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3 y 2
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Una singular coincidencia guardan las 3 reformas más importantes del gobierno de Gustavo Petro –salud pensional y laboral–, más allá de los cuestionamientos y reparos que las empantanan, las 3 aterrizaron en una misma comisión donde enfrentarán su primer examen: la discreta y poco mediática Comisión Séptima del Congreso, que ahora tiene todos los ojos encima.
EL COLOMBIANO consultó uno a uno a los 35 congresistas –14 en Senado y 21 en Cámara– que conforman esa Comisión para conocer sus posturas frente a las reformas. La conclusión salta a la vista y da cuenta del sombrío panorama para los intereses del Ejecutivo: en la mayoría prima la incertidumbre y la indecisión a la hora de apoyar o rechazar las iniciativas. Es decir, con la fotografía de hoy no le dan las cuentas al petrismo.
Sin embargo, el colofón del sondeo es susceptible de matices: para los más optimistas, los titubeos son una oportunidad de convencer y sumar aliados, inclusive dentro de la propia oposición que no se atreve a dar un no tajante. Sin duda, sería un escenario favorable para el Ejecutivo que, como fue evidente con creces con la desahuciada reforma a la salud, está dispuesto a saltarse a los jefes de los partidos y persuadir –con mermelada, inclusive, como algunos le admitieron a este diario– a cada congresista.
Para otros, la indecisión es una muestra irrefutable de que las mayorías y la aplanadora de Petro son cosa del pasado y ahora, en agonía y con ausencia de votos, no tiene de otra que recurrir al balconazo y a la presión en las calles, una carta que, aunque le dio resultados al Petro candidato, implica riesgos mayores ahora como Presidente y un escenario de inestabilidad. Estas son las cuentas.
La reforma que promueve la ministra Carolina Corcho es, sin duda, la prueba de fuego para el Gobierno y el primer termómetro de las discusiones venideras. Un vistazo a su realidad y a lo ocurrido esta última semana da un indicio revelador de lo que viene.
A principios de semana, la cacareada y controversial iniciativa parecía entrar a cuidados paliativos: primero, César Gaviria –jefe natural del Partido Liberal– dio un paso al costado alegando que lo acordado con el Gobierno para apoyar el proyecto no se reflejaba en la ponencia presentada por Corcho pues, entre otras, se mantenía el punto de eliminar las EPS. Luego, Dilian Francisca Toro –directora del partido de la U– y el senador Efraín Cepeda –de los conservadores– dieron la estocada final y también se apartaron del proyecto.
Con la negativa de los 3 partidos la reforma recibía los santos óleos, dado que tanto en Senado como en Cámara los liberales, conservadores y la U –aunque están declarados de gobierno y hacen parte de la bancada de Petro–, son mayoría y tienen poder para echar al traste cualquier proyecto. De allí el afán del Gobierno para convencerlos. Sin embargo, tras su negativa, el Ejecutivo –como reveló este diario– le apostó a otra estrategia: convencer uno a uno a los congresistas, es decir, saltarse a los jefes de los partidos e intentar, por todos los medios, convencer a los integrantes de la Comisión.
No de otra manera se explica cómo a última hora, previo a la Semana Santa y en el ocaso del viernes, a la ponencia positiva que radicaron los representantes Alfredo Mondragón (Pacto Histórico), Martha Jurado (Verde), Germán Gómez (Comunes) y Juan Carlos Vargas (curules de paz), se sumaron Camilo Ávila (partido de la U) y Gerardo Yepes (Conservador), a quienes hoy en redes sociales no bajan de desleales y hasta traicioneros: “La firma de Camilo Ávila en la ponencia no fue consultada conmigo como directora de la U. Firmó bajo su responsabilidad”, alertó Toro.
Según el sondeo realizado por EL COLOMBIANO, en Senado solo Ómar de Jesús Restrepo (Comunes) dio un sí tajante a la reforma, mientras que Piedad Córdoba o Polivio Rosales (ambos del Pacto Histórico) no contestaron al cuestionario, aunque se da por sentado su respaldo a la iniciativa. Con ellos, serían 3 los votos positivos, pues Martha Isabel Peralta –también de la coalición petrista– confesó que es una de las indecisas y no ha sentado postura. “Primero debemos dar el debate y luego definir”, dijo.
“Es la reforma más bonita, está pensado para adultos mayores y es muy justa”. En estos términos la congresista Martha Alonso, de los verdes, trató de apaciguar los ánimos y darle un empujón a la reforma pensional, otra de las iniciativas de Petro que pende de un hilo.
Las cuentas son claras: apenas 2 senadores están firmes, mientras que 9 permanecen indecisos y no han tomado postura. En Cámara, de 21 representantes, 5 la apoyan de manera incondicional, 1 se opone y 10 están indecisos: una vez más congresistas de los partidos Liberal, Conservador y la U (los 5 restantes no contestaron las preguntas).
Todo este panorama evidencia que son más las dudas y la incertidumbre las que mandan la parada, por encima, incluso, de la incondicionalidad a Petro. Si bien hoy la excusa de muchos para no dar su voto es que no se conocen las ponencias y que aún está biche la discusión, lo cierto es que los borradores siguen sin convencer a las mayorías.
Consciente del poder y la influencia que tienen la U, liberales y conservadores, Petro y los suyos intentarán persuadir a los congresistas para tener mayorías, aun cuando signifique una afrenta contra los directores de los partidos. De allí la tesis que ya comienza a escucharse en los pasillos de la Comisión: “Que nos dejen en libertad para votar. Que no sea una decisión de bancada. Así no peleamos con los jefes, ni con Petro. Sería un voto a consciencia”, aseguró un congresista que pidió no ser nombrado.
No obstante, más allá de la consciencia en este juego por los votos mediarían otros factores: puestos y contratos, justamente las “jugaditas” que, como oposición, criticaba una y otra vez el petrismo. ¿Será esa la salida para salvar las reformas? El debate apenas comienza, pero el tiempo corre.
Comunicador social y periodista de la Universidad Central, especializado en Gobierno, Gerencia y Asuntos Públicos de las universidades Externado y Columbia.