Se acerca el Festival Internacional de Poesía de Medellín. Es momento de agitar el ambiente de las palabras, los sentimientos, las ideas y las imágenes verbales, deteniendo la mirada en algunos creadores locales.
A pesar de que muchos poetas han muerto, su poesía vigorosa los mantiene vivos. Y su voz se oye con fuerza en cualquier época. No obstante, sin metáforas, este espacio alude ahora a autores antioqueños a quienes el corazón les late todavía.
Cuando se le pregunta a la escritora Claudia Ivonne Giraldo, escritora y directora de la Editorial Eafit, por los mejores bardos antioqueños vivos, ella primero hace un paréntesis para contar que el más grande de los últimos tiempos ya está muerto: José Manuel Arango. Luego sigue la corriente y habla de los que aún van por el mundo riendo y sufriendo, y menciona tres nombres, para ella fundamentales: Jaime Jaramillo Escobar, Elkin Restrepo y Piedad Bonnnett.
Del primero dice que su obra es deslumbrante, desde los primeros versos, a bordo del Nadaísmo, hasta los actuales, que deja caer muy lentamente, “como en un streap tease de poesía”; del segundo, que posee una voz muy personal, un estilo bello y un trabajo consistente de varias décadas. “Y hay otra voz maravillosa: la de Piedad Bonnett, dueña de gran vigor”.
El escritor Juan Gustavo Cobo Borda coincide con Claudia Ivonne en dos cosas. Una, que no resiste la tentación de mencionar a dos poetas que habitan el silencio hace tiempos: Porfirio Barba Jacob y León de Greiff. La otra, que entre los dos que aún respiran, nombra a dos de los de ella: Jaime Jaramillo Escobar y Elkin Restrepo.
Cuenta que el primero se nutrió en los Evangelios apócrifos y en la poesía de Walt Whitman. “Posee un tono agudamente personal y burlesco”. Cobo Borda habla de su escritura como de piezas de oratoria y proverbios en los que anidan “el miedo, la violencia, los espacios un poco telúricos de los extramuros del país”. Obras que hacen referencia a situaciones límite, encontrando la forma de incorporar la ironía del lenguaje oral.
De Elkin cree que sabotea los modales y las costumbres en poemas y cuentos. Y que en sus obras más recientes consigue recrear los mundos griego y egipcio y, al mismo tiempo, mantener la línea de su pensamiento y expresión.
Dos estudiosos de la poesía y, además, poetas, Gabriel Jaime Franco y Óscar Jairo González, no coinciden entre sí y tampoco con los dos comentaristas anteriores.
Gabriel Jaime, uno de los organizadores del Festival de Poesía, destaca a Fernando Rendón, porque su poesía tiene una línea clara y son definidas sus obsesiones; a Javier Arango, por la economía verbal y porque la sustancia de sus obras es la vida cotidiana, y a Carlos Vásquez, porque posee “una voz muy personal y una obra consistente”. Destaca que los libros de este poeta varían de uno a otro, aunque sus temas son persistentes.
Y Óscar dirige su atención hacia Raúl Henao, especialmente en su libro El partido del diablo; Carlos Bedoya, en Pequeña reina de espadas, y Lucía Estrada, en Maiastra.
Siente una inmensa fascinación crítica por sus obras, motivada por su poder de delirio condensado y por su invocación surrealista.