Una canción puede plasmar conexiones profundas, a veces incomprensibles, entre dos seres humanos. En el caso de Las Áñez (Juanita y Valentina) eso se evidencia a través de sus canciones, es un enlace que se forjó desde el vientre y que está presente en el ADN de su proyecto artístico.
Ya han publicado dos trabajos, Silbidos (2014) y Al Aire (2017), y sobre el escenario pareciera como si se estuviera viendo doble, porque no se distingue qué voz pertenece a quien.
Ellas fueron escogidas por el cineasta Rubén Mendoza para narrar con su música Niña Errante, su nuevo trabajo y con esa banda sonora ganó el premio a Mejor Música en el Tallinn Black Nights Film Festival. EL COLOMBIANO charló con Valentina Áñez sobre ese desafío:
¿Cómo se involucraron con el proceso de Niña Errante?
“Fue algo muy bonito porque la hicimos varios años después de conocer a Rubén, con quien nos contactamos a través de Edson Velandia (músico). Él compuso la música de El Valle sin Sombra, nos invitó a cantar en el documental. Ya en 2018 trabajamos en la del filme y fue bonito porque no solo cantamos, compusimos. Además es muy de mujeres, de hermanas”.
¿Cómo fue el proceso de composición?
“Fuimos viendo pedazos de escenas, retazos de la película, pero era una parte avanzada de la producción a principios de 2018. Nos envió imágenes y nosotros compusimos tres ideas musicales contrastantes. Es decir, ideas musicales completas que mandamos en un audio. La que Rubén escogió estaba inspirada por el silencio y minimalismo, había pocos elementos musicales. La mayoría es cantada e incluye un pedazo de piano esporádicamente”.
¿Su relación como hermanas las inspiró?
“Las canciones que interpretamos con Las Áñez ya inconscientemente llevan por dentro el hecho de que somos hermanas: las voces se complementan y se contrastan de esa forma. Componemos muy a la par, con gustos similares y seguramente eso pasó con NIña Errante, que el solo hecho de ser hermanas estuvo presente, no había que pensarlo mucho. Se iba a notar que éramos dos personas afines componiendo para la cinta. Siempre componemos para nuestras dos voces, no para un coro, y con esa limitación de formato, queda impregnada la música”.
¿La música entonces se volvió un personaje?
“Rubén la vio como si fuera una hermana más. No sé si decidió eso antes de que se creara o durante el proceso. En la película hay cuatro hermanas y la quinta es la música. Sí sentí que al no ser tan convencional, al ser muy cantada y muy vocal, entraba como la voz de un personaje diciendo algo. No son los bombos y platillos que acompañan una producción gringa, sino que está metida con cautela y eso hace que parezca como si fuera un personaje más”.
¿Qué les dijo este filme sobre su rol como mujeres artistas en este país?
“Nos sentimos muy honradas desde que nos invitaron. Sentimos que es una responsabilidad y un privilegio haber podido diseñar y cantar la música. Al mismo tiempo, sabemos que no es la más convencional y es un riesgo que tomó Rubén y también nosotras, pero es algo que coincide muy bien con nuestro proyecto. Estamos felices de hacer lo que hacemos, dentro y fuera de la película, porque al final seguimos siendo nosotras mismas”.