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La muerte es algo ineludible. Nacemos con la certeza de que en algún momento esta llegará. Casi siempre, es la esperanza, luego de muchos años de vida.
El deterioro natural del organismo, una enfermedad, también la violencia, un accidente, o en casos como el ocurrido este fin de semana en Nepal, una tragedia natural, significan para uno, o para muchos el fin de su ciclo vital, por lo menos de su experiencia terrena.
“El muerto es considerado, de acuerdo con las circunstancias de su fallecimiento, como un héroe. En muchas culturas, entre ellas las africanas, los llaman ‘ancestros’, dignos de recordar. Cuando alguien muere de forma natural y ha tenido tiempo de prepararse para ese gran ‘viaje’ o ‘paso’ que significa el paso de la vida a la muerte, que es otra vida, la noticia de su deceso es recibida con tranquilidad por sus allegados. Cuando se trata de una muerte abrupta, la de los suicidas, los asesinados, los guerreros que mueren en batalla, y quienes perecen en desastres naturales, considerados ya como víctimas, la comunidad, sus seres queridos creen que no estaba listo, no estaba preparado para ese paso”, explica la antropóloga de la Universidad de Antioquia, Francy Esther del Valle.
Esperada, o no, la muerte de una persona genera siempre en su sociedad el desarrollo de una serie de procesos, de rituales que buscan rendir un homenaje, recordar e incluso facilitarle a esa persona el tránsito hacia un nuevo estadio.
“El ritual va más allá de lo religioso, es un homenaje a ese ser que partió, y a la sociedad que lo sobrevive”, plantea el antropólogo forense y asesor de varias firmas de servicios fúnebres, Gregorio Henríquez Gómez.
Aunque dependiendo de la cultura y la sociedad, el ritual funerario tiene unas características particulares, el experto Henríquez Gómez sí identifica algunos elementos que se pueden señalar como comunes a este proceso en el que los vivos despiden a sus muertos.
Se trata de rituales que tienen todos un proceso de preparación del cuerpo con un lavado, una limpieza física y simbólica del cuerpo. Luego se da el momento del homenaje, casi siempre con una exhibición del cuerpo, y luego su disposición final, bien sea en enterramiento, cremación o en algunos, ya no tan comunes, como dejar el cuerpo en sitios especiales para que animales carroñeros dispongan de él.
Y un tercer momento que representa la experiencia vital que deja en los sobrevivientes todo el desarrollo del ritual.
“El ritual del paso de la vida a la muerte significa acompañar al difunto a la nueva vida, la cual es de una forma distinta a la que el ya vivió, donde debe aprender otros lenguajes y otros saberes propios del mundo de los muertos y que en muchas ocasiones serán allí iniciados por sus ancestros, que han estado esperándolos”, plantea desde la visión antropológica Francy Esther del Valle.
El terremoto, que deja hasta el momento más de 2.400 muertos en el Himalaya, permite, más allá del impacto y el dolor inicial, dar una mirada respetuosa a la forma como las diferencias culturas enfrentan su relación con la muerte de los seres queridos.
Sin importar la forma, los ritos fúnebres buscan siempre darles un mensaje de consuelo y de esperanza a los deudos de quienes nos dejan, con mayor razón cuando su muerte es trágica.