Los niños de la cuenca del río Anchicayá, en el Valle del Cauca, esperan cada quince días una visita. La primera vez que los vieron llegar les dijeron: “¿Y ustedes qué hacen por acá?”, pero ahora su presencia no es sorpresa y los reciben con jugo para refrescarlos después de una caminada de cuatro horas por la trocha.
Y la visita no llega con las manos vacías: aparece con paquetes marcados con el nombre de cada alumno, con material escolar correspondiente a su grado. Hay textos y talleres de química, matemáticas, biología, lenguaje y otras asignaturas. El equipo lo conforman cinco profesores de la Institución Educativa Pedro Fermín de Vargas y dos guardaparques del Parque Nacional Natural Farallones de Cali.
Los días de entrega de material empiezan temprano. Se reúnen en la sede del colegio, empacan los folletos en bolsas y maletines y emprenden su travesía. Hay veredas como El Danubio, El Cauchal y La Cascada, que quedan cerca y las entregas se pueden hacer todas en un solo día; pero hay lugares como la Digua que queda más retirada y requiere de una jornada completa para llegar hasta allá.
Si la zona tiene acceso por la carretera, se van en camioneta, pero si solo se puede llegar a pie, alquilan mulas para que las profesoras de mayor edad no tengan que caminar tanto. Cuando llegan, van de casa en casa en busca de los niños. Les preguntan si hicieron todos los ejercicios del paquete anterior, les resuelven las dudas y les entregan el nuevo material. “Yo llego y les digo: ‘a falta de herramientas tecnológicas, tenga su material y póngase a estudiar porque si usted no estudia, hermano, nos lleva el que nos trajo’”, dice Royman Romero, guardaparques encargado de la estrategia de comunicación y educación ambiental en Farallones, y quien también ha ayudado a que los niños no pierdan la continuidad de sus estudios.
Esta rutina la hacen una vez a la semana, desde principios de mayo, cuando la rectora, Luz América Quiñones, tuvo la idea de llevarles a los alumnos el material impreso a las casas, pues por la cuarentena y por falta de acceso a internet, los 213 menores de edad que están inscritos al colegio, dejaron de estudiar durante dos meses. Normalmente los niños eran atendidos en las seis sedes que tiene la Institución en la zona, pero con la pandemia cerraron y los profesores que vivían parte del tiempo en esa región volvieron a sus casas en Cali. Ahora, el dinero para realizar la iniciativa sale de los bolsillos de los profesores y de los guardaparques.
“Los niños no podían estudiar porque no tenían computador o conexión a internet, es decir, hay sitios acá donde ni siquiera llega la señal de radio, entonces fue muy difícil para ellos”, cuenta Royman.