A falta de 13 días para la instalación de la mesa pública de conversaciones entre el Eln y el Gobierno, en la ciudad ecuatoriana de Quito, la opinión pública comienza a hacer comparaciones entre este proceso de paz y el que se está llevando a cabo con las Farc.
Para empezar, hay quienes dicen que la agenda inicial pactada con los elenos es amplia e imprecisa, mientras que la acordada con los farianos tenía puntos más concretos de entrada (ver el comparativo).
Es posible que en las conversaciones con el Eln haya más premura con el tiempo, pues al gobierno de Juan Manuel Santos apenas le quedan dos años.
Después del resultado del plebiscito del pasado 2 de octubre, en que la mayoría de los sufragantes votó en contra la principal apuesta política de Santos (la paz con la guerrilla), es probable que el próximo Jefe de Estado no sea de la continuidad del actual, sino un opositor. Esto no garantizaría la prevalencia de un pacto con los elenos. Por lo tanto, habría que llegar a un acuerdo antes de finalizar el 2018.
Otra característica de la mesa de Quito será que la base de la negociación partirá del Acuerdo Final de La Habana, pues los elenos no abandonarán la causa armada por menos de lo que el Estado le ha concedido a las Farc.
No obstante, el reducido poderío militar de los primeros puede restarles capacidad de maniobra en los diálogos. Mientras que las Farc cuentan con 6.250 combatientes aproximadamente, según el Ministerio de Defensa, el Eln tiene 1.300 y un control territorial menos extendido.
Agendas divergentes
El sociólogo y politólogo Adolfo León Maya señala que mientras los directivos del Eln son de corte más político, los de las Farc son de tendencia mayormente militar, lo que de alguna manera los vuelve más prácticos. “Esto hace pensar que con el Eln sería más difícil llegar a un acuerdo, salvo que la vigencia de la negociación con las Farc y las leyes que se implementen incluyan a los dos grupos y esto ayude a agilizar la conversación”, dice.
A juicio del experto, la diferencia entre ambos grupos es palpable en sus agendas: los elenos proponen incluir a la sociedad y dialogar con más apertura democrática, en tanto que las Farc discutieron sobre problemas puntuales y estructurales, como el desarrollo rural y las drogas.
“La agenda del Eln es más difusa, pero eso no quiere decir que no sea pertinente. Entre las dos se complementan”, afirma Maya.
Agrega que tanto el Palacio de Nariño como el Eln deber ser muy estratégicos para no dilatar el tiempo de negociación y aprovechar que el Presidente actual está jugado a fondo con el tema de la paz, porque es seguro que la oposición tratará de intervenir para dilatarlo hasta un próximo Gobierno.
El historiador y analista del conflicto armado, Darío Acevedo, opina que esta carrera contra el tiempo “puede ser perjudicial para el Gobierno, porque este ya ha dado muestras de dejarse chantajear por el afán”.
De igual manera, piensa que “el Eln es una guerrilla que suele dilatar las cosas, lo que dificultará alcanzar un acuerdo. Estas conversaciones tardarán muchos meses o más”.