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Cerrar los ojos y abrir los oídos es una recomendación casi inverosímil en una época en la que la realidad y la vida entera parecen una sucesión acelerada e inagotable de imágenes. Da la sensación, el vértigo, de que bajar los párpados, incluso para dormir, implica una pérdida en la existencia, una desconexión del mundo, una angustia constante. Es el signo de una era dominada por lo que vemos, “oculocéntrica”, le dicen los expertos, a destajo, so pena de constreñir la experiencia humana exclusivamente a lo que nos entra por los ojos.
Este dominio visual aplastante genera reacciones en contra, que buscan privilegiar otros sentidos y otras formas de relacionarse con el entorno, de explorar y conocer la realidad, que han encontrado en las últimas décadas y en el universo digital nuevas posibilidades de “hacerse escuchar”.
Entre ellas se encuentran los exploradores del sonido, artistas, científicos y aficionados de oídos muy despiertos —y con instrumentos tecnológicos de captura de audio al alcance de cualquiera—, en misión constante por descubrir a qué suena el mundo exterior para experimentar y crear nuevas formas sonoras que conecten con nuestro interior y expandan la experiencia y el conocimiento.
Esta semana —el pasado 18 de julio exactamente— se celebró el Día Mundial de la Escucha, en conmemoración a la fecha de nacimiento de Raymond Murray Schafer, compositor, teórico musical, educador y ambientalista canadiense, quien acuñó el término “paisaje sonoro” para referirse a la totalidad de los sonidos presentes en un entorno particular. Murray, quien murió el 14 de junio de 2021, fue uno de los pioneros del Proyecto Mundial de Paisaje Sonoro, que tiene como objetivo estudiar y documentar los paisajes sonoros del mundo y su evolución, así como la percepción del sonido y la importancia de la escucha en la experiencia humana.
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Desde hace por lo menos una década, en Medellín y el Valle de Aburrá existen de este tipo de exploradores, individuos y colectivos a la caza constante de sonoridades, radares humanos que hacen sonar sus alarmas para advertirnos que cuando cerramos los ojos, el mundo no se acaba, apenas comienza. Aquí tres de los proyectos locales más significativos que desde la ciencia, el arte y la preocupación por lo urbano y la naturaleza están proponiendo nuevas miradas sonoras.
Auditum
Es uno de los veteranos de la reflexión y la experimentación con el sonido en la región. Una plataforma de escuchas que reúne ideas, manifestaciones y prácticas en torno al sonido, las artes transmediales y el acto de escuchar. Nació hace una década fruto del esfuerzo conjunto de Éter Lab, en cabeza de Miguel Isaza, artista sonoro, filósofo y escritor, y el Exploratorio del Parque Explora, con el liderazgo de Rossana Uribe y Camilo Cantor, para sumarse a una celebración del Día Mundial de la Escucha.
Exploran el territorio a través de procesos comunitarios de creación, reflexión y reconocimiento del patrimonio sonoro regional y se proponen propiciar acercamientos ecológicos, culturales y sociales, por medio de sus sonidos, silencios y oyentes “para impulsar una sociedad que se escucha atentamente a sí misma y a su entorno”, dice Camilo Cantor.
En estos años se ha consolidado como uno de los espacios de escucha y experimentación sonora más importantes del país y ha contado con la participación de alrededor de 100 artistas, músicos e investigadores nacionales e internacionales que han desarrollado una amplia gama de formatos artísticos y académicos.
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En el mes de agosto, junto con el compositor y artista sonoro eslovaco, Juraj Kojs, jurado invitado al concurso de orquídeas de la Feria de las Flores, y la artista colombiana Ana Ruiz Valencia, realizarán una charla-concierto en la que “sintetizarán sonoridades, en tiempo real, que conciernen tanto al ADN de las plantas, como a los sonidos urbanos y otros sonidos de la naturaleza, que permiten explorar la comunicación hombre máquina y la comunicación interespecie”, en palabras de Cantor.
Encuentra más información de Auditum aquí
Lab3
El Lab3 es un espacio del Museo de Arte Moderno para la investigación y creación artística con el sonido como elemento primordial. Desarrollan exposiciones, laboratorios, conferencias, actos en vivo y acciones educativas relacionadas con el arte sonoro, el fomento de la escucha y la experimentación con sonido.
Desde finales de 2015, cuentan con la Sala de Experimentación Sonora [Lab3], hoy a cargo de Jorge Barco, artista sonoro y curador de proyectos especiales. La sala de experimentación sonora es una plataforma para la investigación, documentación, creación y formación de públicos en torno al paisaje sonoro de Medellín. En ella combinan estrategias de educación patrimonial y arte contemporáneo.
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En una de sus exposiciones más grande, llevada a cabo recientemente y denominada Nuevas cronologías del sonido, con la curaduría de Hugo Branco (Portugal) y Jorge Barco (Colombia), se preguntaron por las maneras cómo los artistas vivieron el confinamiento de la pandemia, a partir de sus grabaciones de campo, que combinan arte sonoro, ecología acústica y composiciones electrónicas. Contó con la participación de artistas de Alemania, Suecia, India, Portugal, Japón, España, Australia, Reino Unido y los artistas Miguel Isaza y Natalia Valencia por Colombia.
Encuentra más información de Lab3 aquí
La Vida y el Ruido
Es un laboratorio ciudadano liderado por Maria Clara Rivera, experta en diseño y producción de eventos de innovación social, que elabora propuestas para alivianar la carga auditiva en los entornos urbanos y busca sensibilizar a las personas sobre la contaminación sonora, cómo mitigar sus efectos nocivos y aprovechar las posibilidades creativas del sonido.
A propósito de la celebración mundial de la escucha, La Vida y el Ruido adelanta una programación durante todo el mes de julio que incluye conciertos, talleres, charlas y rutas de escucha por diferentes lugares de Envigado para “adentrarnos en el bullicio vibrante de la ciudad”, die Maria Clara Rivera. En estas rutas de escucha, de la mano de Juan Pablo Trujillo, compositor, tallerista y diseñador de la agenda del mes de la escucha, capturan sonidos de entornos urbanos y naturales y reflexionan sobre cómo nos afecta. Incluyen un recorrido por la quebrada la Ayurá, el centro del municipio, el barrio Mesa de noche y la zona industrial.
Para saber más
¿Qué podemos aprender de los sonidos, los ruidos y las resonancias?, ¿de los murmullos, las reverberaciones y el silencio? El escritor catalán Jordi Carrión, creador del exitoso podcast Solaris, encontró en este formato de audio una forma de educar su propio oído, de paliar su falta de memoria auditiva, al tiempo que ensayaba y reflexionaba sobre el mundo contemporáneo. Así se le ocurrió crear Ecos, una temporada de diez ensayos sonoros en los que habla de “la banda sonora del amor”, “la lengua de los pájaros”, el paisaje sonoro del capital”, “el espectro sonoro del silencio”, entre otros.
“Hay que recordar el resto de los sentidos en un mundo monopolizado por el de la vista. Y el oído, que es su aliado cotidiano, se ha reivindicado durante la segunda década del siglo con la explosión de los pódcast o los mensajes de audio de WhatsApp. Tal vez porque ya teníamos los ojos saturados y la tecnocultura encontró otro canal para llegar a nuestras conciencias. En cualquier caso, en el contexto del Antropoceno, escuchar se ha vuelto urgente”, dice en entrevista con EL COLOMBIANO.
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Aunque no siempre lo percibamos o lo pensemos así, los sonidos son una parte fundamental de la construcción de la identidad, la educación sentimental y la memoria “Desde los te quiero hasta las bandas sonoras de los programas y las ficciones, pasando por la educación formal y sentimental, que son sobre todo orales, o las canciones que hemos tarareado o bailado, los paisajes sonoros nos definen. Hay una memoria en la música y en las palabras clave de tu vida que no es tan intensa en la experiencia visual o gustativa”, dice Carrión.
Conozca la primera temporada de Ecos de Jordi Carrión aquí