“Mi padre y yo lo plantamos/ en el límite del patio / donde termina la casa. Fue mi padre quien lo trajo / yo tendría cinco años / y él / él apenas una rama. Al llegar la primavera / abonamos bien la tierra / y lo cubrimos de agua. Con trocitos de madera / hicimos una barrera / para que no se dañara. Mi árbol brotó / mi infancia pasó / y bajo su sombra / que tanto creció / tenemos recuerdos / mi árbol y yo”, canta el argentino Alberto Cortez, pero lo hace para EL COLOMBIANO Roberto Elías Vásquez Camargo, quien sembró con su padre y sus cuatro hermanos un níspero traído de San Jacinto (Bolívar), hace 60 años como una forma de tener en Medellín un pedazo de su terruño.
“Cuando mi papá trajo la semilla, yo le decía que esta no era tierra de nísperos, que cómo iba a pegar un árbol de esos aquí si el clima no es apto, y él con su inmensa sabiduría me dijo: ‘Porque lo haremos con amor, con gusto y con atención y con amor todo da fruto’”, recuerda Roberto. Su padre, Roberto Miguel Vásquez Lozano, tenía razón, esa semilla que trajo de su tierra prosperó.
El patriarca quería que sus hijos, y nietos y de ahí en adelante todo su linaje, recordara siempre el lugar del cual venían, anclado en los Montes de María, entre la belleza tropical, el bullicio costeño, el calor y la sombra eterna de un níspero. Que tomaran jugo de su fruto en las tardes calurosas y que vieran en sus ramas crecer familias de pájaros que se abrieran paso en la selva de cemento en que se iba convirtiendo esta ciudad montañosa, ruidosa, tan distinta.
Ese árbol que fue testigo del crecimiento de la familia Vásquez Camargo, también lo ha sido del desarrollo de la capital antioqueña y vio cómo las edificaciones contiguas fueron tomando altura, cómo los carros de pasaban por la calle Colombia se fueron modernizando y cómo fueron creciendo los niños que una tarde lo sembraron.
Con 14 metros de altura y 13 toneladas de peso ha dado oxígeno y fruto todos los días del año durante las últimas décadas, sin importar estaciones ni tiempos de cosecha establecidos por el calendario agrícola. Pero ahora debe dar paso a una de las megaobras que prometen un mejor futuro para la ciudad. Ya no hay espacio para él en el andén en que creció.
Y es que el níspero está ubicado justamente en las inmediaciones del intercambio vial de la avenida 80 con la calle Colombia, necesario para que por allí pueda transitar el futuro metro de la 80.
Por eso Roberto, hoy un adulto mayor, se siente tan nostálgico. La obra le hizo perder la casa en la que creció, porque tuvo que ser demolida, y ahora su amigo de tantos años será removido, convirtiéndose en el último árbol patrimonial que será trasplantado en Medellín.
Así se salvó de la tala
Cuando llegaron de la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU) a desarrollar el proyecto hicieron un inventario forestal para determinar cuáles árboles debían ser talados y cuáles trasplantados, así como cuáles viviendas debían ser compradas y demolidas para la construcción.
Inicialmente el níspero estaba en los planes de tala, al igual que otros 84 árboles de la zona, sin embargo, cuando don Roberto acudió a los funcionarios preocupado por el árbol de su familia, la administración entendió su importancia patrimonial.
“Mi compañera, Julia Pertuz, se apersonó de mis sueños, de que esto fuera un legado de mi padre, hizo derechos de petición a la EDU, que al fin escuchó nuestras súplicas de que este árbol era único, aparte de que quedaba como un patrimonio del señor que lo sembró, que murió aquí a los 105 años. Y lo declararon patrimonial, así que ya el árbol tiene una condición que no se puede ni morir”, dijo entusiasmado don Roberto.
De acuerdo con Diana María Montoya, secretaria de Medio Ambiente de Medellín, se consideran árboles patrimoniales “aquellos ejemplares que se encuentran en el entorno urbano y que tienen un alto valor histórico, simbólico, ecológico y paisajístico, con el propósito de conservarlos para que estén presentes en la memoria colectiva de los ciudadanos. Ellos son la muestra de la riqueza natural, la biodiversidad y la historia de la ciudad”.
Actualmente, en Medellín 697 árboles y palmas han sido declaradas como patrimoniales. Entre las que se encuentran algunos ejemplares de ciruelo spondias purpurea, tulipán africano spathodea campanulata, palma fénix phoenix canariensis, ceiba bruja tronador hura crepitans, y solo un pouteria sapota, nombre científico del sapote costeño como también se le llama a los nísperos, justamente el sembrado por la familia Vásquez Camargo.
Leidy Laura Orjuela, ingeniera forestal de la EDU, explicó que este árbol se declaró patrimonial por “lo que representa haber traído una muestra de la Costa Atlántica a nuestra ciudad y que se haya desarrollado en este tamaño”.
Pero para el momento en que inició la obra aún no existía el Decreto 598 de 2019, que estableció cuál sería el procedimiento para la declaratoria de los árboles patrimoniales, su manejo y protección, entre la que quedó expresa la prohibición de talarlos o trasplantarlos.
“En vista de que era un posible candidato a ser patrimonial, pero entendiendo la necesidad de reubicarlo para el proyecto, junto al Área Metropolitana se decidió trasplantarlo”, anotó Orjuela. Así que este será el último árbol patrimonial que se trasplantará, ya que el decreto fue claro en que cuando un árbol estorbe en un proyecto será este el que se tendrá que modificar para que el ejemplar se mantenga en su lugar.
El trasplante está programado para el próximo 16 de abril y se sembrará de nuevo justo donde quedaba el patio de la casa de la familia Vásquez Camargo, a solo 16 metros de su ubicación actual, en una nueva zona verde. “Esto es un gran regalo, es dejar el testimonio vivo de que mi padre pasó por aquí”, sentenció Roberto.
Los cuidados
La ingeniera Orjuela está a cargo del trasplante del árbol y desde el 1° de diciembre de 2019 realiza acciones para que sea exitoso. Junto a su equipo le han aplicado fertilizantes en el suelo y con soluciones líquidas inyectables en el tronco, han hecho los prefiloneos, que son cortes del perímetro de la porción de tierra con raíces que será trasladada junto al níspero. Para eso, explicó, se tiene en cuenta el diámetro del árbol a la altura del pecho, es decir 1,3 metros sobre la tierra, de ahí se multiplica por 8 o por 10 para decidir cuál es la porción de tierra que será llevada al nuevo sitio.
Hasta el momento llevan tres prefiloneos, que junto a las fertilizaciones permiten que este individuo pueda empezar a generar nuevas raicillas, de las que se alimentará en su nuevo lugar. Mantienen el riego y le han aplicado desestresantes para hacer más fácil el proceso. El objetivo es ayudarle al máximo a soportar los cambios que se le avecinan.
Para el 16 de abril todo está listo, una grúa ayudará a pasar el árbol de un lado al otro, le inyectarán nuevos fertilizantes y lo anclarán con amarres, porque el níspero se quedará sin raíces de sostenimiento. Según Orjuela, es normal que pierda todas sus hojas y se concentre en las raíces, en alimentarse y tal vez en un año don Roberto pueda verlo frondoso de nuevo, para que sigan escribiendo esa historia llena de recuerdos, que ahora no solo le pertenecen a su familia sino a toda la ciudad