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Decirles adiós a dos escritores

El miércoles murió uno de los referentes de la literatura brasileña, Rubem Fonseca. Ayer, el chileno Luis Sepúlveda.

  •  Rubem Fonseca
    Rubem Fonseca
  • Luis Sepúlveda FOTOs Efe y Afp
    Luis Sepúlveda
    FOTOs Efe y Afp
17 de abril de 2020
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Eran latinoamericanos, los dos. Rubem Fonseca de Brasil, Luis Sepúlveda de Chile. Y casi comparten el mismo día en el que se fueron: Fonseca falleció el miércoles, a los 94 años, de un infarto. Sepúlveda el jueves, a los 70. Desde el 29 de febrero estaba grave por una neumonía asociada al nuevo coronavirus.

El primero escribía en portugués y el segundo en español, y tenían temas muy distintos (novelas policíacas el uno, la naturaleza el otro). Los dos dejaron sus letras para seguirlos leyendo.

Un recuerdo de cada uno.

RUBEM FONSECA

Escribió 30 libros, dijo en 2015 en la ceremonia de premiación del galardón Machado de Assis. Todos llenos de palabras obscenas, porque eso estaba en su esencia. “Nosotros los escritores no podemos discriminar las palabras. No tiene sentido que un autor diga ‘eso no lo puedo usar’”.

Era un revolucionario de las letras, con un lenguaje directo, violento, erótico, vulgar. En sus obras no hubo miedo ni eufemismos para retratar la naturaleza humana. Él decía que como autor debía contar lo que otros no se atrevían a mostrar. Le gustaba el anonimato, se escondía tras una gorra y unas gafas oscuras cuando salía a caminar por las calles de Leblon, en Sao Paulo, Brasil, donde vivió sus últimos años.

Le faltaron 25 días para cumplir 95 años.

Premios: el Juan Rulfo, el Jabuti y el Camoes (considerado el Nobel de la lengua portuguesa).

Libros para la lista: Agosto, El Cobrador, El gran arte.

En palabras de Quienes lo leyeron

Lo recuerda el escritor colombiano Antonio García Ángel: “Fonseca establece un punto de quiebre en la literatura latinoamericana que se había dado en estados Unidos. Allí, cuando aparece Reymond Chandler, un autor que entra dentro del canon literario más allá de las fronteras del género, porque durante mucho tiempo la novela negra o policiaca fue considerada como de segunda, pero al ganar la admiración de autores como Albert Camus o W. Somerset Maugham, Chandler rompe esa barrera entre la literatura popular de escaso valor y la gran literatura. Eso mismo pasa con Rubem Fonseca. Es un autor que entra al canon literario latinoamericano desde la novela policial, un género menor. Ahí se establece como un autor de primera calidad, eso antes de Rubem no había sucedido en Latinoamérica de esa manera. Habían existido coqueteos de autores como Borges, Bioy Casares, pero ninguno se especializó en la novela negra. Fonseca transcendió a convertirse en un autor de primera del género. Sus obras no solo se quedan en la anécdota policiaca, sino que cuestiona el status quo y el poder, novelas como Agosto (1990), que ocurren durante la dictadura de Getulio Vargas, hablan de la situación política y las implicaciones históricas. Cuando un autor muy de la calle quiere ponerse culto, generalmente le chilla el violín; cuando un autor culto, informado, quiere entrar a narrar el crimen de las calles se ve como un gomelo tratando de parecer malo. Fonseca logra combinar de manera orgánica la sabiduría y el acervo culto con la experiencia de la calle y los bajos fondos. Él también vivió ambos lados, el lado del autor policial junto con su experiencia como juez y lo que vivió en las calles”.

José Ángel Báez, periodista y editor, señala: “Para mí el valor de Fonseca está en que se aleja del realismo mágico, del ‘boom latinoamericano’, que predominó durante años en esta parte del continente, para contar las cosas de otras formas. Desde la violencia, la lujuria o el desamor, mostró una realidad urbana que, si bien tiene como escenario a Brasil, podría aplicar para cualquier gran urbe de América Latina. El realismo de Fonseca es crudo, sin concesiones, bien alguien lo definió como el escritor de la descomposición social. A sus personajes les dio una dualidad: buenos que tienen antivalores y malos que tienen valores, como el asesino que lee a Flaubert y que por principios no mata mujeres, niños y enanos. Y agregaría que le dio un nuevo aire a la novela negra y policiaca (con El gran arte y Pasado negro) en América Latina. Muchos autores surgieron animados por su prosa”.

LUIS SEPÚLVEDA

Iba a ser futbolista, solo que una niña le quitó los guayos. Le iba bien en el fútbol, pero esa tarde que los llevaba al hombro rumbo al estadio vio un camión de mudanzas y él se ofreció a ayudar, y ahí fue que conoció a Gloria. Ese día jugó mal, luego le regaló una foto de la selección chilena firmada por todos los cracks, y ella le respondió que no le gustaba el fútbol, que le gustaba la poesía, y desapareció de su vida. Supo entonces de los amores imposibles y descubrió a Neruda. “Al leer el poema veinte (de Veinte poemas de amor y una canción desesperada), sentí que Neruda lo había escrito pensando en mí, y en mi gloria perdida”. Dejó de jugar, regaló los botines y empezó a escuchar fútbol. No fue por los libros por los que llegó a la literatura. “Yo me hice escritor por el fútbol... La duda es si la literatura habrá ganado algo con mi militancia en la palabra escrita. Y la certeza es la de saber que, por culpa de la literatura, el fútbol chileno perdió a un gran delantero”, La historia la contó en una columna en El Clarín, en 2014.

Era un viajero: vivió en una decena de países. La que es considerada su gran obra, Un viejo que leía novelas de amor, la creó luego de una experiencia en El Amazonas con los indígenas shuar. De ella se vendieron más de 18 millones de ejemplares.

Fue, además de escritor, cineasta y ambientalista. Empezó a escribir inspirado por una profesora de Historia, y a los 17 años publicó su primer poemario. Desde finales de los 90 vivía en Asturias, al norte de España, donde murió.

Premios: Gabriela Mistral de Poesía, de la Crítica y el Terra.

Libros para la lista: Mundo del fin del mundo, Nombre de torero, Desencuentros e Historia de un perro llamado Leal.

En palabras de Quienes lo leyeron

Lo describe Felipe Restrepo, editor y ensayista: “A partir de él surge una especie de movimiento, hoy en día muy importante, que es la ecocrítica. La literatura de Luis quiere recrear y cuestionar nuestra relación con el ambiente, con el medio, y reivindicar, sobre todo, no una visión del hombre hacia el medio, sino del medio mismo, independiente. Como si la literatura contara una naturaleza que no necesita del hombre. Por eso su literatura cuenta personajes animales que tienen vidas propias, que no están sujetos a disposiciones, decisiones o relaciones de poder con los hombres”.

El escritor Santiago Gamboa lo recuerda: “Perteneció a esa generación de escritores latinoamericanos que tuvieron que emigrar de su país por motivos políticos. Era militante y comprometido con Allende y durante el golpe de Pinochet fue detenido... El éxito le llegó cuando surgió su novela Un viejo que leía novelas de amor (1993), la suerte le cambia y empieza a ser un autor muy leído. Luis representó muy bien ese escritor latinoamericano muy comprometido políticamente y con organizaciones ambientales. Es un narrador con una enorme intuición literaria y un grandísimo humor”.

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