una moto Z 1.000 y que tiene en vilo la integridad de su hijo. Tampoco se lo pregunta. Solo espera que su “guerrero” supere el difícil momento y puedan seguir felices su aventura por la vida, como era antes de la noche de disfraces, porque la vida es de verdad, sin máscaras ni atuendos falsos, aunque esté llena de dificultades n

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