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El santuario de fauna que ideó y levantó un antioqueño

Lo que empezó como un criadero de caimanes, es hoy un zooparque de conservación y preservación.

  • El santuario de fauna que ideó y levantó un antioqueño
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  • FOTOs julio césar herrera
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  • Xxxxxxxxxxxxxxx. FOTO XXXXXXXXX
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18 de febrero de 2018
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Un programa sobre caimanes en el canal Discovery fue el que despertó en el antioqueño Héctor Raigosa el interés por criar esos reptiles. Averiguando, se enteró de que en Colombia había muy pocos establecimientos de este tipo y al que quiso entrar a conocer, en Sucre, no lo dejaron.

Por eso, sin mucho que pensar, en 1993 decidió abrirle un espacio a la cría de caimanes en su predio de Buenavista, Córdoba, a siete horas de Medellín.

La autoridad ambiental de la época le permitió tomar de su hábitat a una población específica de caimanes, con la condición de que cada año tenía que aportar al ecosistema natural el 5 % de la producción del zoocriadero y en menos de 10 años tenía que haber devuelto una población de reptiles similar a la que tomó.

Contrario a lo que a él le sucedió, don Héctor sí dejaba entrar a sus vecinos y amigos curiosos que estaban interesados en conocer el lugar, ver las especies y saber cómo funcionaba. Esta solicitud se volvió tan recurrente y su zoocriadero tan popular en la región que, en 1996, decidió abrirlo al público en general.

Pero los visitantes no se conformaban, preguntaban si había otros servicios y don Héctor quería brindar una mejor experiencia. Fue así como en 1998 montó la infraestructura para un hotel —a la orilla de un lago de más de seis hectáreas—, piscina y otras zonas de recreación.

Por esa época llegó Juancho al parque, un caimán aguja de 4,5 metros de largo, una especie diferente a la que criaban, que fue rescatado de las playas de Coveñas y que se convirtió en la imagen y mascota oficial.

Un lustro después, en 2003, el interés del público por el parque comenzó a bajar y sin ser ajeno a la crisis de seguridad que vivió el país, don Héctor sintió la necesidad de dar el siguiente paso: convertir su criadero de caimanes, iguanas y boas en un zooparque.

Tyson, un león decomisado por Corantioquia a un circo barrial en Caucasia, fue el primer huesped diferente. Darle una mejor vida a Tyson motivó a don Héctor a cerrar el parque durante todo el segundo semestre de 2004, para remodelarlo y adaptar nuevos hábitats —alrededor del gran lago— para otras especies de fauna silvestre y salvaje que necesitaran un hogar nuevo y mejor.

Tocó las puertas de varios zoológicos del país buscando excedentes de animales. El zoológico Matecaña de Pereira, hoy bioparque Ukumarí, donó al zooparque a Timoteo —un hipopótamo de dos toneladas—, Arturo —el rey león— y a la primera pareja de jaguares.

Este fue el inicio de la reinvención de Los Caimanes, que —desde su reapertura en diciembre de 2004 a la fecha— es ahora un zooparque autosostenible, que consume y recicla todo lo que produce, emplea a más de 100 personas de manera directa y es buscado por las autoridades ambientales regionales y nacionales para ayudar en la protección y conservación de especies en peligro de extinción que son reubicadas, como Yara, la pequeña hipopótamo que recibieron de la Hacienda Nápoles como parte del programa de control de población de esa especie; o rescatadas, como las dos tigresas de bengala que fueron cedidas por un conocido circo mexicano, obligado por la Ley 1638 de 2013, que les prohibió a estas carpas tener animales en sus espectáculos.

Hoy, 25 años después de su apertura, el zooparque Los Caimanes, además de ser uno de los criaderos de su tipo más importantes del país, es un santuario de fauna y complejo turístico en el que sus visitantes pueden pasar un día o varios alrededor de cebras, búfalos, micos, diferentes felinos, hipopótamos, chigüiros, antílopes africanos, morrocoys, avestruces, culebras, zaínos (cerdo silvestre), iguanas, caballos, animales de granja y unos 42.000 caimanes.

Lo que empezó como una curiosidad por una especie de reptiles, hoy es uno de los lugares de conservación y preservación de animales en vía de extinción más importante de Colombia.

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