Un asesinato en Colombia sacó de la sombra a uno de los narcos más poderosos de la actualidad, un exfutbolista con capacidad de corromper funcionarios en varios gobiernos de Suramérica. Su nombre es Sebastián Enrique Marset Cabrera, tiene apenas 34 años y en los últimos tres ha logrado evadir la persecución de agencias de seguridad de Uruguay, Bolivia, Paraguay, EE.UU. e Interpol.
El crimen que le puso las miradas encima es el reflejo de su sangre fría, pues, según las indagaciones preliminares, ordenó a los sicarios que atacaran durante la luna de miel de su objetivo, el 10 de mayo de 2022 en la isla de Barú.
La víctima fue el fiscal antimafia paraguayo Marcelo Pecci Albertini, tiroteado en la playa frente a su esposa, embarazada de su primogénito.
La justicia colombiana ha condenado a nueve personas por el magnicidio, las cuales ejecutaron las tareas logísticas: contratación, pagos, espionaje, transporte y sicariato, pero aún no han llegado a los autores intelectuales.
El primer personaje público en señalar al joven capo fue Gustavo Petro, el 12 de agosto de 2022, cuando apenas llevaba cinco días en la Presidencia. “La investigación sobre el asesinato del fiscal Marcelo Pecci cometido por el narcotraficante uruguayo Marset en territorio colombiano demuestra que hace mucho el narco dejó de ser un problema bilateral colombo estadounidense y es hoy un problema americano y mundial”, trinó.
Aunque todavía no se ha expedido una orden de captura en su contra, el principal testigo de la Fiscalía mencionó su nombre en el expediente. Francisco Luis Correa, el exmilitar que coordinó a los asesinos, dijo en un interrogatorio que Sebastián Marset (“el Uruguayo”) y Miguel Ángel Insfrán (“Tío Rico”) estaban implicados en la planeación.
Correa fue asesinado a cuchillo dentro de la cárcel La Picota de Bogotá el 2 de enero de 2025, antes de lograr su libertad condicional por su cooperación con la Fiscalía.
EL COLOMBIANO reveló en exclusiva los apuntes de su libreta personal, en la que aparecía una inquietante anotación: “Señor Marset. El uruguayo. Park Hotel. Sta Marta”, lo que presuntamente sugería una reunión con el extranjero.
Pese a estos indicios, el capo ha sido difícil de atrapar, y todo indica que se debe a una intrincada red de contactos en diferentes gobiernos.
Marset nació el 10 de abril de 1991 en Montevideo, Uruguay, según los datos de arraigo de la Circular Roja de Interpol que pesa en su contra.
Le encantaba el fútbol, pero no logró encajar en ningún club profesional y desde joven se enroló con grupos de delincuencia común, con los que adquirió sus primeros antecedentes penales por hurto y posesión de drogas. Pasó breves periodos en prisión, hasta que lo arrestaron entre 2012 y 2018 por narcotráfico de marihuana.
Duró poco tiempo en libertad, y ese mismo año lo detuvieron por el asesinato de un supuesto socio del bajo mundo, llamado Alfredo Roldán. Pasó dos años más tras las rejas, y finalmente fue absuelto.
Esa temporada de ocho años en la cárcel, de la cual se han publicado pocos detalles, fue fundamental en su transformación de delincuente juvenil a capo del narcotráfico.
Aún se desconoce quién fue su padrino en la mafia, pero es claro que en la penitenciaría estableció conexiones con el crimen organizado transnacional.
Cuando recobró la libertad en 2021, ostentaba la fachada de un productor musical adinerado, que conducía carros deportivos y salía a rumbas con modelos. Le llovía dinero de dudosa procedencia y en medio de esa bonanza compró su sueño: jugar al fútbol.
Se convirtió en accionista del Club Deportivo Capiatá, en la liga de ascenso de Paraguay, e hizo parte de su nómina de jugadores, participando en varios partidos. Algo similar hizo en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, donde compró el onceno Los Leones de El Torno F.C., usando la falsa identidad de Luis Amorim Santos.
Todo aquello no era más que una cortina de humo para gerenciar su verdadero equipo: el Primer Cartel Uruguayo (PCU), una estructura con tentáculos en el sur del continente, redes de exportación de cocaína boliviana y colombiana a EE.UU. y Europa, así como un gran número de empresas para camuflar las ganancias.
Y en ese auge de su imperio criminal, fue cuando se atravesó en el camino el fiscal Marcelo Pecci.
En febrero de 2022, la DEA, Europol y las autoridades de Paraguay comenzaron la ejecución de la Operación A Ultranza Py, en contra de la red de Marset y su socio Miguel Ángel Insfrán.
Pecci hizo parte de ese grupo que en los primeros dos meses incautó bienes valorados en 250 millones de dólares, incluyendo nueve aeronaves, 20 carros de lujo, mil cabezas de ganado y dos yates.
El impacto más profundo fue sacar a la luz una tenebrosa red de corrupción. Los primeros salpicados fueron el ministro Joaquín Roa Burgos, de la Secretaría de Emergencia Nacional de Paraguay, a quien destituyeron por ser el propietario de uno de los yates decomisados; el diputado Juan Carlos Ozorio, quien tuvo que renunciar a su curul en el Congreso; y el empresario Alberto Koube, uno de los más importantes contratistas del Gobierno guaraní.
Ahí no pararon los escándalos. Al revisar los movimientos de Marset, se percataron que estuvo detenido por las autoridades migratorias de Emiratos Árabes en noviembre de 2021, tras encontrar irregularidades en su pasaporte paraguayo, pero quedó libre porque el gobierno de Uruguay le expidió un nuevo documento, a pesar de sus antecedentes penales.
El trámite le costó el cargo en agosto de 2022 al subdirector nacional de Identificación Civil, Alberto Lacoste, además de una investigación administrativa. En noviembre de 2023 renunciaron el canciller uruguayo Francisco Bustillo; así como el ministro y viceministro del Interior, Luis Heber y Guillermo Maciel, todos investigados por la Fiscalía.
Luego fueron destituidos 18 policías de la Oficina de Interpol en Paraguay, incluyendo al Jefe de Gabinete, comisario Rodolfo Fernández, sospechosos de sabotear las bases de datos de la entidad para eliminar una Circular Roja en contra de la esposa de Marset, Gianina García Troche.
En las casas de tres de ellos encontraron documentos relacionados con el expediente de Marset y su mujer.
Para rematar, el matrimonio escapó junto a sus cuatro hijos de una redada en su mansión de Santa Cruz de la Sierra, el 30 de julio de 2023. Luego el uruguayo publicó un video en internet, en el que aseguró que su fuga fue obra de un oficial de alto rango de la Policía boliviana.
“Gracias a la ayuda del director de la FELCN logré irme, porque él me avisó que el ministro ya había dado orden de aprehensión contra mí. Y, bueno, agarró una platita y me avisó que me fuera”, dijo el narco, provocando una tormenta en Bolivia, en cuyo centro dejó al general Ismael Villca, director de la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico (FELCN).
En estos tres años de persecución global, Marset se ha movido por Suramérica, África, Medio Oriente y Europa, sobreviviendo a los operativos por esa red de corrupción que lo abriga, pero el círculo se estrecha cada vez más alrededor.
Ya fueron capturados sus socios Miguel Insfrán (Brasil), José Insfrán (Paraguay) y Néstor Vergara Antelo (Bolivia); su hermano menor Diego Marset (Brasil) y su esposa Gianina García (España).
También la justicia de EE.UU. le abrió un expediente por lavado de activos y ofreció US$2 millones por su captura.
Tras el arresto de la cónyuge, quien fue extraditada a Paraguay, Marset envió un mensaje con su abogado: que la liberaran y él se entregaba. La Fiscalía rechazó el trato.
En febrero de 2025 el presidente Petro volvió a mencionarlo en uno de sus trinos. Dijo que era socio del narcotraficante Julio Lozano, miembro de la llamada Junta Directiva del Narcotráfico, una organización que, según él, está conspirando para matarlo.
Marset se queda cada vez más solo, tal cual les pasó a otros capos. Como en el fútbol que tanto quiere, parece que ya corre el tiempo extra y los rivales están encima de su área.
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