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Contar el país a punta de retazos

Jesús Abad Colorado ha retratado el dolor de la guerra en los últimos 25 años. El documental El testigo y una exposición miran su trabajo.

  • Jesús Abad Colorado trabajó en EL COLOMBIANO entre 1992 y 2001. FOTO pablo monsalve
    Jesús Abad Colorado trabajó en EL COLOMBIANO entre 1992 y 2001. FOTO pablo monsalve
  • Mujeres de amor. Cocorná. 2001.
    Mujeres de amor. Cocorná. 2001.
  • Eugenio Palacio. Retorno a Bojayá, 2002.
    Eugenio Palacio. Retorno a Bojayá, 2002.
  • Integrantes del Bloque Metro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá
    Integrantes del Bloque Metro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá
  • Portete, Guajira. 2011. FOTOS CORTESÍA JESÚS ABAD COLORADO
    Portete, Guajira. 2011. FOTOS CORTESÍA JESÚS ABAD COLORADO
25 de abril de 2018
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El rostro de la guerra no es necesariamente humano, también se ve en los pueblos abandonados, los bosques incinerados o las mariposas que se ahogan. “Mi oficio es buscar la vida entre los escombros”, cuenta Jesús Abad Colorado.

Se define como un fotógrafo que se ha dedicado a retratar la guerra y que ama profundamente la vida.

La violencia llega sin discriminar bando, dice. Se pueden ver fotografías de guerrilleros del ELN y las FARC, antes del Acuerdo, paramilitares y militares que enarbolan un fusil mientras creen en el mismo santo o utilizan el mismo símbolo religioso para la protección o para la puntería.

Una revisión a la exposición de Jesús Abad Colorado en Sura, Geografías del dolor y la guerra, pone la mirada en los temas que ha seguido entre 1992 y 2017: el dolor, la muerte, la religión, los niños, las mujeres, los desplazados, el amor, la esperanza, la paz, la naturaleza explotada o la transformada (ríos vueltos, cementerios, bosques convertidos en tumbas). Es un país narrado en imágenes con retazos de distintos colores que invitan a pensar la historia.

Lo interesante de su obra está precisamente en la reflexión. “En un país tan pluriétnico y multicultural, somos tremendamente racistas y clasistas”. No es solo la guerra sino las dinámicas, las consecuencias y lo que se repite.

Más que hablar de guerra y violencia, le gusta guiar hacia la esperanza...

“Hacia la humanidad. Recordarle a este país que las víctimas han sido las personas más pobres, especialmente del campo. Soy hijo de campesino, pero esos paramilitares, guerrilleros y soldados son también hijos de campesinos, que son quienes ponen los muertos y quienes pierden la tierra”.

¿Su mirada y la del espectador se pueden acostumbrar al dolor?

“Por eso no expongo cada dos meses (risas); por eso no trabajo en un periódico. Porque me interesa la reflexión sobre el conflicto y hacer exposiciones que dejen un testimonio contra el olvido”.

¿Por qué insiste en el blanco y negro en las fotos?

“Es mi forma de manifestar el respeto hacia la gente y sobre todo hacia su dolor. Hay unas en blanco y negro con familias que pierden a sus seres queridos. Para mí son imágenes donde está detenido el tiempo. Mientras que el color, por ejemplo, es para fotografías que muestran la búsqueda del ser querido, porque es la esperanza”.

Hay una Colombia que no ha recorrido...

“Es muy sencillo. Antioquia puso la mitad de las masacres de Colombia entre 1990 y 2000, la mitad de los desaparecidos y casi el 40 % de los secuestrados. Estamos en un departamento que ha sido epicentro de la guerra y que puede ser laboratorio de paz”.

¿Cuál es su próximo camino?

“Quiero trabajar la reconciliación, con comunidades que están trabajando por sanar las heridas”.

¿Y usted no quisiera sanarse de toda esa violencia?

“Nunca he perdido la esperanza. Podría hacer una exposición con fotografías bellas, trabajar los cielos estrellados, los arcoíris sobre los ríos, pero quiero mostrar esto porque es una forma de sanar y no perder la esperanza”.

¿Cómo asume el dilema ético entre tomar la foto o ayudar a la víctima?

“No lo siento porque no hay dilema. Tu responsabilidad es tomar la fotografía, contarle a la humanidad, porque si no convertimos a las redacciones en salones de voluntarios. Por supuesto que hay momentos en que me ha tocado dejar el morral para ayudar, pero lo que hay que hacer es obturar para dejar un testimonio”.

Un momento que le haya marcado...

“Son muchos, no hay uno más que otro. A uno no lo marca el volumen de los muertos. A veces es un solo asesinado y vos tenés que estar conmovido. No es el decapitado, el incinerado o el muerto a bala. No, no. Toda muerte es una tragedia”.

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