Dicen que el Monje sin cabeza camina en las noches frías por las calles de los pueblos antioqueños y va hasta el cementerio a rezar por los difuntos que le pagaron misas y no les cumplió.
El Monje del desfile Carnaval de luces, mitos y leyendas, que se hace en Medellín el 8 de diciembre de cada año, va en zancos y usa un vestido blanco, de la no cabeza hasta las patas de palo. Los duendes que van cerca, mientras tanto, juegan con la cabeza suelta como si fuera una pelota.
Esta vez los mitos tradicionales vuelven al desfile. “Queríamos recuperar la imaginería campesina y darle a esos mitos un estatus artístico”, explica Leila Castillo, subdirectora artística del Carnaval.
El año pasado habían contado leyendas universales, pero señala Rafael Palacio, el director artístico, que esta vez querían retomar las tradicionales, porque a la gente le gusta volver a ellos. Son, de todas maneras, más cercanas, las que relatan todavía muchos abuelos.
El hilo conductor se hace a través de seis personajes fantásticos, La luna, el Sombrerón, el Monje sin cabeza, la Madre de agua, la Madremonte y la Muerte, que están acompañados por 19 comparsas, algunas que se relacionan con ellos, otras que retoman leyendas como la del Mohán, la Mula de la cuaresma o los muertos vivientes. En total desfilan 900 artistas.
No se trata de modernizar los personajes, expresa Diana López, diseñadora de vestuario, sino de transmitir sensaciones, de contar. Por eso son fantasmagóricos, monstruosos. “Queremos exaltar esos mitos”.
La intención, sobre todo, es recordar las leyendas tradicionales, las que hacen parte de los relatos de los pueblos.