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La vida en colores de la maestra Fanny Sanín

La artista bogotana recibe esta tarde el título honoris causa de magíster en Artes de la Universidad de Antioquia.

  • La maestra se siente feliz de ser desde este jueves exalumna de la Universidad de Antioquia. FOTO donaldo zuluaga
    La maestra se siente feliz de ser desde este jueves exalumna de la Universidad de Antioquia. FOTO donaldo zuluaga
12 de febrero de 2015
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Fanny Sanín dibujaba cuando estaba pequeña. Usaba colores y copiaba a grandes artistas como Rembrandt y Miguel Ángel, de imágenes que veía en los libros que tenía su papá. La pintora, después de cincuenta años de carrera artística, sigue dibujando con colores.

Aunque estudiar, incluso sin que fuera consciente, empezó en esos libros que encontraba en su casa, que tenían reproducciones, y por los que conoció a artistas famosos, se gradúo en 1960 de maestra en Bellas Artes en la Universidad de los Andes.

La historia académica de la artista bogotana no termina, sin embargo. La Universidad de Antioquia le concederá esta tarde el título honoris causa de magíster en Artes, entre otros aspectos, según el acta, porque “su obra de naturaleza abstracta ha mantenido un nivel de asombrosa vitalidad”.

Ella ya era parte del Alma Máter, por lo menos simbólicamente, con un mural que pintó en 2013 en el coliseo. La única vez, dice, que trabajó en equipo. “Me siento muy honrada, porque no fue la universidad donde yo estudié, y ahora soy parte de la de Antioquia. Ya soy exalumna”.

Un trabajo continuo

La carrera de Fanny, que nació en Bogotá, no ha parado, y se ha visto influenciada por los viajes y los lugares en los que ha vivido. Primero Bogotá, después México, luego Londres y finalmente Nueva York, donde reside hace unos 40 años. Esos recorridos le han mostrado diferentes culturas y la han formado. “Todo lo cambia y lo influye, uno escoge lo que mejor le parece de cada cultura”.

Su obra ha evolucionado durante todos estos años de trabajo, pero siempre desde el abstraccionismo, aunque a ella le parece que es una palabra que se utiliza mal. “Yo no abstraigo nada”, expresa con su voz, que es casi un murmullo. Debería ser arte concreto o no figurativo, que no cuenta una historia.

En sus piezas, no obstante, han permanecido dos elementos que hacen parte de lo que es ella como artista, la forma y el color.

“Su obra ha pasado por muchos momentos, y uno podría decir rápidamente, siendo muy ligero, que es básicamente la misma, y eso en el fondo tiene sentido, pero si tu ves año tras año los avances en la pintura de Fanny hay unos cambios muy dramáticos en la manera como ella entiende la forma, la relación del plano en tanto figura y fondo”, explica Óscar Roldán, jefe del Departamento de Extensión Cultural de la U.de.A.

El color es indispensable, no porque vea la vida en colores (se ríe), sino porque a través de él la obra se expresa. Pensar que si puso un azul, el azul va para algún lado, y que si la pequeña línea que hay en esa obra se va, no hay la misma resonancia.

Mucha gente le dice que se divierte pintando, pero si bien hay placer, la creación es angustiosa. Para la maestra es muy importante que los elementos funcionen. Es estricta y para cada pieza, primero realiza varios estudios. Cinco, 10, 20, los necesarios hasta que llegue el momento de decir, “este es y punto”.

Ese proceso la hace meditar, pensar. Después ya no cambia, pese a que lleguen otros problemas como conseguir el color exacto que encontró dibujando con los colores. “Eso es parte de la experiencia”. Le interesa la unidad, que la pintura sea plana y limpia. Sus obras tienen tridimensionalidad que hacen sentir, señala Óscar, una proyección arquitectónica, como mirar a través de una ventana.

Ventanas que son la vida misma de esta artista, que pinta sin parar, porque “no me he muerto. El arte es el mundo de uno”.

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