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No todos los tesoros son cofres o baúles llenos de monedas o billetes. Lo más insignificante para alguien podría ser un elemento muy importante para otro, basta con que sienta un gran aprecio o tenga un inmenso significado.
Por una de esas razones se conserva Hyakumanto Darani. No es el nombre de un personaje de Game of Thrones, es la primera publicación impresa de la que se tiene registro, la hicieron en Japón en el año 764 y es uno de los tesoros culturales que posee un sitio que algunos desconocen: la Biblioteca Digital Mundial.
Por ser digital no es un edificio colmado de libros o documentos, aunque ese es un cliché porque las bibliotecas son más que eso y en sus instalaciones hay espacio para infinidad de información y en distintos formatos.
Esta biblioteca, a la que se puede acceder desde cualquier parte en el mundo donde haya una conexión a Internet, tiene mapas, textos, fotos, grabaciones y películas de diferentes tiempos, así como el Hyakumanto Darani, todo aquello que pueda consultarse de una manera digital.
No es nueva, recientemente cumplió 10 años y para que se pusiera en marcha tuvieron que asociarse 32 instituciones entre las que está la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y la Biblioteca Alexandrina de Egipto.
La iniciativa fue de James Billington, un historiador y académico de la Universidad de Harvard que murió en 2018. Según dijo él en 2005, cuatro años antes de que naciera el sitio digital, el proyecto “podría tener el efecto beneficioso de unir a las personas, exaltando el carácter profundo y excepcional de las diferentes culturas en un proyecto a escala mundial”.
La biblioteca es colaborativa, cuenta Santiago Villegas, bibliotecólogo y analista de gestión del conocimiento.
En ese sentido, señala, se alimenta de las contribuciones de los socios de cada país, que generalmente son bibliotecas nacionales, envían documentos digitalizados que son patrimoniales, o sea que son parte del patrimonio cultural de la nación. De la misma manera también contribuyen con grabaciones de los patrimonios intangibles.
En Colombia, la Universidad Nacional es uno de sus socios. También el Centro Cultural-Biblioteca Luis Echavarría Villegas, de la Universidad Eafit, algo poco usual, afirma Villegas, pues generalmente en los países emergentes esto no pasa.
Entre otros de los tesoros que se pueden hallar allí hay fotografías antiguas de América Latina conservadas en la Biblioteca Nacional de Brasil y la famosa Biblia del Diablo del siglo XIII, que pertenece a los fondos de la Biblioteca Nacional de Suecia; para encontrarlos solo hay que ingresar a la dirección www.wdl.org; su descripción dice esto: “Manuscrito del siglo XIII proveniente de Bohemia, una de las históricas tierras checas. Conocida por su tamaño y su sorprendente representación del diablo a página completa (en la página 577)”.
La biblioteca se puede explorar por país, es tal vez una de las formas más sencillas. En la búsqueda de Colombia se encuentra, por ejemplo, uno de los primeros mapas de Antioquia, hecho por José Manuel Restrepo (1781-1863). Ese sí que es un tesoro para los antioqueños.
Periodista de la Universidad de Antioquia. Interesado en temas de tecnología y cultura. Disfruto del cine y la música.