El gran Charles Aznavour, quien falleció este lunes en París a los 94 años, le comentó una vez a la BBC que “la chanson francaise (canción francesa) estaba compuesta de buena letra y, de ser posible, buena música”. Mientras que, para él, la inglesa o norteamericana pasaba por un proceso inverso: estaba hecha de buena música, pero la letra quizá no era siempre la mejor.
La francesa se deriva de la herencia misma de los trovadores, los contadores de historias cuya principal función era la de contar historias y llevar consigo el legado de la oralidad.
Ese fue también el rol de los artistas cobijados por ese manto de la chanson, que ante todo buscaban excelencia lírica porque lo que pregonaban era más que todo poemas hechos canciones.
Eran grandes intérpretes que permitían casi visualizar lo que expresaban con sus voces y aunque hubo cantantes magníficos, como Edith Piaf, Maurice Chevalier, Juliette Greco, Charles Trenet y, por supuesto, Aznavour, sus letras eran lo que más admiraba su audiencia.
Aunque se afirma que Aznavour, recordado especialmente por La Boheme, era ese último caballero de la canción francesa, aún hay múltiples artistas franceses que le apuestan a crear repertorio rico en letras, así se apoyen desde diferentes géneros. Algunos de ellos, incluso, le han rendido homenaje a esas antiguas generaciones.