!Se vería di-vi-no en la sala!

Hola Galileanos!!

¿Cuántos de ustedes han visto telescopios como simples objetos decorativos?

Yo, personalmente, he visto muchos de esos artefactos en funciones totalmente distintas de las que motivaron su construcción. Los he visto como tendederos de ropa, como colgadores de collares y aderezos, como decoración de un set de televisión (bueno, ese estaba totalmente dañado) y, para sorpresa de todos, como atractivo especial para las visitas de la casa.

Los telescopios tienen una función particular, de la que muchos de nosotros resultamos enamorados, fascinados o atraídos, en beneficio de la observación del cielo, o del sol usando los filtros respectivos. De hecho, la tarea de selección y compra de un instrumento óptico pasa por la asesoría con amigos, con quienes creemos o sabemos expertos en la materia, y con las obvias consultas que deben hacerse en Internet con relación a parámetros clave como alcances, tipo de ópticas, accesorios, compatibilidad con cámaras fotográficas y facilidades de instalación y transporte, entre otros.

El portal español Casas Rurales nos ofrece esta hermosa foto de una casa llamada Casa Rural Cruz, en La Rioja, donde se anuncia una sala de estar con telescopio. Ahí lo ven.

¿Decoración?
Pues sí, pero con algunos matices que vale la pena identificar: Hace muchos años rodaron por miles las historias de personas que, de la noche a la mañana, resultaban llenos de billetes y se hacían a hermosas casas en diversos lugares de la geografía nacional. Algunos de ellos llegaron hasta varias librerías de la época (muchas, tristemente, ya extintas) y le decían al librero que les vendieran varios metros de libros para llenar igual distancia de paredes de una biblioteca.

- ¿Señor, todos esos metros de libros?
– Sí, esos, esos son los que necesito.
– ¿y qué tipo de libros quiere?
– Ah, puede ser de esos cafecitos, o mézclele colores para que quede mejor.
– ¿Y tiene algún tema en especial?
– No, ninguno. Me interesa que queden bien pispitos, del más grande al más chiquito, pero que encajen en la pared
– Y entonces, son todos esos metros de libros? ¿Está seguro?
– Sí, esa fue la medida que me dio el carpintero. !Ah! Y otra cosa: que no sean de más de una cuarta de alto.
– ¿Quiere que le ayude a elegir los libros de su colección?
– Nooooo, ¿cómo se le ocurre? Coja ahí los que quiera, me los empaca en cajitas y me los manda a la dirección que está en este papelito, y venga le pago de una vez.
– No señor, es que sin saber cuáles son los libros que le voy a mandar, no le puedo hacer la cuenta.
– Bueno pues, mándelos con la cuenta y allá le doy la plata al mensajero.
– Disculpe señor, y qué dice aquí en el papelito que me acaba de entregar? Es que no entiendo la segunda palabra.
– Yo tampoco. Eso lo escribió el carpintero esta mañana y yo no se leer.

Así, como con los libros, ocurrió muchas veces con los telescopios. Los dueños de decenas de fincas, casas con balcones y apartamentos de últimos pisos consiguieron expertos decoradores de interiores que recomendaron incluir un artefacto de observación celeste, bien por su apariencia curiosa y atractiva, o bien porque a muchos de ellos les pareció que si algún niño llegaba de visita, o habitaba la casa, el artefacto le sería de utilidad.

La cosa es que, con los telescopios, el pedido no podía ser por metros, sino por tamaños. Entonces, muchos decoradores, o personas que se creyeron tal cosa, encargaron telescopios grandecitos, de esos de tubos largos, y ojalá de los que tienen un telescopito más pequeño pegado a un lado. Incluso, en muchas ocasiones el pedido incluía las patas de madera, que se verían más bonitas que esas patas metálicas. También entraban en juego aspectos como el color del telescopio, y que no fuera a tener tapa porque lo mejor del aparato es que se vea el vidrio de afuera, cuando lo tenía, o el hueco ese del final del tubo porque un poquito hacia adentro esos aparatos tienen algo como una arañita que le da un toque muy interesante al objeto.

- ¿Y dónde se consigue un telescopio?
– En alguna papelería o tienda de hobbies, o toca traerlo del exterior
– ¿Y cuánto cuesta un aparato de esos?
– Los cobran según el tamaño, pero a veces se consiguen en tiendas de anticuario
– Y eso pa qué es que sirve?
– Con eso puede mirar la luna si quiere, pero es que va a quedar hermoso aquí en la sala
– Bueno pues, dele, compre la cosa esa. !Yo qué lunas ni qué carajos! Estrellas me tiene viendo usté con lo que me está cobrando por decorar esta casa. !Viejaaa! ¿Qué otra carajada querés comprar para que se lleven la lista completa? !Decí de una vez o me arrepiento de gastar este platal!

Y así, gritos más, cuentas menos, llegaron decenas de telescopios a los lugares antes mencionados. ¿Alguna vez los usaron para lo que fueron hechos? Pocas, la verdad. Algún intrépido tal vez quiso probar suerte en una noche de luna llena, intentando captar el satélite natural de la Tierra con algo de curiosidad, pero como jamás les enseñaron alguna cosa sobre la alineación del telescopio, el enfoque del mismo o la forma de ubicarlo con respecto al norte magnético, según la montura del artefacto, hasta ahí llegaron esas buenas intenciones y, de nuevo, el aparato regresó a sus funciones decorativas dentro del hogar.

En el cuarto del adolescente
!Estos son famosos! Decenas de telescopios llegaron a manos de niños y jóvenes como producto de algún antojo navideño, por regalo de tíos o abuelos, e incluso por premio especial de alguna cosa en el colegio del chicuelo. Esos telescopios, generalmente de bajas especificaciones, fueron usados al máximo en una o dos vacaciones, pero finalmente quedaron anclados a alguna pared, expuestos como trofeos de caza tras terminar un safari medieval, o armados con todo y trípode dentro de la habitación del susodicho personaje que, para sentir que le daba uso al juguetico, le cuelgan todas las mañanas la toalla mojada que quedó al final de la ducha diaria. !Hagan cuentas de lo que le ponen encima a ese telescopio cuando el personaje del asunto disfruta del fútbol con sus amigos!

En oficinas, también
Ya ven que sí. En algunas oficinas he visto telescopios. Algunas personas, en tono burlesco, dicen que los utilizan para visionar el futuro de la organización, o para ver más cerca las metas de llegada de los equipos comerciales… pero, en realidad, muchos espacios de trabajo cayeron en la idea de que un telescopio sirve como desestresante, como instrumento de relajación, y que como en las sedes de las grandes compañías globales hay hasta mesas de billar, hamacas o dispensadores ilimitados de dulces y bebidas, pues un telescopio sería más que adecuado para distraer un poco la mente de los trabajadores y causar, con ello, mejoras sustanciales en los indicadores de retención del talento.

Escéptico, me dirán algunos. Exagerado, los otros. Hagan memoria y de paso escriben los lugares en los que ustedes mismos han visto telescopios decorativos. Les garantizo que se van a sorprender, como aquella persona a quien le dijeron que el mejor telescopio para decorar su casa era uno que parecía de bronce, así, medio doradito pero más café que amarillo, y terminó pagando una fortuna por un telescopio solar que jamás ha sido apuntado al centro del astro rey.

¿Ya hizo la lista? ¿Usted tiene uno de esos en el cuarto de huéspedes? Y sí, cuenta también el que está archivado en el cuarto útil o en el de San Alejo.

No los conociera…

Soy Juan Pablo Ramírez y disfruto hablar de las ciencias del espacio. Soy Comunicador Social - Periodista, por lo que mis textos hablan desde la experiencia del observador común,. más que desde la mirada de algún científico experto. Me gustan las preguntas y confío en que este espacio sea una forma de conectar la tierra con el cielo, en medio del disfrute del resplandor de las estrellas y de todo lo que ocurre en torno a ellas.

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