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En Caño Indio (Tibú, Norte de Santander) los habitantes dejaron de tragar polvo cada que una camioneta cuatro por cuatro o una moto (únicos vehículos que transitan por la vía) pasan por el frente de sus casas.
“El polvo entraba hasta la cocina y en invierno no había trapeadora que diera abasto, el pantano era pan de cada día por aquí”, contó don Aníbal, un campesino de la región.
La situación cambió con 315 metros de placa huella que construyeron la comunidad, el Ejército y los excombatientes de las Farc, con 114 millones de pesos que puso el Gobierno Nacional. “El Ejército nos apoyó en más del 50% de los trabajos”, dijo Dairo Vallejo, un antiguo guerrillero que es hoy es líder comunitario de la vereda Caño Indio.
Si la calidad de vida de las personas...
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