Desde la Calle del Medio, y ante un intenso sol y 34 grados de temperatura, se ven las montañas, hacia el oriente y occidente. Allí, donde a la neblina le cuesta horas descubrir los cerros, día a día miles de campesinos santafereños cultivan y recogen el café.
No se ven tanto como en años pasados, pero aún hoy los arrieros y las mulas con bultos a cuestas contrastan con los carros de alta gama que transitan por las calles adoquinadas del que es considerado el centro histórico más grande de un municipio en Antioquia.
Entre semana bajan de las veredas a la plaza principal del pueblo para comercializar sus productos agrícolas, hacen estación en la Miscelánea Central o en el restaurante Pielroja y se toman un tinto o un aguardiente antes de regresar a sus fincas. Ellos representan el 60 por ciento de la economía de Santa Fe de Antioquia.
La Ciudad Madre aún vive de lo que produce la tierra. Además del café hay fríjol, maíz y frutos como el tamarindo. José Rosso, secretario de Planeación de Santa Fe de Antioquia, acepta que esa vocación pierde fuerza ha medida que el turismo gana terreno.
“Nuestro foco productivo es el desarrollo del agro, pero el 40 por ciento de la población vive del turismo y el comercio”, dice.
Y aunque la proporción de la vocación aún es pareja, los seis corregimientos y las 38 veredas del municipio han sufrido el impacto de la dinámica turística y el furor minero en localidades vecinas como Buriticá.
Actualmente, en Santa Fe de Antioquia, la Cámara de Comercio tiene 859 establecimientos registrados, 282 más que hace cuatro años.
De ese total de negocios, el 75 por ciento, unos 644, son almacenes, hoteles y restaurantes; el resto se divide entre industria y el agro. En el municipio hay 30,3 empresas por cada mil habitantes.