Juanes estaba en el piso del vagón del metro hecho una ilustración planetaria: el artista lleno de estrellas, y su guitarra al hombro. También estaba en las ventanas, con Parce, su perro, los dos vestidos de astronautas.
El artista volvió a su ciudad a presentar el octavo disco de su carrera, Mis planes son amarte, que esta vez no es solo un proyecto musical, sino un álbum visual que se puede ver como película. El espacio es protagonista, así como el amor, al que tanto le ha cantado el artista.
El lanzamiento fue en la noche. Lo acompañaron amigos como Fonseca y Carlos Vives, en un concierto privado para mostrar el trabajo de los últimos años, que es además una propuesta en la que mezcla la música con el video. “Es un mensaje muy bonito regresar al lugar donde todo empezó –dijo Fonseca sobre la decisión de Juanes de lanzar su nuevo trabajo en Medellín, en los Talleres del Metro–. El disco es algo completamente novedoso, que invita a la gente a sumergirse de una manera diferente”.
Porque Juanes además experimentó esta vez con los ritmos y mezcló bolero, guasca, reggae, jazz y un montón de sonidos que se escuchan en 12 canciones, de las que ya se habían oído Fuego y Hermosa ingrata, y se había visto el tráiler oficial. Nada más. Hubo comentarios, pocas expectativas. El rumor era que las canciones no escuchadas estaban más fuertes, para emocionarse más. Así nos pasó a muchos anoche.
El artista se metió de lleno en esta propuesta. Por primera vez se atrevió a producirlo por completo y quiso explorar nuevos sonidos, esos con los que quiere hablarle a las nuevas generaciones. No es un trabajo que hizo en solitario. Se unió a Sky, Mosty y Bull Nene Cano, productores de J. Balvin. Aunque no es un disco urbano, aclaró. Es solo su mirada acompañando al paisa.
También estuvieron otros como Fonseca, y juntos trabajaron en Alguna vez: “Una de las canciones más tranquilas del álbum, y eso me encanta. Estoy muy contento. Admiro mucho a Juanes y lo quiero mucho como amigo”, preciso Fonseca parado en la alfombra roja.
La ciudad
Antes de encontrarse en la noche con sus amigos y algunos invitados, entre periodistas locales e internacionales, volvió a mirar y a recorrer ese lugar que lo vio de pelo largo en la banda Ekhymosis al final de los años 80 y en los 90, y donde han repetido sin cansarse canciones como La camisa negra: su casa.
Lo hizo en el Tren de la Cultura, que le hace homenaje al artista. Es la segunda personalidad viva que tiene su nombre tatuado en los vagones del Metro de Medellín. El otro es el maestro Fernando Botero. Los demás homenajes han sido a artistas ya fallecidos como Fernando González, Débora Arango y Porfirio Barba Jacob.
Juan Esteban Aristizábal llegó a la estación Poblado a las 9:10 de la mañana. Lo acompañaban su esposa Karen Martínez y sus hijos Luna, Paloma y Dante. Estaba vestido con un buzo a rayas en tonos verde oscuro y oliva. “Juanes, Juanes, parcero”, le decían algunos. Él levantaba la mano y con el pulgar hacia arriba los saludaba.
Antes de subir al vagón hacia la estación Villa Sierra del cable de la Línea H le mostraron su firma en el tren: esa jota que alarga hasta el final de la s con una línea recta sobre la que escribe el resto de su nombre. Puño cerrado de celebración y un grito: “Ya tengo metro”. Uno que va a acompañar a los usuarios con esa fascinación por el cosmos, que es el arte de su nuevo disco. De su experimento. El primer álbum visual de un artista latinoamericano.
En San Antonio hubo un cambio al tranvía de Ayacucho: la primera vez de Juanes y toda su familia allí. El recorrido por la comuna 9 lo sorprendió con grafitis, y a medio camino entre el Centro y la cima de la montaña la travesía continuó en metrocable. En la última estación eran las 10:30 de la mañana.
La sonrisa se agrandó: Juanes cerró el trayecto en el mirador, con su hijo al hombro y los ojos clavados en la ciudad. Esa que, como dice el poeta Constantino Cavafis, “irá en ti siempre”. Porque los planes de amor de Juanes sonaron en una noche fría, aunque eso no importó. Era su nuevo disco, en su ciudad. Ahí donde empezó todo. Donde ha dicho él, su corazón permanece.