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Prado tendrá primer parque de material reciclable en Medellín

El icónico barrio se convertirá en referente de construcción sostenible con un espacio público reciclado.

  • El parque tiene un mirador en el que se puede divisar la parte occidental de la ciudad. Prado está cerca del parque Bolívar, pero incomunicado con él. FOTOs Jaime pérez
    El parque tiene un mirador en el que se puede divisar la parte occidental de la ciudad. Prado está cerca del parque Bolívar, pero incomunicado con él. FOTOs Jaime pérez
  • Así se veía Prado Centro en 1990. FOTO Jaimar, Archivo El Colombiano
    Así se veía Prado Centro en 1990. FOTO Jaimar, Archivo El Colombiano
15 de enero de 2021
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Los ladrillos triturados, que crujen bajo el zapato, cuentan una historia. Susurran al caminante que algún día fueron parte de una casa que ya no existe; que hace décadas, cuando Medellín era otra, formaron la morada de una familia. Unos azulejos desteñidos, pero todavía dignos, recuerdan que en tiempos pretéritos hicieron parte de un baño. Todos esos materiales viejos, desgastados, narran la historia del parque de Prado, el primero en la ciudad en ser construido con materiales reciclados.

El proyecto no es nuevo. Su planeación data de hace diez años, cuando comenzó a planearse. En ese momento se consideró que el único barrio patrimonial que tiene Medellín debía tener un parque para el esparcimiento de sus habitantes. Reinaldo Spitaletta, habitante e investigador de ese vecindario, recuerda que Prado se quedó sin uno desde los 70, cuando construyeron la Avenida Oriental.

“En ese momento se cortó la conexión con el Parque Bolívar. Esa fue una de las causas de la decadencia del sector. Desde eso el barrio no tiene un parque”, precisa.

Pero ahora, después de varios años entre líos para comprar los predios y algunos ajustes presupuestales, Prado está a punto de estrenar un parque nuevo. O no tan nuevo. “En el lugar utilizamos 4.000 metros de material reciclado, provenientes de las casas que compramos en el sector. Hicimos algunas demoliciones y con los ladrillos, por ejemplo, se construyeron bancas. Las fachadas de las casas las dejamos para que cuenten la historia del lugar, de lo que era y en lo que se convirtió”, expone Jorge Armando Alarcón, subgerente de proyectos de la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU), de la Alcaldía de Medellín.

Caminando por el parque, el arquitecto Sebastián Mejía, uno de los que estuvo al frente de su diseño, comenta que las fachadas de las casas se dejaron para dar la impresión al caminante de que, al entrar al parque, lo recibe una morada.

“Además de las casas, acá había un parqueadero. Las estructuras de este se conservaron y sobre ellas se ubicaron las plataformas que ahora son los miradores. Con los ladrillos de las casas se hizo el triturado del piso; con las tejas, el muro de contención”, dice el arquitecto.

La entrada de las viejas moradas queda por Palacé. Mejía explica, mientras pasa debajo de un dintel, que el parque tiene varias zonas. Una de ellas, por ese lado de Palacé, asemeja la sala de una casa. Las bancas allí construidas, que fueron formadas con los residuos sobrantes del desmonte de las viviendas, sirven para que los futuros peregrinos tengan una cálida conversación como en casa.

“Es un espacio de charla para pocas personas. En el centro del parque, en cambio, hay un espacio amplio en el que se podrá congregar la comunidad, hacer conciertos, eventos culturales”, precisa el arquitecto.

Alarcón, el subdirector de la EDU, complementa con varias cifras. En total se intervinieron 5.000 metros cuadrados, la inversión fue de $6.700 millones y se crearon 3.500 metros cuadrados de zonas verdes. Además, para cumplir un propósito ambiental, se plantaron 206 árboles de especies nativas: cascos de vaca, algarrobos, guayacanes amarillos y ébanos, entre otros.

“El beneficio ambiental también se nota en el tema de desagües. Lo normal es que las aguas lluvias bajen por las alcantarillas y lleguen al río, lo que genera crecientes y problemas aguas abajo. Acá, por el contrario, el agua va a los jardines y es absorbida por la tierra”, explica el arquitecto.

Un alivio para Prado

El parque reciclado cortará en febrero, cuando sea inaugurado, una sequía de más de 40 años sin un espacio de esparcimiento para los habitantes de Prado. Daniel Miranda, miembro del colectivo cultural Plazarte, que fomenta las expresiones artísticas en el sector, considera que el nuevo espacio será “un alivio”. Comenta: “Celebramos este proyecto. Además de Prado, nos unirá con Lovaina. Nos soñamos haciendo espectáculos de teatro o de música allí”.

Sin embargo, pone un pero a la construcción del parque. Dice que ni los colectivos artísticos, ni la comunidad en general, fueron tenidos en cuenta para los diseños. “No hubo una vinculación del sector cultural. Nos hubiera gustado participar, que nos tuvieran en cuenta. No tuvimos voz como comunidad. Habríamos querido aportar con arte”, recalca Miranda.

Spitaletta, habitante e investigador del barrio, recuerda que Prado fue construido en la década del 20. Allí llegaron dos norteamericanos, Roberto y Karl Parrisch. Eran hermanos y, entre otras cosas, a ellos se les debe la construcción del puerto de Barranquilla sobre Bocas de Ceniza. Fueron quienes tuvieron la intención de crear un barrio en Medellín para la clase media-alta, a la altura de los grandes vecindarios de Europa o los nacientes suburbios de Norteamérica.

En esa década, y hasta la del 40, Prado vivió su auge: casas de columnas barrocas y mansiones suntuosas se edificaron sobre sus suelos. Nadie, en ese momento, pudo barruntar que ese mismo barrio, décadas después, entraría en decadencia y luego en agonía.

“En los 60, los hijos de los dueños de las casas comenzaron a irse. Quedaron esas casonas muy grandes para los viejos. A eso se sumó la construcción de la Oriental y la falta de comunicación con el centro. El barrio fue decayendo hasta hoy, que está olvidado. Es patrimonio cultural, pero me parece una figura demagógica, pues en la práctica sigue decaído. Por eso el parque será esencial para devolverle el juego al barrio, el elemento lúdico”, dice Spitaletta.

Apuesta por sostenibilidad

El parque de Prado no es la única construcción de la ciudad que se rige bajo los lineamientos de la construcción sostenible. De hecho, el Área Metropolitana tiene una política pública de construcción de este tipo desde 2015. Entre otras cosas, en ella se definió cómo desarrollar estos proyectos, es decir, reduciendo el desperdicio de residuos (escombros), utilizando menos agua, apelando a materiales que permitan bajar temperaturas y con ello el uso de energía.

Sara Salamanca, ingeniera ambiental del Área Metropolitana, explica que esa entidad ha acompañado la construcción de cinco proyectos sostenibles, entre ellos de vivienda de interés social y oficinas públicas. “La política de construcción sostenible del Valle de Aburrá trasciende la escala de la edificación, influenciando también el desarrollo de espacio público, así como la planeación urbana. Así mismo, está política resulta fundamental en el desarrollo del concepto de ciudad inteligente, que es el enfoque principal del plan de gestión de la entidad 2020 – 2023. Una ciudad inteligente es sostenible, inclusiva, genera riqueza y está hecha para los ciudadanos”, precisa la funcionaria.

El gobierno nacional ha establecido beneficios tributarios para los constructores adopten prácticas sostenibles, como la reducción del IVA y del Impuesto a la Renta. En el país hay 225 construcciones certificadas con diferentes sellos de sostenibilidad, según el Amva. Sin embargo, Salamanca recalca que no es fácil hacerle seguimiento a estos proyectos y la información que se tiene de ellos es escasa.

José Fernando Villegas, presidente de la seccional Antioquia de la Cámara Colombiana de la Infraestructura, comenta que quien no piense en construcciones sostenibles está fuera de lugar. Y añade: “La sostenibilidad ambiental debe pensarse desde los planos. Si es un edificio, por ejemplo, tiene que considerarse cómo pasan los vientos por él y en qué dirección. Solo con eso se garantiza la circulación de aire y un menor uso de energía para aires acondicionados”.

Esa idea de la planeación es secundada por Ana María Zambrano, directora del Consejo Colombiano de Construcción Sostenible. “Lo importante en estos proyectos es que se articulen todas las partes. Es decir, la planeación, la ejecución y el mantenimiento. Hay que vincular a todos, desde los inversionistas hasta los constructores”, señala Zambrano.

La experta agrega que la construcción sostenible depende de varios factores. Uno de ellos, quizás el más importante, es la circularidad. Es decir, reutilizar los residuos, reducir el uso de agua, escoger los materiales adecuados y los que necesiten menor mantenimiento. “Todo, al final, se traduce en calidad de vida para el usuario final. Se puede tener un proyecto carbono neutro. La idea es que sea cero. Pero, para lograr eso, debe evitarse llevar escombros en volquetas, sensibilizar a los usuarios finales, convencer a toda la cadena productiva”, afirma Zambrano.

En cuanto al Valle de Aburrá, considera que la política pública es un “ejemplo para el país”. Sin embargo, cree que aún falta para su plena ejecución: “Algunos municipios han sido muy tímidos para su aplicación. Hace falta, además, que esté más en el ADN de los constructores, que sea algo natural de su labor”, finaliza Zambrano.

Por ahora, el ladrillo triturado y las fachadas de las viejas casas de Prado esperan a que los visitantes lleguen. Una vez eso pase, tendrán una segunda oportunidad sobre la Tierra

Infográfico
6.700
millones de pesos fue la inversión que se hizo para la construcción del parque.
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