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La cuadra que desapareció y dio paso a un museo a cielo abierto

Antes de convertirse en la Plaza Botero, el comercio reinaba en las orillas del nuevo metro.

  • Actualmente la Plaza Botero tiene 23 esculturas, que se exhiben en frente de su sede y el Palacio de la Cultura. FOTO JUAN ANTONIO SÁNCHEZ
    Actualmente la Plaza Botero tiene 23 esculturas, que se exhiben en frente de su sede y el Palacio de la Cultura. FOTO JUAN ANTONIO SÁNCHEZ
  • El centro comercial Luna Park y un edificio administrativo del Metro ocupaban el espacio de la plaza actual. FOTO manuel saldarriaga 2000
    El centro comercial Luna Park y un edificio administrativo del Metro ocupaban el espacio de la plaza actual. FOTO manuel saldarriaga 2000
La cuadra que desapareció y dio paso a un museo a cielo abierto
28 de septiembre de 2019
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Las 23 esculturas de gruesa silueta, equivalente a la firma de su autor, que están distribuidas hoy en los más de 7.000 metros cuadrados de área que tiene la Plaza Botero representan el renacer del Museo de Antioquia.

Sin embargo, para establecer la actual plaza que redimensionó la institución cultural fue necesario derribar una manzana de edificios que se encontraban en medio del museo y el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe.

En la década de 1990, antes de que comenzara la obra que le abriría paso a la plaza, el lugar seguía las dinámicas comerciales del atribulado centro de Medellín, por lo que reunía en un solo edificio los más variopintos locales.

Así, el centro comercial Luna Park, que había sido establecido una década antes y se situaba en la esquina de la avenida De Greiff con Carabobo (calle 53), frente a la actual fachada del Museo de Antioquia, albergaba en sus cuatro niveles desde billares y cafeterías hasta sastrerías y peluquerías.

“Lo que había allí era una extensión de lo que se conoció como la ‘guayaquilización’ del Centro, por lo que era un lugar poblado de billares y remataderos combinados con edificaciones verdaderamente emblemáticas, como el Palacio de la Cultura”, explica el historiador y docente de la UPB Iván Darío López.

Aún con esto, no fue menor el reto al que se enfrentó la dirección del Museo de Antioquia para convencer a las autoridades locales de dar el paso que le abriera el lugar a la más importante de sus salas de exposiciones.

Una promesa cumplida

Pilar Velilla, quien actualmente se desempeña como gerente del Centro, llegó a la dirección del Museo de Antioquia en 1997. Su tarea desde el primer día fue repotenciar la institución, en ese entonces al borde de la bancarrota.

Sin pensárselo dos veces, contactó al artista Fernando Botero, quien en ese entonces residía en París, y le planteó la propuesta que trasladaría al museo a su actual sede, y a la postre le daría su lugar a la plaza que hoy lo complementa.

“Yo le dije al maestro que el museo iba a crecer, y él me contestó que si ampliábamos la sede él donaría tres salas: una de pintura, una de dibujo y una de esculturas, además de un millón de dólares para la ampliación”.

Consciente de que la propuesta tendría mayor resonancia en la voz de Botero que en la suya, Velilla le pidió al artista que le enviara por escrito lo que le había dicho, y cinco minutos más tarde el fax de su oficina, que estaba junto a dos mastodónticos computadores, expulsó la nota de puño y letra de Fernando Botero.

Pilar presentó la misiva al gobernador y alcalde de ese entonces, Álvaro Uribe y Sergio Naranjo, y ambos le dijeron que tenían la disposición de apoyar el proyecto, pero les era imposible disponer los recursos necesarios a escasos meses de culminar sus mandatos.

Sin embargo, Juan Gómez Martínez, en ese entonces candidato a la alcaldía de Medellín, y quien resultaría electo, incluyó el proyecto de expansión del museo en su plan de gobierno, y al posesionarse dio vía libre a la propuesta de Botero.

La nueva casa

Con el inicio del mandato de Gómez Martínez (1998 a 2000), se dispuso que el Museo de Antioquia dejara su antigua sede, situada al lado de la Iglesia Veracruz, para trasladarse a su ubicación actual, que antaño albergara la sede administrativa de la alcaldía.

Ante esta disposición, Botero cumplió su promesa, e hizo la donación de las mencionadas salas en 1999. Sin embargo, el nuevo hogar del museo motivó a Pilar a proponer un proyecto aún más ambicioso: demoler las edificaciones que se erigían entre su nueva sede y el recién inaugurado metro para hacer una plaza que sirviera de antesala al museo.

Con eso en mente hizo una nueva llamada a Botero, sin saber que ese sería el detonante de una transformación inusitada. “Yo le comenté que íbamos a demoler la manzana, pero siendo una idea, no un hecho, y él me dijo: ‘si ustedes lo hacen, yo dono unas esculturas’”, recuerda.

Al llegar la idea a oídos de Gómez Martínez, se materializó en el Proyecto de Intervención Urbana del Sector de La Veracruz, que inició con la compra de los predios a explanar de parte de la alcaldía, y una recolección de obras dispersas en Europa por parte del artista para repatriarlas.

Así, en marzo de 2000 se realizó la demolición del centro comercial y billares Luna Park, además de un edificio administrativo del metro de Medellín que nunca llegó a ser usado, y se hicieron las adecuaciones urbanísticas de la plaza que recibió por primer nombre el de Ciudad Botero.

A la llegada de las 23 obras a su nuevo hogar en una noche lluviosa de julio de 2000, Botero sentenció: “Rompan esas cajas que esas esculturas ya no volverán a salir de aquí”. 19 años después, allí se mantienen como un foco de la cultura en el Centro ..

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