Las derrotas militares más graves que han recibido las Farc a lo largo de su historia, vinieron del cielo.
Sus comandantes “Raúl Reyes”, “Mono Jojoy”, “Alfonso Cano”, “Román Ruiz”, “Martín Caballero” y “Negro Acacio”, entre otros, murieron tras una lluvia de bombas y misiles que sacudieron sus campamentos en lo profundo de la selva, disparados desde aviones y helicópteros.
Los ataques aéreos significan la ventaja militar para el Estado en la lucha contra la insurgencia, por eso la orden presidencial de suspenderlos tiene profundas implicaciones. Para Juan Manuel Santos, el mandatario de los colombianos, significa un acto de retribución al cese unilateral del fuego, en el marco del acuerdo para desescalar el conflicto.
Las Farc lo perciben como “una medida que contribuye a generar un clima de confianza para avanzar en la discusión de los temas pendientes del Acuerdo General de La Habana”, según redactaron.
El senador Álvaro Uribe, líder del principal partido de oposición (Centro Democrático), lo ha catalogado como “un cese bilateral disfrazado e inconstitucional”, que “pone la seguridad de la República en manos del terrorismo”.
La clave es la persistencia
Fuentes de las Fuerzas Militares, que hablaron bajo la condición de anonimato por las actuales implicaciones políticas del tema, señalaron que la importancia de los ataques aéreos va mucho más allá de la muerte de los objetivos de alto valor del enemigo.
“Son trascendentales las operaciones de persistencia, cuando se hacen sobrevuelos y bombardeos diarios, porque eso no permite que los terroristas se agrupen en más de 10 individuos”, narra un oficial.
Por esa estrategia, para los subversivos es peligroso pasar más de dos noches en un mismo lugar, lo que les dificulta la logística y el abastecimiento de medicinas, alimentos y armas en sus refugios.
El coronel (r) John Marulanda es analista del conflicto y cofundador de la Aviación del Ejército, con cursos de piloto aéreo de combate en la milicia de E.U. Advierte que la implementación de los bombardeos significa la supremacía en la tercera dimensión del campo de batalla, la aérea.
“Y también en tierra, pues gracias a la tecnología de visión nocturna, se ejecutan desembarcos de tropa en la oscuridad”, agrega.
La desventaja obligó a las Farc a incluir en su Plan Renacer (2009) la urgencia de adquirir arsenal antiaéreo y construir búnkeres subterráneos, como los que habitaba el fallecido “Mono Jojoy”, y que ahora son inútiles ante el desarrollo de las bombas para la guerra de Afganistán por parte de E.U., el principal aliado militar de Colombia.
“Con los ataques aéreos, el Estado afectó el c3 de las Farc: comando, control y comunicaciones”, cuenta Marulanda.
A su juicio, la suspensión de bombardeos tiene una doble implicación: que los rebeldes ahora podrán concentrarse en sus campamentos y que eso al mismo tiempo los hace un blanco vulnerable en caso de ruptura de la tregua.
Eso ocurrió el pasado 21 de mayo en Guapi, Cauca, donde murió alias “Jairo Martínez”, negociador insurgente en la mesa de diálogos. Según la fuente militar, “en el bombardeo murieron al menos 60 guerrilleros. Oficialmente pudimos verificar 27 cadáveres, pero por inteligencia sabemos que fueron muchos más. Lo que pasa es que ellos esconden sus muertos para no desmoralizar a sus frentes” .