Colombia y Perú comparten gran parte de su historia, conviviendo en un vecindario en el cual a mediados del siglo pasado parte de la izquierda se convirtió en guerrilla y armados combatieron al Estado.
En Perú se conoció como Sendero Luminoso, un grupo insurgente que dejó 70.000 muertos y al que el gobierno de Alberto Fujimori derrotó militarmente.
Al igual que en varios países de América Latina, el narcotráfico ha financiado el conflicto y este ha sido autor de grandes inequidades.
EL COLOMBIANO dialogó sobre este y otros temas con Pedro Pablo Kuczynski, presidente de Perú desde el pasado 28 de julio.
Su país tuvo un conflicto largo, y es un ejemplo de justicia contra los victimarios. ¿Por qué decidió
entonces apoyar el proceso de paz colombiano?
“Son dos experiencias muy distintas. Aquí nosotros creemos que se ha hecho una negociación larguísima, que ha tomado cuatro o cinco años, y creemos que no se ha dejado ninguna cuestión sin discutir. Ahora, yo entiendo que hay historias de un pasado que duelen. Pero en el caso del Perú, el Sendero Luminoso no era un movimiento tan disperso por todo el país como son las Farc aquí. Ellos estaban ubicados solamente en algunos sitios. Eso le facilitó a Fujimori la tarea de terminar con ellos.
Después hubo una reconciliación y una comisión de la verdad en la que no todos han participado. De hecho, en Perú hay todavía algunos policías y militares que sienten que no se les ha compensado. Pero en general el episodio ya pasó”.
Ustedes tuvieron más de 70.000 muertos en ese conflicto. ¿Cómo ha hecho el país para reparar a las víctimas?
“Hubo un fondo de compensación. Se hicieron inversiones públicas en las zonas más afectadas, Ayacucho por ejemplo. Pero todavía se están desenterrando cadáveres. Era un movimiento irracional, la verdad, el Sendero Luminoso. Y después teníamos el Mrta (Movimiento Revolucionario Tupac Amarú) que era más moderado —por decirlo de esa forma—, pero al final la única manera de erradicar a estos movimientos es darle a la gente oportunidades de trabajo y más prosperidad.
Estos grupos vienen en parte de que hay gente que siente que los gobiernos no los representan”.
Recientemente usted manifestaba inquietud respecto a la frontera. Colombia y Perú comparten un problema de narcotráfico. ¿Cuáles son sus temores y qué soluciones ve a ese panorama?
“La única solución es vigilar bien a quienes están envueltos en los cultivos narcos, y alentarlos a que se vayan a negocios legales. Ahora, están en la selva profunda. Esto no es una zona que se pueda controlar por helicóptero. Pero todavía no tengo una preocupación al rojo vivo, es una alerta nada más”.
En Colombia los cultivos ilícitos aumentaron 39 % el año pasado, justo cuando se suspendió la aspersión con glifosato. En el Perú tampoco sigue esta práctica pero en cambio han disminuido los cultivos. ¿A qué se debe esto?
“Los cultivos se están reduciendo por dos causas. La primera, que hay erradicación a mano. En el Perú no hay minas ni bombas. Devida, la organización que realiza esto, va a los sitios, y aunque obviamente no son muy populares, nadie los fusila ni les tira bombas. En segundo lugar, a mi juicio lo más importante, es que el mercado les está diciendo ‘este no es un buen negocio’. El precio de la hoja de coca ha ido bajando y bajando, y eso se debe fundamentalmente a la competencia de drogas sintéticas que son de más fácil manejo. Y eso viene sobretodo de Estados Unidos”.
Usted ha reiterado que quiere una “revolución social” en su país, ante lo que considera son aspectos “retrógrados” que hay en el Perú ¿a qué se refiere con esos dos términos?
“Nosotros, al igual que Colombia, somos un país emergente. Y somos una nación que tiene una distribución del ingreso mala. Es mejor que la de Colombia, pero es mala. O sea, el 10 % de la población maneja más o menos 40 % del PIB. En Colombia son cifras parecidas. Y yo creo que eso es algo que tiene que cambiar. Si vamos a entrar a la Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), y a ser un país moderno, no podemos tener una distribución del ingreso tan mala. ¿Y eso se puede hacer cómo? ¿Quitándoles a los ricos para darles a los pobres? ¿O haciendo que todo el mundo mejore? Y la forma de mejorar —y esto es lo que yo llamo una revolución social—, es dándoles muchos más recursos y esfuerzos a la salud pública y a la educación. En infraestructura a nosotros nos va muy bien, y tenemos inversiones privadas muy grandes ahí, que están andando. Que estaban un poco atascadas al final del gobierno de mi antecesor, pero poco a poco se están desatascando y van a ir adelante.
Pero en educación estamos muy atrasados. En las pruebas Pisa de la Ocde, de los 65 países encuestados estamos en el puesto 65. En agua potable estamos muy por detrás de Colombia: tenemos, en un país de 32 millones de personas, 10 millones que no tienen agua potable en su casa. Entonces, llámese a eso revolución o cambio, es absolutamente necesario meterle a esos aspectos un gran esfuerzo.
Después, igual que Colombia, y con una geografía muy complicada, tenemos lugares, provincias, distritos completamente abandonados. Donde no hay un puesto de salud, y donde el Estado hace esfuerzos pero no se ven. Entonces yo creo que por ahí va la revolución también. De eso estoy hablando”.
En las pasadas elecciones fue muy reñido el resultado, a pesar de que el fujimorismo ha estado sumido en distintos escándalos de corrupción y violaciones a los derechos humanos. ¿Por qué cree que todavía es muy visible en Perú ese apoyo a dicho sector?
“Las elecciones fueron reñidas porque nosotros no teníamos partido, lo tuvimos que fundar un año y medio antes de los comicios. Nos costó mucho trabajo. Teníamos pocos recursos, ellos tienen inmensos recursos, y yo creo que eso los ayudó muchísimo a hacer su propaganda en distintos sitios. Y el otro factor es que con algunos sectores de la ciudadanía que a veces no tienen la mejor educación, como ya les explicaba, hay propuestas de corte populista que ganan adeptos.
Pero al final nosotros vinimos de muy atrás y logramos, a pesar de varios errores que cometimos en la segunda etapa de la campaña, anotar en el tie break el punto final. Esto es como en el deporte, al final se gana por penales o por tie break pero es el último punto el que cuenta.
Ahora estamos colaborando con el Parlamento, que está controlado por Fuerza Popular, para sacar las medidas básicas necesarias si queremos revivir la economía y darle seguridad al ciudadano”.
Usted habla de la falta de educación como un motor que impulsa estos populismos de derecha. Por tanto se puede afirmar que es un fenómeno que se ve en otros países ¿coincide?
“Se ve en todo el mundo. El Brexit ha ocurrido en un país incluso con buena educación. En Francia avanza el ultranacionalismo de Marine Le Pen. No solo es un tema de falta de educación, es un tema de cómo va la economía, cómo se siente la gente, cuáles son sus instintos. Son asuntos complejos”.
¿De esa forma se puede analizar el hecho de que haya gente que se opone a que termine un conflicto en Colombia?
“Claro que sí. Ha habido mucha gente que sufrió, cuyos familiares han muerto. Que han perdido sus tierras. Y dicen ¿a mí qué me van a dar a cambio de apoyar esto? Y yo creo que lo que les van a dar es mayor tranquilidad, así no se vea de inmediato. Le van a dar a la economía un gran impulso, porque se van a abrir áreas que hoy están vedadas. Pero claro que convencer a la gente de eso no es fácil.
Y los opositores tienen un líder, que es Álvaro Uribe, a quien yo considero un amigo, que dice ‘pero demuéstrenme que esto realmente nos va a mejorar’. Veremos que pasará.
Yo espero que el plebiscito del 2 de octubre sea exitoso y creo que lo será, pero hay que tener un control de que las promesas se cumplan por parte de los dos bandos”.
Usted hablaba de Uribe, y aquí se habla mucho del poco carisma del presidente Juan Manuel Santos. Pero él ha tenido mucho éxito convienciendo sobre el acuerdo en el ámbito internacional...
“Él también es mi amigo, fuimos ministros de Hacienda al mismo tiempo. Y cada uno tiene su estilo. Yo tengo el mío, me criticaban por ser muy serio, y ahora soy una de las personas más populares del Perú. Aparte de los artistas de cine y cantantes, ojalá eso siga (risas).
Pero creo que el éxito internacional de Santos radica en que una propuesta de paz va a tener siempre más acogida internacional que una propuesta de enfrentamiento. El portavoz, llámese Santos, o Ban Ki-moon, es el que lleva ese mensaje. El mensaje es lo importante, y el mensaje de paz vende, el de guerra no vende”.
Usted que es economista, ya mencionó que la paz traería beneficios al país en terminos económicos. ¿En ese sentido qué papel cree que podría desempeñar la Alianza del Pacífico para consolidar esos beneficios?
“La Alianza del Pacífico es un grupo que se creó para fortalecer lazos económicos, pero sobre todo para darle una respuesta a los que miraban al otro lado en ese momento, que eran Argentina, Brasil y Venezuela. Yo creo que la Alianza ha sido exitosa en eso, y estamos conversando con otros países que se quieren subir en este esquema.
Ahora, ¿cómo ayudaría Perú a Colombia para este fin? Yo creo que es con inversiones, que son principalmente de Colombia hacia el Perú. Las líneas de transmisión de energía en nuestro país son de ISA, que tiene otro nombre allá. Tenemos inversiones de Ecopetrol en Perú, de la Fábrica Nacional de Chocolates. En fin, hay una gran cantidad de inversión colombiana en nuestra economía.
Yo creo que lo principal en la economía es tener estabilidad, reglas claras, y desburocratizar las cosas, porque eso la atasca. Aquí en Colombia lo principal que pasó en el último año, o año y medio, fue que se derrumbó el petróleo, que era la principal exportación. A nosotros nos pasó algo similar con el cobre, pero menos. O sea, teníamos más reservas, y eso facilitó un aterrizaje más suave”.