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Suena absurdo. La cruz en la que murió Jesucristo fue elaborada con maderos de un olivo especial, uno que se reproducía permanentemente, incluso luego de ser talado. Esto no lo dice la Biblia, sino El Libro de las maravillas del mundo, del viajero Juan de Mandeville, del siglo XIV.
El protagonista va andando incansable, en especial, por tierra santa. De ser cierta, esta circunstancia explicaría por qué existen supuestos trozos de la cruz en tantos lugares, señala el escritor Memo Ánjel —de origen judío—.
Sobre el asunto, monseñor Jorge Aníbal Rojas Bustamante, especialista en Derecho Canónico, Internacional y Diplomacia Eclesiástica, dice que el tal olivo podría tener propiedades estando vivo, pero no ya en la cruz, que estaba hecha de maderos muertos.
Siguiendo por este camino, el religioso afirma que si se juntaran las astillas que aseguran hacían parte de la cruz en que murió Jesús, se podría reconstruir un bosque.
La Cruz, el Grial, el Paño de la Verónica, el Santo Sudario, los Clavos de la Cruz y la Corona de Espinas han sido motivo de investigación, reflexión y ficción, por parte de historiadores, teólogos, filósofos y escritores —en narrativa y poesía— y artistas plásticos.
La pasión y muerte de Jesucristo siempre ha sido buen tema, dice el teólogo Diego Uribe. “Ha habido una curiosidad cultural por saber qué pasó efectivamente”. Recomienda como fuentes serias los trabajos de los Franciscanos de Tierra Santa.
Para hablar de su existencia, solamente se cuenta con la Biblia, y en este punto los historiadores se descontrolan, dice Memo Ánjel, porque no tienen otros documentos para contrastar. Ahí se activan los novelistas. Por eso vienen las historias literarias de búsquedas del Santo Grial, de la Cruz y del Sepulcro de José de Arimatea.
Ánjel indica que “una religión sin características mágicas, asombrosas, no funciona. El misterio hace que siempre estemos buscando las cosas”.
Monseñor Rojas señala que no hay certeza de los sitios donde sucedieron los hechos sagrados, porque la fuente principal son los Evangelios y en estos dan el nombre del lugar, por ejemplo Betania, pero no dan coordenadas. “Algo que sí está confirmado es el recorrido del viacrucis —afirma el religioso—. Era el trazado del tránsito al que obligaban a los condenados a morir en cruz, ascendiendo por escalas hasta el Monte Calvario”.
Y advierte que no se puede olvidar que Jerusalén fue destruida. Tampoco, que como esas reliquias son, en su mayor parte, de material orgánico —la cruz, de madera; el grial, de madera o metal; la imagen de cristo en el paño de la Verónica y el sudario, de tela; la corona, de espinas; los clavos, de hierro—, no resistirían el paso de dos milenios sin desintegrarse. “Si en esa época hubiera existido la técnica de empacado al vacío que existe hoy, podríamos aceptar su autenticidad”.
Memo Ánjel cita una idea del psicoanalista Carlos Gustavo Jung en su libro El hombre y sus símbolos: los símbolos guardan los sueños del hombre.