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Dos familias de Envigado abrieron las ventanas para compartir el pesebre con los vecinos

Adaptaron las casas para mostrar sus obras, que representan un legado y los mejores recuerdos de infancia.

  • Arriba, el pesebre de Silvia Espinosa; abajo, el de la casa del padre Juan Pablo García. Ambos son apreciados por todos los que pasan frente a sus casas. FOTOS Manuel Saldarriaga
    Arriba, el pesebre de Silvia Espinosa; abajo, el de la casa del padre Juan Pablo García. Ambos son apreciados por todos los que pasan frente a sus casas. FOTOS Manuel Saldarriaga
  • Este año es la primera vez que el padre Juan Pablo García expone el pesebre para los vecinos del barrio La Magnolia. FOTO Manuel Saldarriaga
    Este año es la primera vez que el padre Juan Pablo García expone el pesebre para los vecinos del barrio La Magnolia. FOTO Manuel Saldarriaga
  • Dos familias de Envigado abrieron las ventanas para compartir el pesebre con los vecinos
  • El pesebre de Silvia Espinosa y su hermana, en el barrio San Marcos, se ha exhibido a través de la ventana hace varios años. FOTO Manuel Saldarriaga
    El pesebre de Silvia Espinosa y su hermana, en el barrio San Marcos, se ha exhibido a través de la ventana hace varios años. FOTO Manuel Saldarriaga
17 de diciembre de 2023
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Quién no tiene en su memoria algún recuerdo de pesebres. El grande en la sala de la abuela que congrega en las noches de novena; o el típico antioqueño de ovejas y pastores parados sobre el verde papel encerado y patos encima de un espejo; o el diminuto con el nacimiento del niño Jesús dispuesto en una botella o una cáscara de huevo; o el más elaborado, con personajes móviles y fuentes de agua.

La tradición de hacer el pesebre se ha transformado a lo largo de sus 800 años de historia, desde que Francisco de Asís hizo su primera representación en vivo. Hoy, algunos la han olvidado, otros no le gastan tiempo, pero en muchos hogares sigue siendo imprescindible y es un legado que evoca la nostalgia, la contemplación y la creatividad.

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Juan Pablo García y Silvia Espinosa saben bien cómo mantener vigente la tradición y se sienten orgullosos de que trascienda las paredes del hogar. Quienes pasan por sus casas pueden apreciar verdaderas obras de arte. Aprovecharon que viven en primeros niveles y adaptaron el espacio donde está la ventana que da a la calle para montar sus creaciones.

“Es para toda la comunidad”

Juan Pablo vive con su hermana en el barrio La Magnolia, de Envigado. Es sacerdote en la parroquia de San Marcos, es joven, se ordenó hace dos años, y los pesebres lo apasionan.

Dentro de la casa tiene varios, de distintos tamaños, en el piso, en las paredes, en las mesas. En el patio está tal vez el más importante y emotivo, la réplica del tradicional pesebre antioqueño, que le recuerda la casa de los abuelos, donde se reunían para recrear el nacimiento de Jesús: musgo, bombillos que se recalentaban, olor a papel encerado, todo le recuerda una infancia feliz, un mes preferido y el origen del amor por los pesebres, que convirtió en un hobby.

Este año es la primera vez que el padre Juan Pablo García expone el pesebre para los vecinos del barrio La Magnolia. FOTO Manuel Saldarriaga
Este año es la primera vez que el padre Juan Pablo García expone el pesebre para los vecinos del barrio La Magnolia. FOTO Manuel Saldarriaga

Pero el pesebre más imponente y admirado de su casa, y el de más esfuerzo, está, por primera vez, expuesto a la mirada de todos los que pasen por su fachada. Pocos se resisten a parar un momento para apreciar su obra, en la que este año le ayudaron tres amigos.

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Tardaron dos días, con trasnocho incluido, en adecuar el estudio del padre y hacer el montaje. El pesebre ocupa el área total del espacio, solo se puede ver desde afuera, a través de la ventana; desde adentro, es imposible. El 26 de noviembre ya estaba listo.

Dos familias de Envigado abrieron las ventanas para compartir el pesebre con los vecinos

No había un plan de diseño. Simplemente, se dejaron llevar por el ritmo del montaje: dónde debe estar el camello y dónde el elefante, por qué allí no funciona ese pastor y dónde debe estar la familia protagonista, todas, figuras que ha ido consiguiendo a través de los años. Para él, poder contemplar el pesebre es un aliento, un consuelo para la comunidad, en medio de los afanes y temores de todo el año.

“Quisimos compartir la belleza y la catequesis, porque un pesebre es una catequesis, no solamente para los de la familia o los más allegados, sino para toda la comunidad. A los que amamos el pesebre desde pequeños nos tuvieron que enseñar o tuvimos que ver o nos tuvieron que mostrar todos los pequeños detalles de este tiempo tan especial de la Navidad”, dice.

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“Es el legado de mi madre”

A unos 15 minutos de la casa del sacerdote, en el sector Cervantes, de San Marcos, vive Silvia Espinosa con una de las dos hermanas que le quedan vivas. Lleva varios diciembres exhibiendo su pesebre a través de la ventana. Y muchos más preservando el legado de su madre, quien murió hace 18 años. Ella les enseñó a disfrutar la Navidad y a compartir esa alegría; por eso, no hacen el pesebre a puerta cerrada.

El pesebre de Silvia Espinosa y su hermana, en el barrio San Marcos, se ha exhibido a través de la ventana hace varios años. FOTO Manuel Saldarriaga
El pesebre de Silvia Espinosa y su hermana, en el barrio San Marcos, se ha exhibido a través de la ventana hace varios años. FOTO Manuel Saldarriaga

Silvia y sus cuatro hermanos nacieron en Fredonia, Suroeste antioqueño. El recuerdo navideño de la infancia es de acordeones, luces, guitarras, novenas, cantos, natilla y buñuelos. La tradición no murió al trasladarse a Envigado, se fortaleció. Tenían una verdadera fiesta alrededor del pesebre, todos los años hacían la novena con los vecinos, repartían mecato, natilla y regalos.

Pero desde hace algunos años no hacen la novena así porque ya no hay tantos niños en el sector. Por eso, comparten su alegría a través del vidrio, este año desde finales de noviembre.

“Nos gusta mucho la Navidad. Y mi mamá, oiga, mi mamá se levantaba, hacíamos natilla, otras veces se sentaba a contemplar el pesebre o a rezarle todo el día”, rememora Silvia, profesora pensionada hace 15 años y que trabajó 38 en el Liceo Marceliano Vélez, a pocas cuadras de su casa.

Asegura que no hay posibilidad de que ella y sus hermanas dejen perder la tradición del pesebre. Cada año una de ellas compra alguna cosita nueva para agregarle. Los sobrinos les llevan pesebritos de todo viaje que hacen. Este año, se reúnen a hacer la novena, en la sala, con la familia y amigos, para honrar la herencia de su madre.

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