A Eustiquia Amaranto Santana sus canciones de bullerengue le llegan de sopetón, incluso cuando duerme. Por eso en la penumbra de su casa, en el barrio Juan XXIII de Turbo, Urabá antioqueño, se levanta y, como ella misma cuenta, se toma un buche de agua, le suma un tinto frío y se pone a “estrofar” sus canciones, las mismas que hoy, a sus 92 años de edad, quiere grabar en su primer trabajo discográfico.
Son sus letras un clamor. En cada estrofa, Eustiquia o “la Justa”, como es reconocida en esa subregión de Antioquia, cuenta la historia del conflicto que los ha agobiado por tantos años, la desaparición de su padre, el dolor de una madre, el abandono; pero también sus canciones son una alabanza, un canto a la vida, y sus estrofas se convierten en agradecimiento a Dios, a quien, dice ella, le debe todo, incluso una segunda oportunidad sobre esta tierra luego de que en junio pasado fuera internada en una clínica después de un concierto con su grupo Brisas de Urabá.
“Le canto a mis hijos, pero especialmente le canto a Dios nuestro Señor, que es el único que nos lleva por donde andamos; le canto a mis nietos, a nuestra Madre Santísima”, dijo Eustiquia a EL COLOMBIANO.
Una larga carrera
A los ocho años y en su natal Turbo, Euistiquia escuchó cantar la voz que se convertiría en su inspiración: Silencia Simanca. “Fue como un rayo”, dice la matrona, y desde ese momento se escapó de su casa cada tarde para aprenderse las canciones de su maestra secreta.
“Yo me volaba por el patio de la casa de mi abuela, que fue quien me crió, y me iba para donde ella. Allí aprendí mis primeros pasos hasta que ella me descubrió y me enseñó muchas de las cosas que sé”, recuerda. Sin embargo, Eustiquia nunca fue a un baile. Todo lo aprendido se quedó con ella, incluso hasta después de su matrimonio.
Een 1984 empezó a ser cantaora. Sus letras se fueron regando, como se ha regado esa tradición oral de contar lo que pasa en sus parcelas. Comenzó a integrar el grupo Brisas de Urabá, el cual hoy lidera, y empezó a llenar de folclor y tradición las tierras urabaense y chocoana, así como lo han hecho Petrona Martínez y Eloísa Garcés, verseadoras más representativas de este género musical colombiano.
Su hija Bertilda Amaranto lo confirma. “Ella nació en su bullerengue y esa es su meta. Quiere grabar para que se escuche todo lo que ha aprendido y todo lo que sabe”, dice, y agrega que lo que más admira de su madre es que a sus 92 años de vida, “todavía se maneja sola, es un roblecito”.
A grabar la historia
Sin un soporte que eternice las historias cantadas por Eustiquia, los gestores culturales de Urabá coinciden en que es necesario que grabe una producción que contenga ocho de sus canciones.
El coordinador de Extensión Cultural de la Universidad de Antioquia, Urabá Ruiz Tabares, expresó a EL COLOMBIANO que grabar las canciones de Eustiquia es mantener el relato vivo de las tradiciones ancestrales, cuyas vivencias plasmadas se relacionan con hacer memoria del Pacífico y el Caribe colombianos.
“Eustiquia representa el antiguo y aún vigente matronado de las mujeres hacedoras de memoria. Es una de las únicas cantaoras que pueden conectar al Caribe y al Pacífico. La maestra ha logrado conectar estos mundos y solo es posible a través de sus experiencias de vida que han fluctuado entre el Atrato y haber nacido en Turbo; el Caribe por sus familiares”, dice Ruiz Tabares.
Para el gestor cultural, las canciones de Eustiquia son las memorias de una tradición renovada, y ella es una mujer que tiene conocimientos de yerbatería, de partería, del cuidado de los hijos, del trabajo comunitario y trabajos pesados como la minería y el trabajo en el campo.
“Es muy importante compartir lo que ella ha cantado y tenemos que hacerlo nosotros mismos con una creación dinámica. Es algo excepcional. Pocas mujeres han convertido esa experiencia en canto que se vuelve baile. El lenguaje universal sigue siendo la música y ella nos permite universalizar la resistencia y el encuentro mestizo de las comunidades”, asevera Ruiz.
Para realizar la grabación, el grupo de colaboradores de Eustiquia decidieron acudir a la buena voluntad de todas aquellas personas que deseen aportar económicamente al proyecto “por que es muy importante para la cultura, porque habla de los legados y sirve de puente del pasado y del presente”. Además, serviría de entrada económica a la matrona cantaora.
Después de su salida del hospital hace seis meses, Eustiquia, o la Justa, ya no escribe ni lee, pero dice que no olvida sus estrofas. Afirma que ese será su legado, para que su descendencia y las otras que vienen aprendan de la grandeza del bullerengue.