El Museo de Arte Moderno de Medellín abrió sus oídos a la búsqueda de otras perspectivas para esta temporada de exposiciones, además, estrena una nueva sala, que arranca con la muestra “Débora Arango y la denuncia social 1940-1958”. “Es un ciclo muy colombiano, dedicado a distintas generaciones y a prácticas muy diversas dentro del arte colombiano, desde el modernismo expresionista de Débora Arango hasta investigaciones en la cultura popular”, explica Emiliano Valdés, curador jefe del Mamm.
La Sala D, que hará parte de los espacios para la exposiciones temporales del edificio Talleres Robledo, esta vez se ocupará de resaltar la obra de Arango, una de las firmas más importantes de la colección del Museo. Tres de las obras en la muestra (“Paternidad”, “Pordiosera” y “Patrimonio”) se verán por primera vez en esta institución.
La selección está compuesta por piezas que ella pintó en los años 40 y 50 y que se unen temáticamente alrededor de la denuncia social y las condiciones del país en esas décadas (ver ayuda).
Diálogos de futuro
A la mirada de Arango se suman otras conversaciones plurales, que vienen de un ejercicio del Museo por mostrar otras perspectivas.
La primera es “Tiempo para escucharnos. Manifestaciones del arte indígena en Colombia”, donde se reúnen en la Sala B del edificio Talleres Robledo diferentes visiones del arte indígena colombiano, desde piezas en el sentido occidental hasta elementos rituales o de uso común que terminan por adquirir otros significados entre las paredes del museo. Una idea que implicó crear un equipo curatorial de múltiples orígenes, para configurar una primera selección, y luego encuentros con las comunidades para configurar la muestra.
No es la primera vez que el Museo incluye este tipo de manifestaciones en su programación ni hace estos ejercicios de trabajo en equipo con actores externos, pero sí es una puerta que se abre esta temporada, pues se espera que la exposición llegue, a los territorios de los que se alimentó, para ampliar la conversación.
El otro ejercicio fue la convocatoria nacional que se hizo para el espacio de Programa C, esta iniciativa que tradicionalmente entrega la Sala C del Museo a un curador emergente para que monte una obra con un artista joven. En esta edición dejó de ser por invitación para recibir propuestas de distintas regiones del país. Llegaron alrededor de cien aplicaciones que tuvieron que ser analizadas con el mismo respeto y trabajo con el que fueron hechas, para finalmente encontrar tres propuestas que llenarán el calendario en adelante. La primera de ellas es “Ensayo sobre pandillas, videojuegos, internet y palmeras” de Johan Samboni bajo la curaduría de Helena Producciones.
La apertura implica más trabajo y tiempo, por supuesto, pues se trata de escuchar otras voces, dialogar y conocer, pero, de igual forma, resulta en nuevos conocimientos, formas de hacer y perspectivas que amplían la visión institucional con la intención de que suceda lo mismo con los públicos. “Si bien cada una de esas expresiones le habla más directamente a un tipo de público, esos públicos se pueden enfrentar a los otros discursos y puede ser que, a través de esa experiencia, amplíen sus intereses, su universo de conocimiento”, afirma Valdés.
La apertura viene del reconocimiento de la diversidad que se está experimentando en la sociedad contemporánea, así como de la ebullición de ideas en la pospandemia, que terminó flexibilizando la capacidad de cambio. Aquí, el detalle de las muestras.