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Fue una época turbulenta, de maltratos, frustración y sufrimiento. Japón, un país desconocido para ella, se convirtió en un albergue infernal que la marcó para siempre. Era 1999, tenía 21 años y llegó con la promesa de ser bailarina. Creía que, con su trabajo, saldaría los gastos del viaje y los 500 dólares que le prestaron los supuestos empleadores antes de partir de Colombia para que cancelara una deuda por la hospitalización de su hija. Pero, el anhelo de salir adelante se difuminó tras pisar la nación nipona, donde estuvo 18 meses en poder de la mafia yakuza y de la trata de personas bajo la modalidad de explotación sexual.
Hoy, al conmemorar el Día Mundial contra la Trata de Personas, Marcela Loaiza recuerda su historia con la serenidad...
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