El dj y productor de música electrónica, Alejandro Vélez, falleció este lunes dejando un gran vacío en la escena local. Reconocido no solo por su obra, sino por la inquietud que le generaba el arte, sus ganas de experimentar, compartir conocimiento y ver crecer el gremio, que impulsaba desde su club Calle 9+1, de donde era uno de los socios.
“Es algo muy sorpresivo, porque estaba trabajando mucho en su club, que se había constituido en un referente del movimiento nocturno de la ciudad”, cuenta el gestor cultural Santiago Arango, quien resaltó la carrera de Alejandro en la cultura, desde sus primeros años como integrante en la banda de punk Alopecia, hasta convertirse en dj y productor, pionero de la experimentación con el género en la ciudad y en la creación de un sello discográfico digital (Series Media) para la promoción de artistas, labor que siguió enriqueciendo con los años y que ahora desempeñaba desde Calle 9+1.
Se le conocía como Vélez en su faceta de dj y su show en vivo se definía como “experimental, crudo, directo y arriesgado”, sin inscribirse en ningún género, pero “sin perder el funk y el buen humor”. Trabajó todo tipo de formatos y lenguajes estéticos de la música contemporánea, lo que lo llevó por varios rincones del mundo para aprender y colaborar.
“Era como una hormiga trabajadora, un soñador que estaba mirando todo el tiempo qué hacer para destacar artistas, sacar a relucir sellos discográficos generar compilados y enseñar, con Radiónica hicimos ejercicios para que los niños se acercaran a la música electrónica. Un gran fiestero, amante de la noche, y un viajero imprescindible que iba a muchos territorios a vivir experiencias para materializarlas en canciones. Un pedacito del corazón sonoro que se le va a Medellín. Alejo hacía parte de la fiesta, pero también del engranaje para que la música de la ciudad respirara”, afirma el periodista Diego Londoño.
Tocó en festivales, por todo el mundo y en Medellín pasó por Altavoz, cuando se tenía un espacio dedicado exclusivamente a la música electrónica. Fue el primer colombiano en participar en los laboratorios musicales de Red Bull, por lo que estuvo en Canadá con figuras de la música global.
Su espíritu colaborativo y de gestor lo llevó a trabajar en espacios como Patio sonoro en el Museo de Antioquia junto con David Medina, donde diferentes actores de la escena musical local se encontraban para el fortalecimiento y la proyección de su trabajo, apostando por el potencial transformador de la música en los territorios. Medina recuerda que “siempre se caracterizó por la sensibilidad, tenía muchas habilidades para compartir y trabajar en equipo. Era cálido, sociable, muy cariñoso y respetuoso. Con tremendas habilidades para la comunicación, muy creativo. Le gustaba tender puentes, generar saberes, compartir, dialogar. A nivel musical, Alejandro fue visionario”.