El mensaje de los barboseños es claro: con la fe de los pueblos no se juega y menos con su patrimonio. El tema tiene que ver con la supuesta intención del párroco de San Antonio de Padua de retirar un Cristo que fue ubicado desde 1947 en el barrio El Progreso y cuyo destino sería el cementerio de la localidad debido a que el punto donde está habría dejado de ser un espacio de peregrinación y oración para convertirse en sitio reunión de drogadictos y mujeres dedicadas a la prostitución y porque, además, le genera impuestos al templo.
Lo curioso de la situación es que quienes defienden que el altar permanezca allí son los más veteranos de la comunidad, que pasan de los 70 años y que sienten que la presencia de dichas personas allí no debería ser motivo para llevarse la imagen religiosa sino todo lo contrario: mantenerla para contrarrestar las energías “negativas” de los nuevos visitantes, como precisamente se pensó hace 75 años, cuando llegó la escultura.
Una voz muy “poderosa” en este conflicto es la de Luzmila Rojo, nacida en 1948 y con casi la misma edad del Cristo: “Lo donó la familia de Elena y Bernardo Jaramillo y el terreno para instalarlo lo dieron doña Marcelita y Justo Vanegas, como un regalo para la comunidad, porque el padre de la época le echó una maldición al barrio de que nos iba a caer una borrasca y se iba a llevar todo, y dicho y hecho, así ocurrió y gracias a Dios no nos pasó nada”, recuerda esta señora, nacida y criada en el lugar.
El sacerdote al que alude es el padre Arias, de quien nadie recuerda el apellido pero todos coinciden en que gracias a él la imagen quedó bien instalada y protegida y con la misión de generar buenas energías y proteger a los habitantes del sector.
La tercera palabra
Hay que decir que el Cristo de la discordia de Barbosa es más bien una trilogía: están Jesús crucificado, su madre María y el apóstol San Juan. Representa la tercera palabra del hijo de Dios antes de morir: “madre he ahí a tu hijo, hijo he ahí a tu madre”, que significa que “el Señor nos entregó a la Virgen como madre de la humanidad para todos”, afirma Odilia Muñetón, una señora de 69 años y de las más firmes en la posición de que el altar siga allí.
El tema ha generado tal conflicto, que Juan Camilo Tobón, líder social, por apoyar a la comunidad en su lucha, denunció haber recibido amenazas de muerte de parte de un vecino que está a favor de que la imagen se traslade.