Julia Salvi recuerda el primer Festival Internacional de Música de Cartagena con nostalgia y, también, con la gran satisfacción de un sueño cumplido. El proyecto, creado por la Fundación Salvi, ha promovido desde el año 2006 el trabajo interinstitucional como una manera de fortalecer los proyectos musicales que se realizan en Colombia, no solo con muestras artísticas y organización de importantes conciertos, sino con programas educativos, becas y actividades de apoyo para la industria musical local y nacional.
Este año, la entidad celebra con orgullo una idea que ha influenciado de manera positiva la vida cultural del país, con propuestas musicales de largo aliento, y que hoy se encuentra a la altura de los grandes festivales de música del mundo.
¿Cómo recuerda el primer Festival de Música de Cartagena?
“Como una experiencia conmovedora y de mucha responsabilidad. Nunca había hecho un festival antes, esto era algo nuevo para mí y cuando uno hace algo que no conoce y que no ha hecho antes, cada paso se convierte en un momento especial. Por eso y por la inocencia con la que uno hace las cosas, las reacciones vienen después con una mirada de asombro, donde dice uno ‘¡Dios mío, qué responsabilidad tan grande!’ . Eso fue para mí maravilloso, además, porque la respuesta superó todas las expectativas”.
¿Desde sus inicios, el festival ha tenido buen respaldo del público?
“Sí. Logramos hacerlo con la voluntad de la ciudad, con las personas que nos conocían y nos tenían confianza en las cosas que estábamos haciendo, y con un público que deseaba con ansias un proyecto en una ciudad donde no era de esperarse que pudiera ser el escenario perfecto”.
¿De dónde nació la idea de hacer un festival como este?
“De la misma Cartagena. De sus espacios, de caminar por sus calles, de conocer los lugares y de todo el potencial que históricamente tiene y del que quedan recuerdos vivos de esa historia. Eso transmite la misma sensación que transmiten los pueblos de Europa donde nacieron festivales similares al Festival Internacional de Música de Cartagena”.
¿Cómo ha sido la evolución del Festival desde el primero hasta ahora, cuando llegan a la edición número diez?
“Buscamos la cultura del mundo europeo que se encuentra con nuestra propia cultura, con nuestra propia evolución y la evolución de los programas en los que el país ha estado trabajando y que eran importantes tener en cuenta para hacer un empalme con esos músicos maravillosos que tienen un proceso, una historia y una tradición que nosotros apenas estamos construyendo.
Estos diez años nos han servido para propiciar ese encuentro y para mostrar hoy, en esta edición, las cosas que hemos construido desde múltiples aspectos. Desde la imagen, contando con la experiencia también de nuestros mejores artistas plásticos o desde todo el trabajo que se ha hecho en lutería.
Nos interesa dar cuenta de cómo nace y crece una escuela, de cómo son las clases y los lugares que se diseñan para aprender, entre otros. Buscamos un continuo aprendizaje y un encuentro entre las regiones de nuestro país, que logre conectarse con la historia que vivimos hoy en día. Todo ha sido una integración social”.
¿Desde un principio el Festival se pensó como un espacio académico?
“Siempre se pensó que fuera académico porque sabíamos que, de alguna forma, había unos vacíos, sobre todo, en la experiencia vivida sobre cómo, dónde y de qué manera me sitúo yo como músico delante de los demás músicos internacionales, de cómo estoy yo, por ejemplo, generamos el espacio para pensar: ¿realmente soy un pianista preparado para enfrentar una carrera artística? Todas esas reflexiones se pueden hacer cuando estás delante de una oportunidad que muchos de nuestros jóvenes no la tienen, porque no pueden salir del país o porque, aunque pueden escuchar la música y la pueden ver en videos, no pueden hacerlo en vivo y al frente de grandes músicos. Esta es la oportunidad que hemos querido darles desde que nació el Festival”.
¿Cómo ha cambiado la audiencia en estos diez años?
“Creo que en principio fue una gran curiosidad y los amantes de la música lo recibieron con gran complacencia porque se sorprendieron con la calidad del evento y con los espacios que la ciudad ofrece para los encuentros musicales.
Encontraron que su ciudad se volvió carismática, viéndola de una manera distinta, porque cuando asistes a un concierto de estos y ves los espacios que tenemos, observas, lo admiras, lo quieres y aprendes a conocerlo.
Y los que tenían una gran curiosidad porque no sabían de qué estábamos hablando en cuanto al conocimiento profundo de la música clásica se interesaron, muchos inclusive hacen los cursos y participan en las conversaciones para aprender y profundizar. Hemos ganado un público maravilloso de todos los estratos y de todos los rincones a donde llevamos la música. Es un público fiel al Festival, tan fiel, que hace que otros públicos vengan a vivir la experiencia que ellos viven, tanto de nuestro país como de otras naciones”.
¿Existe un porcentaje
importante de asistentes
extranjeros?
“Sí. Crecen a medida que los espacios que tenemos se disponen. Hemos querido manejar un balance de oportunidades para nuestro país en específico, sin dejar a un lado a Suramérica.
Después, teniendo clara cuál es la capacidad que tenemos para recibir bien a todas las personas que son amantes de la música, –incluso en este tipo de festivales hay personas que requieren de un lugar o un puesto en un escenario bastante definido–, entonces vamos abriendo más posibilidades, sin embargo, la prioridad la hemos dado a los que, de algún modo, han seguido el Festival año tras año ”.
¿Cómo el Festival ha logrado influenciar la vida cultural del país y en particular la de Cartagena?
“Creo que ha sido positiva, y creo que ha tenido una gran influencia en los jóvenes que hoy en día hacen parte de las orquestas juveniles, porque cuando ellos viven la experiencia con grandes músicos y descubren las habilidades y capacidades que ellos mismos tienen, así como los elementos que les han hecho falta para poder lograr sus propósitos, pueden proyectarse de una manera más clara y esforzarse para hacer parte de esas orquestas juveniles; pueden prepararse, reflexionar. De hecho, hemos visto en estos diez años cómo han crecido y han nacido proyectos de orquestas y hasta programas de música importantes, como la Red de Escuelas de Música de Medellín. A ellos hemos querido apoyarlos mucho y ha sido algo extraordinario”.
¿Desde la Fundación Salvi, organizadora del Festival, se siente que se han cumplido los objetivos que se tuvieron en un principio o falta mucho más por hacer? ¿Cuáles son sus grandes retos?
“Creo que sí se han cumplido los objetivos. Solo falta por hacer un continuo de enseñanza de cómo se hacen las cosas, de cómo se cuida una ciudad, de cómo se construyen espacios de conciertos, de cómo se planea una educación, de cómo se respetan los espacios cuando se hacen eventos como este. Es un continuo seguir, porque tenemos una sociedad que aún está en proceso de aprendizaje”.
Este año se organizó una muestra homenaje a la artista Olga de Amaral. ¿Cómo piensan seguir vinculando las artes plásticas con el Festival de música?
“La relación con el arte es fundamental, es importante que nuestros jóvenes conozcan y se acerquen al trabajo de nuestros grandes artistas plásticos. Así como tienen un proceso de aprendizaje musical, tienen también la oportunidad de descubrir quiénes son los artistas más representativos del país.
Creo que es importante conectar la plástica con la música. Además, es una excelente posibilidad de dar a conocer al mundo artistas que, si bien ya se conocen en otros países, tienen una expresión mayor cuando los presentas en este tipo de eventos”.
35
mil asistentes se esperan para esta edición del Festival. Un gran avance comparado con el primero, que tuvo una audiencia de 15 mil personas.
380
artistas, aproximadamente, participarán de la décima edición del Festival Internacional de Música de Cartagena.