Usted es más que eso que ve en el espejo y razona a diario. Más que un cuerpo y una mente. Es lo que lo rodea, es paisaje, mesa, madera, pocillo, cerámica, agua, montañas y color. Fuera de su casa es más evidente: como organismo vivo es, más que nada, naturaleza.
El Museo de Arte Moderno de Medellín (Mamm) le propone, con la apertura de cinco nuevas exposiciones (ver recuadro), reflexionar en torno a esta idea. Los bloques artísticos como este, que por temporadas llegan a ocupar los antiguos Talleres Robledo, apuntan a una dirección común, en este caso, a la relación que existe entre el ser humano y el entorno. “Lo que erróneamente hemos llamado el entorno natural”, advierte Emiliano Valdés, curador jefe del Museo. “La visión más actual, más contemporánea de la ecología propone que los seres humanos somos una parte intrínseca, y no extrínseca, de los ecosistemas”. Ni dueños ni cuidadores de lo existe: los seres humanos como una pieza más de un inmenso engranaje.
Los formatos de las obras se mueven entre la pintura y el video, un hecho en torno al cual el Mamm propone una reflexión adicional: “En la pintura, la imagen pictórica como tal, se construye a partir de un material líquido que se solidifica, mientras que en el video, pese a tener un soporte rígido e inmóvil (como un proyector o una pantalla), hay una imagen siempre líquida”, continúa Valdés. La vida y la realidad como una construcción entre las dicotomías.
Cada una de las cinco salas puede recorrerlas en el orden que desee, “independientemente de eso se generan conversaciones y asociaciones, hay ideas que resuenan las unas con las otras, que se amplían o divergen”.
El orden que verá a continuación es solo una propuesta. Déjese envolver por las ideas, los sentimientos y las palabras que más lo convoquen. Cuando las visite, recuerde que usted es uno con todo lo demás.
Contracorriente
Como cualquier ser vivo (vegetal o animal), el ser humano es vulnerable al daño y está en una constante lucha por existir. Piénselo, a diario emprende esfuerzos, unos más grandes que otros, por preservar su vida, autoafirmarse o comprender. Eso es Contracorriente, la primera muestra de la serie de tres. “Hay prácticas interminables de esfuerzo y adaptación que todos de alguna manera hacemos, unas formas de resistencia”, expresa la artista Martha Ramírez, la persona detrás de la propuesta que llena la sala A1 del Museo.
Transición es un políptico (pintura dividida en secciones) de un paisaje que está fragmentado en tiempo y espacio. Una pieza que es ante todo evocadora de sensaciones.
Finalmente, Deriva, su obra más reciente, nació durante la pandemia y en la época de descontento social que atravesaba el país . “Hay una estrategia de desorientación para poder hablar de esa sociedad que yo percibo fragmentada, desprendida de un proyecto unificador. De una suerte de viaje a la deriva”, agrega.
En todas las piezas hay fuerza, silencio, y fundamentalmente, esperanza. Un sentimiento que motiva el esfuerzo.
Amarillos
La realidad puede ser una abstracción. Esta es una de las tantas lecturas para hacer de la obra de la artista argentina Irene Kopelman, en la sala B1 del Museo. El viaje (en este caso al Cañón del Ocre), la geografía y el color son algunos de los elementos constitutivos. Kopelman viene trabajando proyectos como este desde 2012. Observa la realidad y realiza un proceso fuerte de selección y abstracción, “lo aparente es abstracto, es casi una descomposición”.
Si observa una flor a simple vista verá que tiene determinado color, pero si se acerca podrá darse cuenta de que son un montón. Lo mismo ocurre con los paisajes, los animales. “Es algo que pasa en la naturaleza. Es una inquietud que es el drive de mi obra, lo que hace que yo quiera ver cosas y trabajarlas”.
Exit World
La sala A2 motiva en medio de la oscuridad a un ejercicio de inmersión. El colectivo estadounidense DIS invita, a través de una serie de videos, a pensar en la naturaleza en función de la conexión que tiene con la cultura.
La exposición toma el nombre de uno de los videos, aquel que propone una salida del mundo actual y una reflexión en torno a la manera en que se relaciona el ser humano con otras especies, muy en la vía de lo que le espera al planeta en términos de deterioro ambiental. “Gira de manera muy concreta en cómo esa relación se ha ido desarrollando con la evolución del pensamiento socioeconómico y filosófico”, añade Valdés.
Esta es la primera presentación de una instalación de este colectivo en Colombia, además, tiene una particularidad: un vehículo que llevará los videos por toda la ciudad para que sean vistos también fuera del Museo.
Trescaras, tres mundos
A través de imágenes vibrantes y formas en movimiento, que sin perder solidez se vuelven líquidas, el paisaje adquiere vida. En las salas B2 y C se sienten y se huelen los colores de las acuarelas y videos animados de la artista colombiana Ana María Millán.
Los cómics, las películas, los videojuegos y la fantasía son algunas de las herramientas que Millán utiliza para resignificar el tiempo y la figura humana que reclama un espacio en el mundo.
Según Valdés, esta presentación reúne trabajos que se presentan por primera vez en el país. Además, fueron hechos en colaboración con la galería Kunstinstituut Melly de Rotterdam.
Un último día perfecto
Unas remolachas sembradas en el Laboratorio 3 del Museo son el escenario final de este breve recorrido. Un cuarto atiborrado de una luz morada, con una luz blanca que imita al sol y un sonido envolvente son los elementos que intentan mantenerlas con vida.
Reflexiones en torno a la soberanía alimentaria y la explotación a gran escala del suelo son algunas de las ideas que pueden abordarse a través del trabajo del artista colombiano David Vélez.
Para Valdés tener exposiciones distintas es una oportunidad para combinar ideas, prácticas y maneras de entender el arte, “son miradas propuestas desde distintos lugares, no solo geográficos sino también intelectuales”.
Hay pues acercamientos a problemáticas y preocupaciones que tiene el Museo como institución, “esa relación con el entorno responde mucho a la coyuntura en la que hemos estado los dos últimos años”. Aquella marcada por una pandemia que ha sido consecuencia de la intervención humana desmedida en la naturaleza