Hay maneras de hacerse compañía, una es leyendo. En estos momentos en que la vida se siente tan diferente por el nuevo coronavirus y en que están escasos los besos y los abrazos, se nos ocurrió encontrarnos (y entonces dar besos y abrazos) a través de las letras y, más precisamente, de un poema muy conocido –uno de los más célebres de Miguel Ángel Osorio Benítez– que muchos repiten en tiempos difíciles o de reflexión: Canción de la vida profunda, de Porfirio Barba Jacob (su seudónimo).
El autor antioqueño, quien nació en Santa Rosa de Osos el 29 de julio de 1883 y murió en Ciudad de México el 14 de enero de 1942, escribió el poema en La Habana, Cuba, en 1915. Y casi que cabe perfecto para hoy: Hay días en que somos tan móviles, tan móviles, como las leves briznas al viento y al azar (...) Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres... Fue una época en la que creó otros poemas importantes: Canción innominada, Elegía de septiembre, Lamentación de octubre y Soberbia. Era la segunda vez que iba este país.
Es más, la vida de Barba Jacob fue móvil, quizá un buen ejemplo para estos días en que hay que adaptarse a lo que trae la crisis y la cuarentena. “Estos cambios de nombre, al igual que su movilidad geográfica son buen reflejo de su natural inconstancia y de su perenne ansia de renovación. Ya al final de su vida pensaba cambiarse el (seudónimo) de Porfirio Barba-Jacob por el Juan Pedro Pablo, para borrarse en el nombre de todos con el nombre de nadie”, se lee en la enciclopedia del Banco de la República. De hecho, varios de sus poemas los firmó como Ricardo Arenales, aunque lo abandonó. “Este último lo adoptó en Barranquilla en 1906, al inicio de un largo peregrinaje que le llevó por múltiples ciudades de países de las tres Américas, y lo usó hasta 1922 cuando, en Guatemala, se lo cambió por el que conservó hasta su muerte”, se explica en el mismo artículo.
¿Lo leemos juntos? Ellos ya empezaron y los puede ver en el Instagram (elcolombiano_) y el Twitter de @ElColombiano, para que se inspire y se antoje. La idea es que sigamos los demás hasta que lo entonemos en una sola voz. Envíenos su lectura al WhatsApp 3104196160 o compártala en Twitter o Instagram con la etiqueta #HayDíasEnQue y @ElColombiano... Incluso puede escribir sus pensamientos sobre esos días raros en los que somos tan sórdidos, tan sórdidos...
Aquí va el poema, para que vaya ensayando.
Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.
Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.
Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.
Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.
Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.
Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día...
en que levamos anclas para jamás volver...
Un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede retener!