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¿Cómo es el Parque Biblioteca de San Antonio de Prado?

El parque biblioteca de San Antonio de Prado es un espacio para leer y pensar la ruralidad.

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07 de junio de 2015
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Cuando estaban en época de buscar nombres, pensaron en Las Gaviotas, por esas gaviotas que de pronto llenan los árboles cercanos. También se les ocurrió William Ospina, por el escritor, pero se quedaron con alguien más cercano. El parque biblioteca de San Antonio de Prado lleva el nombre de José Horacio Betancur, escultor del corregimiento, el mismo de la escultura El cacique Nutibara que está en el Pueblito Paisa. Idea comunitaria.

Desde la carretera, no desde el parque principal –del parque biblioteca sí se ve un pedacito de la iglesia del centro, en cambio– el José Horacio se incrusta en ese pedazo que fue antes monte y nada más.

Son cuatro casas. En la primera, después de la falda, está el teatro. A este parque tampoco lo han inaugurado oficialmente, porque como al Doce de Octubre, al teatro, que ya tiene las 305 sillas de colores listas para el público, también le falta la tramoya, las luces y el sonido.

Este lugar, de hecho, se ha ido abriendo paso a paso. La primera vez fue el 14 de diciembre de 2011. Entre 2012 y 2013 funcionó el servicio de biblioteca y el centro zonal.

En 2014 iniciaron los programas de aula talleres, exposiciones y sala mediática. Al principio del año pasado llegó la Escuela de Música, la que hace parte de la Red de Escuelas de Músicas de Medellín, y que aunque ya está en su casa –la del frente del teatro– compartió un tiempo con la biblioteca. Los libros y el sonido de los instrumentos de viento en el mismo sitio. Locura que no les molestó.

La música sonríe ahora con su espacio propio, que tiene tres salones para clase colectiva y siete cubículos para estudio individual. La Escuela empezó hace 18 años, cuando inició el programa en la ciudad, explica Óscar Fernando Vargas, el director. Hasta hace año y medio estaban en la sede de la Casa de la Cultura. Era un sótano húmedo, recuerda él, que a veces los recibía con las heces de las palomas, y nunca con las especificaciones adecuadas. Cambio total.

Después del puente, hacia la izquierda está la casa con las aulas para talleres, exposiciones y la sala mediática adultos, que tiene 20 computadores y le da a los usuarios uso libre de internet por 50 minutos. Yaned Andrea Gallego, gestora coordinadora, comenta sobre la preocupación por la formación en tecnología y hasta el uso de herramientas, porque a veces llegan usuarios que apenas saben qué es un mouse.

Estos son espacios que se prestan a las personas para potenciar los procesos que ya estaban en la comunidad. El teatro, precisa ella, es tradición en el corregimiento, también la danza, la música y las artesanías.

La comunidad pensaba en un lugar integral, con los servicios bibliotecarios y, además, espacios para potenciar lo cultural. “La comunidad tenía claro que esto tenía que ser un sitio de encuentro”.

En la última casa, después de la cafetería y la plazoleta donde las mascotas son bienvenidas, y tras bajar las escaleras, está la biblioteca, el área administrativa, la sala mediática infantil y Mi corregimiento, donde hacen actividades para la memoria.

Ese balcón, que va de lado a lado, que tiene mesas para sentarse a leer o a comer, y que es la zona para una de las actividades que más les gusta, Picnic y letras, para la que tienen mantel, menú sugerido de libros y canasta. Una propuesta para leer, cualquier día de la semana o, dos veces al mes, con actividades específicas que le proponen a la gente.

Desde el balcón el escenario es San Antonio de Prado.

Quizá porque es una manera de recordar lo que significa el diseño del parque biblioteca. Los arquitectos de la EDU querían, siguiendo lo conversado en la mesa de trabajo, un ambiente rural – “o una nueva ruralidad, porque ya no tenemos ruralidad pura”, explica ella–, y conservar el ambiente de las casas campesinas, que todavía se ven, sobre todo, en las veredas lejanas. Quería un diseño acorde con el contexto local. Por eso, en el José Horacio, los techos son altos y de madera, y hay ventanales y corredores. Es una finca con la esencia rural, aunque se nota moderna.

La ruralidad, precisamente, es uno de los temas que trabajan. Yaned comenta que todavía en San Antonio hay problemas de distancia y por eso el interés por acercar a otro tipo de público, y descentralizar las actividades. Si hay gente que no puede llegar, el parque biblioteca va hasta donde ellos. La Agenda rural incluye trabajo en los barrios, tulas viajeras y hasta charlas en las fondas tradicionales. Hasta tienen una sala de lectura en la vereda Yarumalito, la más apartada.

La esencia, al fin y al cabo, es conectar conocimiento urbano y rural, los saberes populares y las tradiciones. Encontrarse una tarde a conversar, a leer o, simple, a estar con los demás. .

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