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Empezó el Hay Festival en Jericó

Empezó el Hay Jericó, que se hace por primera vez. Un festival literario en el que se habla de muchos temas.

  • En Jericó empezó el festival que se hace por primera vez. Un festival literario en el que se habla de muchos temas. Foto: Jaime Pérez Munévar
    En Jericó empezó el festival que se hace por primera vez. Un festival literario en el que se habla de muchos temas. Foto: Jaime Pérez Munévar
26 de enero de 2019
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Hay tantas cosas que las palabras permiten. Con ellas es posible iniciar un Viaje al Centro de la Tierra como el que emprendió Julio Verne, luego montarse en un barco para ser testigo de La Odisea de Homero y volar en una escoba para jugar Quidditch con Harry Potter en el mundo mágico que creó J.K. Rowling.

Usted puede vivir en la sombría Londres de Oliver Twist, hablar con fantasmas en Comala junto a Juan Preciado en Pedro Páramo, bailar salsa en el sur de Cali en Viva la Música de Andrés Caicedo, huir del Gran Hermano de Orwell en 1984 y hasta recibir una bocanada de realidad mientras escucha a Bob Dylan cantar The Times They Are a-Changing.

Ese tipo de encuentros entre las letras con toda clase de disciplinas es celebrado por eventos como el Hay Festival, que arrancó ayer en Jericó (por primera vez), seguirá el martes en Medellín y el jueves en Cartagena, y que pone sus ojos sobre el conocimiento intentando acercarlo a los ciudadanos. Sobre eso, Cristina Fuentes, su directora, dijo: “Este es un espacio para la diversidad de pensamientos, de posturas, de intelectos, al que no solo asisten expertos en el universo de las letras, sin todos los interesados en temas variopintos como el cambio climático, el feminismo, la economía”.

La literatura ha hecho parte de esas preguntas que le cuesta resolver a los habitantes de su tiempo. También ha sido la transmisora de historias reales, de ficciones, de desaforados intentos por atrapar el pasado, predecir el futuro, por mantener vivos a los muertos y ha servido para descubrir cómo funcionan ciertos fenómenos científicos.

Y no solo los textos académicos logran calar un mensaje en el lector. Por ejemplo, se puede aprender de música leyendo las novelas de Juan Carlos Garay, de filosofía con Wolfram Eilenberger, de cocina con Laura Esquivel y de enfermedades como el Alzheimer con novelas como Siempre Alice de la neurocientífica Lisa Genova.

Vínculos de hace tiempos

Desde hace mucho se vienen dando esos enlaces entre la literatura y otras áreas del conocimiento. Se podría empezar por las tragedias griegas, escritas alrededor del siglo V (a.C.) y que eran declamadas por músicos que a su vez eran actores y que adicionalmente pudieron haber compuesto esas canciones.

Aunque a través del tiempo la literatura siguió cuidando de a pocos la historia, el Renacimiento fue el momento en el que se volvió a tener consciencia de que no había por qué tener un conocimiento específico.

“El Renacimiento significa abrirse de nuevo a la amplitud de la riqueza del conocimiento”, cuenta el escritor y docente Guido Tamayo. “Por ejemplo, Da Vinci lo que hizo fue ejercer el conocimiento desde un pensamiento científico, literario, pictórico y matemático”.

Aunque parece que cada vez más todo el mundo está viviendo en función de especializarse en áreas particulares y que es muy difícil convertirse en uno de esos hombres hábiles en muchas áreas, esa no es una regla.

“De alguna manera eso, cada vez, tiene menos precedencia. Se está rompiendo esa idea del conocimiento único de una disciplina o de una materia porque la literatura es terriblemente amplia”, señala Tamayo, quien además argumenta que el pensamiento poético no le pertenece únicamente al verso, “también obedece a la lógica matemática, a los movimientos del cerebro o al diseño urbanístico”.

Y los escritores de ahora

Pablo Montoya es uno de esos autores que parece unificar, sin intentarlo, los principios renacentistas de aprender por el deseo de hacerlo.

Dio con la escritura después de haber estudiado otras cosas distintas. Empezó por la medicina y luego pasó por la música. Le interesó siempre la historia, la fotografía y la pintura. “Me di cuenta de que una de las maneras de nutrir la literatura que yo quería escribir era invitando esas disciplinas”, cuenta el santanderiano, quien ha sabido muy bien cómo combinar sus conocimientos.

El ganador del Premio Rómulo Gallegos de Novela por el Tríptico de la Infamia escribió esta obra fundamentándola en el arte y en ciertas obras en particular.

“No es que la novela tenga que ser leída y acompañada con las imágenes en el libro mismo, pero el lector, cuando lee la novela, se ve interesado en mirar esos cuadros y esos pintores. Entonces lo que se produce es una especie de vaivén entre lo que se está leyendo y las consultas que hacen los lectores”.

Sucedió igual con su más reciente novela La Escuela de Música, donde se enredaban esos lazos, pero ahora desde música, creatividad e historia. “Esos puentes me parecen importantes porque despiertan la curiosidad y una inquietud”.

Las letras, siempre prestas para quién decida usarlas (y leerlas) no tienen género o clasificación particular, y quizá esa sea su mejor cualidad: están listas para jugar entre el lenguaje hasta componer juntas lo que dicte una mente sin límites para crear

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autores de toda clase de disciplinas hacen parte de los invitados a la VII edición del Hay Festival en Medellín

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