A la Virgen de la Candelaria la rodea una aureola, en señal de santidad, y 12 estrellas asociadas a los 12 apóstoles y las 12 tribus originarias de Israel. Sostiene en un brazo al niño Jesús de rostro rollizo y con el otro un candelabro (de ahí su nombre), símbolo de iluminación del camino de Dios (esa es una interpretación). La misma mano sostiene una canasta con dos pichones que según el relato bíblico debían ser entregados en ofrenda cuando se presentara al niño en el templo.
El incendio de Notre Dame mostró la relevancia de las iglesias. Entre sus bóvedas y naves había arte, patrimonio, memoria y riquezas que superan su valor sacro. Las representaciones escultóricas y pictóricas son un tesoro invaluable. Un ejemplo es la Catedral Metropolitana de Medellín, que resguarda en sus bóvedas un pequeño museo de arte religioso privado, con cerca de 40 pinturas de los siglos XVII, XVIII y XIX, y 15 esculturas, entre el XVIII y XIX.
Arte, religión o política
Las imágenes religiosas han guiado, formado e incluso dominado ciudades latinoamericanas, ya que la historia de la colonización española sobre los pueblos indígenas estuvo ligada con las imágenes sacras replicadas en los cuadros, explica la investigadora y curadora Sol Astrid Giraldo.
La representación sacra en la ciudad, añade ella, está en tres órdenes. Primero, el religioso, porque es una “sociedad católica y de culto”. Segundo, el político, porque a través de imágenes los españoles hicieron una conquista de poder. Y de último, su cualidad artística, porque la mayoría de imágenes son fundacionales de la época colonial, de las primeras que llegaron de Europa.
“Estas pinturas fueron usadas como patrones morales para el pueblo, era la Biblia para los iletrados; se enseñaba y evangelizaba”, explica.
El investigador Gustavo Vives, autor del libro Presencia del arte quiteño en Antioquia : pintura y escultura, siglos XVIII-XIX, comenta que “el arte estaba al servicio de la religión durante el régimen español. Era una forma didáctica de narrar los misterios y las vidas de los santos”.
Para él, las iglesias son monumentos invaluables. Sin siquiera darle una connotación religiosa, resguardan tesoros que hay que reconocer.
Estos son algunos que encuentra en Medellín:
Un Francisco Antonio Cano en la catedral
El Cristo del perdón lo empezó a hacer el pintor en 1900 en París y la terminó en Antioquia 10 años después. Su nombre se le debe a que primero estuvo ubicada en la “puerta del perdón” de la Basílica de Nuestra Señora de La Candelaria (Parque Berrío). Fue patrocinada por un colectivo cívico de alta sociedad llamado Sociedad del Viernes Santo, pero el proyecto quedó a medio camino por falta de presupuesto. Para terminarla se hizo una colecta pública entre las familias más prestantes para ayudar a financiar la obra.
Según el blog del pintor e investigador Humberto Chaves Cuervo, la Sociedad de San Vicente publicó en la prensa local los aportantes; quien no estuviera en esta lista era considerado un “enemigo del arte o bárbaro incivilizado”.
El investigador de arte quiteño, Gustavo Vives, la destaca entre las demás: “La Catedral es como un museo vivo: las vidrieras, las pilas bautismales y El cristo del perdón, de Cano”.
Ahora se ubica en una de las galerías de la Catedral Metropolitana de Medellín.
la pintura más antigua del valle de aburrá
En 2016 se celebraron los 400 años de la llegada de la pintura San Lorenzo al Poblado de Indios –donde ahora está El Poblado–, uno de los primeros asentamientos indígenas del Valle, mucho antes de que naciera la Villa de la Candelaria.
El cuadro llegó de España , de donde era Santo y mártir, muy venerado en su país. “Vivió en Roma. Era diácono y tesorero de la iglesia; lo martirizaron quemándolo vivo”.
Gustavo Vives, que ha hecho varios inventarios sobre arte colonial en Antioquia, cuenta que fue la primera pintura que llegó al Valle de Aburrá, traída por los colonizadores en 1616.
Durante 200 años estuvo en la Iglesia de San José de El Poblado, que tiene ahora una réplica. En la actualidad se encuentra en el templo de San José, en el centro de Medellín.
la candelaria, patrona de medellín
Esta pintura fue un regalo de la reina de España a la Nueva del Valle de Aburrá de Nuestra Señora de la Candelaria, como se llamaba por entonces Medellín.
Llegó a la Basílica Menor de Nuestra Señora de La Candelaria, o iglesia de La Candelaria, a mediados del siglo XVII. Fue un regalo enviado por la reina española Ana María de Austria, con el que buscaba expandir la fe católica a las colonias.
La pintura tuvo poco interés hasta que en 1950 el Papa Pio XII le concedió la coronación canónica. Literalmente, la pintura fue coronada en La Metropolitana con el oro que las mujeres de alta sociedad de la ciudad recogieron.
El óleo se montó sobre un bastidor de madera para que pudiera aguantar los metales. En noviembre de 1981 el cuadro amaneció sin joyas porque habían sido cercenadas de un tajo. Poco tiempo después fue restaurada, nuevamente coronada y ahora cuelga de sagrario del templo de La Candelaria, como un tesoro de los cielos