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Eran las 11:40 de la mañana y a la puerta de Sandra Quintero llegó su hijo mayor, Kener, quien en medio del desconcierto y una preocupación que no le permitía hablar claramente, le dijo a su madre que el bus estaba en llamas.
Kener se refería al vehículo que movilizaba a los niños que asistieron a la escuela dominical de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia en el que venían sus hermanos y él.
Ella empezó a correr y al llegar al sitio de la emergencia lo único con lo que se encontró fue con un bus calcinado y sin señales de vida de sus otros dos hijos: Yeison y Sherly. Los dos niños estaban entre los 33 menores de edad que fallecieron ese domingo 18 de mayo de 2014.
Una fotografía posterior es más certera: el bus quemado rodeado de bolsas blancas con los cuerpos de los niños que fallecieron, algo que para Sandra nunca va a salir de su memoria.
“La muerte de un hijo no se olvida, no pasará nunca, cada día me levanto pensando en ellos”, dice ella, tras explicar que este sábado, a las 7:00 a.m. se realizará un acto religioso en el que conmemorarán este aniversario. “Lo haremos en el monumento que se creó para recordar a nuestros hijos”, agrega Sandra.
Entretanto, el martes, la Fiscalía reportó la captura de Jaime Gutiérrez Ospino, quien había sido condenado como responsable del delito de homicidio culposo por esta tragedia y aunque le habían concedido el beneficio de casa por cárcel, fue recapturado en la localidad de Engativá, en Bogotá.
La razón, Gutiérrez Ospino abandonó Barranquilla, donde debía permanecer y no le notificó a la justicia que se trasladaría de ciudad.
¿Pero, en qué va el proceso? En octubre del año pasado, es decir, tras cuatro años y medio, la justicia condenó a Manuel Salvador Ibarra (asesor espiritual de la iglesia) y al conductor del vehículo, Gutiérrez Ospino. Esos son los únicos alcances que se tienen al respecto.
Alejandro Maya, exdirector de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (Ansv) y Darío Hidalgo, experto en movilidad y transporte, sostienen que aunque a raíz de esta emergencia hubo esfuerzos por reforzar controles de tránsito a servicios especiales, verificando documentación y cumplimiento de certificados de habilitación técnica y mecánica.
“Esta tragedia despertó la solidaridad, pero parece que las lecciones aprendidas quedaron en el olvido”, dice Maya.
Entretanto, Hidalgo dice que puede que en los pequeños pueblos del país los controles no sean efectivos, pero destaca que “en las grandes ciudades sí se han realizado esfuerzos para mejorar”.
Sandra, la madre de dos de los 33 niños que murieron en los hechos sostiene que el cambio no se nota. “Por lo menos en Fundación, que fue el lugar de la tragedia, usted puede ver vehículos dañados, emitiendo humo por todo lado y sin ningún control”.