Para un librero con más de 20 años de experiencia es un hecho que charlar con un lector es casi como entrar en una experiencia terapéutica. Ese intercambio de palabras, que se traduce en recomendaciones de historias, es una de las razones por la que las librerías siguen vivas, o al menos eso piensa Wilson Mendoza, de Grámmata.
“El librero se convierte muchas veces en un confesor – dice con tono suave y con cierta complicidad – porque conoce tantas cosas a través de la lectura del otro, que el lector puede llegar a confiar en él incluso para contarle secretos”.
Esa ha sido su clave para mantener Grámmata viva en épocas en las que librerías en el mundo deciden cerrar sus puertas. Se dio cuenta de que más que vender libros, el negocio se trataba de esas conversaciones y de entender que un texto podría encajar como un guante a un lector. Quizá no conseguiría subsistir vendiendo cualquier volumen solo por el hecho de hacerlo.
Su tienda abrió en 2013. La principal queda en el barrio Estadio y en vez de achicarse va buscando nuevos espacios para expandir su misión cultural. Según Mendoza, es un trabajo que se sostiene por la pasión y eso se traduce en un alto nivel de compromiso por las historias que un autor decide compartir y, sobre todo, que lleguen a las manos de quien las necesite.
Cuando esa relación se establece, cree él, el resultado es que el negocio no cae, sino que multiplica sus fuerzas. Deja claro, eso sí, que “quien abra una librería pensando que se va a hacer rico, abra otro negocio, porque esto se hace por vocación, por placer”.
El rédito de conocer de manera minuciosa a los libros tanto como a sus clientes es el nacimiento de nuevos lectores y la gestión de varios proyectos que están por estrenarse.
Servir a la imaginación
Una de sus dos nuevas aventuras está dirigida a los más pequeños, se llamará Grammatica y se alojará en la entrada de la Casa Teatro El Poblado.
Aunque la librería principal siempre ha tenido un espacio destinado a ellos, este busca ser una guarida en constante cambio donde ellos podrán leer y oír historias, casi de manera dramatizada.
“En la primera infancia cultivamos todo ese amor por la lectura, más que por los libros”, dice él, y cuando eso se desarrolla es posible que una persona se deje llevar con mayor facilidad por la magia que esas letras producen.
Además, “un libro que para un adulto puede no ser atractivo, puede ser fascinante para un niño”, añade la autora Claudia Restrepo, quien es socia del proyecto. La tienda ya está lista para recibir a sus primeros visitantes, aunque se presentará de manera oficial este jueves 14 de marzo con la participación de Mario Mendoza desde las 6:30 p.m.
Más y más letras para todos
La segunda hazaña en la que Grámmata trabajará este año es estrenar una nueva sede en Laureles. Esta librería de barrio pretende “darle más espacio a los lectores que a los mismos libros”, señala Mendoza.
Otro de sus propósitos, además de importar títulos que no se consiguen con facilidad en Colombia, es divulgar el trabajo de escritores latinoamericanos que de pronto no alcanzan a llegar a las vitrinas. “Hay un montón de autores que aquí no se consiguen por ser de editoriales pequeñas –insiste–, entonces lo que hemos hecho es destacar la literatura independiente”.
Para no perder el contacto constante y personalizado, Mendoza estará viajando entre sus sedes y ya está capacitando a nuevos libreros para que asuman la labor confesionaria con toda la seriedad.
La inauguración oficial de la sede en Laureles estará a cargo de Juan Diego Mejía y Pablo Montoya en un conversatorio sobre la reedición del libro La Sed del Ojo.