Es difícil emprender el camino de quien se aferra a proyectos valiosos, pero no tan rentables en un medio complicado como lo es la astronomía. Javier Fernando Rúa Restrepo es un reconocido gestor científico del Desierto de la Tatacoa, un lugar en donde la naturaleza se traduce en tecnología, ciencia y cultura.
“En mi cabeza, después de 16 años de vaivenes en el Desierto de la Tatacoa todavía me atraen los mismos pensamientos. Lo que noche a noche me llena es seguir observando el cielo, el desierto, sus paisajes y su gente”.
Javier Fernando ganó El Colombiano Ejemplar en 2014, en la categoría Turismo. “Cuando gané me sentía en un sueño. Esa es mi responsabilidad día a día, ahora tengo una gran misión, soy un Colombiano Ejemplar, todavía me levanto pensando en el día en el que recibí el premio. Soy consciente de la responsabilidad que tengo, mis acciones deben trascender hacia el futuro. Este reconocimiento lo ayuda a uno a ser más ser humano, así que debo seguir adelante luchando por mis convicciones”.
Aunque muchas cosas han cambiado desde entonces. Él hacía parte del Observatorio de la Tatacoa y organizaba la Fiesta de las Estrellas y charlas educativas sobre astronomía: la gente llegaba en las noches al observatorio, él ubicaba las estrellas que el cielo permitiera ver ese día, los turistas iban pasando uno a uno, les ayudaba a tomar fotos de la luna y luego, mientras la gente se tiraba en el piso a seguir mirando al cielo ya sin telescopio, empezaba a hablar.
“Últimamente no ha sido fácil. Hace cinco meses no hago parte del Observatorio”, dice. El cambio de administración de Villavieja transformó el proyecto y él salió con su fiesta y sus charlas. Solo que para Rúa ese no puede ser el final, y debe seguir con el ejemplo.
“El proyecto al que le he entregado mi vida no podía parar ahí. Tantos años acampando solo, recorriendo cada rincón del desierto, documentando, aprendiendo y enseñando, no se pararían. Este es un propósito que siempre ha buscado trascender hacia el ser, hacia el pensamiento y la educación. Es por ello que actualmente sigo cultivando mis proyectos dentro de otro espacio, en una posada llamada El Tigre de Marte”.
Para el astrónomo, allí no existe tiempo, y se la pasan horas y horas contemplando las estrellas, el sol, los planetas, la inmensidad. Ahora incluso hay una nueva meta: “levantar mi propio observatorio, enfocándome en aspectos más profundos. Quiero realizar un aula externa desde una perspectiva más didáctica. Me ha tocado empezar desde cero, trabajando con mis propios recursos. No ha sido fácil, pero el turismo me ha dado las herramientas económicas y la energía para sobrevivir, porque más allá de la enseñanza, lo que me interesa es la divulgación del Desierto de la Tatacoa y sus bellezas”.
A Rúa lo inspira mirar al cielo. Ser un colombiano ejemplar empieza por soñar, para luego contagiar a muchos.