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“Trump y Maduro coinciden en su desprecio a la verdad”: Yuval Noah Harari

El historiador israelí volvió al ruedo editorial con Nexus, un libro que fue uno de los más vendidos en la pasada Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín.

  • Harari es una voz autorizada en asuntos relacionados con los cambios tecnológicos. FOTO getty
    Harari es una voz autorizada en asuntos relacionados con los cambios tecnológicos. FOTO getty
16 de septiembre de 2024
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Yuval Noah Harari es un fenómeno de estudio: sus libros sobre la historia de la humanidad y los desafíos de las nuevas tecnologías suelen estar en las listas de los más vendidos. Eso pasó en la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, en la que Nexus, el más reciente ensayo de Harari, con pocos días en el mercado, se convirtió en uno de los preferidos del público.

Harari ya dio el paso que es inevitable que den los autores masivos, bestsellers: ser en sí mismos, sin la ayuda de los medios noticiosos y la publicidad, un referente de algo. En su caso, Harari se ha convertido en una voz autorizada para disertar respecto a las transformaciones que la tecnología ha provocado –y seguirá haciendo– en la sociedad.

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A diferencia de otros filósofos actuales, que son referentes en ciertos sanedrines intelectuales –se me ocurren los casos de Byung-Chul Han y Paul B. Preciado–, Harari ha cautivado a un público mucho más amplio. En parte, este éxito comercial se explica por la forma en que están escritos sus libros. En lugar de acudir a los argumentos abstractos de ciertas modas filosóficas y a los vocabularios para los doctos, los textos de Harari cuentan historias para desarrollar sus argumentaciones. Por supuesto, su formación de historiador le brinda herramientas en la procura de ese objetivo esquivo para muchos de llevarles a las audiencias temas complejos.

Este es uno de los comentarios recurrentes de sus lectores. La mayoría de la gente que lee a Harari encuentra en sus libros el necesario estímulo intelectual para pensar en asuntos cruciales del mundo actual, pero sin caer en el desconcierto por las palabras extrañas y los temas confusos. Tal característica de la obra ha hecho que una parte de la crítica le cuelgue al escritor israelí el título de divulgador y no el de filósofo. Para quienes lo hacen, Harari expone reflexiones que ya están en otras obras, las acerca a los ciudadanos que están por fuera del circuito académico. En todo caso, el hecho es que Harari es uno de los autores más leídos de la actualidad. Esto queda claro en la rueda de prensa que ofreció el lunes 16 de septiembre a los medios noticiosos de habla hispana.

El evento comenzó con una breve presentación del editor a cargo de la versión en español de la obra. Como quien no quiere la cosa, reveló que Harari ha vendido más de 25 millones de libros, una cifra que lo pone en la cima de los filósofos o divulgadores de los tiempos actuales. A renglón seguido, Harari respondió algunas de las preguntas de periodistas de América Latina y España. La tesis central de sus intervenciones fue sencilla: la inteligencia artificial revoluciona el mundo a una velocidad que plantea preguntas sobre sus implicaciones éticas y sociales. Lo que antes parecía un escenario de ciencia ficción, hoy es una realidad. Y esos escenarios no son tan optimistas. Por ejemplo –contó Harari– Irán e Israel ya están implementando sistemas de vigilancia basados en IA, permitiendo un control sobre la vida de las personas sin precedentes.

En este sentido, Harari explicó que la diferencia clave entre los regímenes autoritarios del pasado y los totalitarios que podrían surgir con la IA reside en el control total sobre los ciudadanos. “Los regímenes autoritarios controlaban la esfera política, pero dejaban ciertos márgenes de libertad en la vida cotidiana”, dijo. Sin embargo, la IA cambia todo: “La inteligencia artificial permite una vigilancia total. No necesitas agentes humanos para seguir a cada ciudadano todo el tiempo; ahora tienes cámaras, teléfonos inteligentes, reconocimiento facial y de voz”, dijo.

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Este tipo de control ya está sucediendo en algunos lugares. En Irán, el gobierno ha instalado cámaras de vigilancia con tecnología de reconocimiento facial para monitorear el comportamiento de las mujeres que no cumplen con las leyes de vestimenta. Según Harari, si una mujer es identificada conduciendo sin el velo obligatorio, recibe en su celular un mensaje de texto informándole que ha cometido un delito y que su vehículo será confiscado. Este sistema ha sustituido la presencia física de policías en las calles y ha afinado el control social.

Sin embargo, la llegada de nuevas tecnologías, como las redes sociales e IA, ha generado un “terremoto” en esta base. “Mucha gente confunde democracia con elecciones”, señala. “Sí, las elecciones son importantes, pero no son la esencia de la democracia. En Corea del Norte, por ejemplo, hay elecciones cada cuatro años, pero eso no hace que el país sea una democracia. La verdadera esencia de la democracia es la conversación libre, una en la que se puedan corregir errores, incluidos los del gobierno. En Venezuela hubo elecciones, pero allá no hay democracia”.

Este panorama abre un debate sobre el rol del periodismo y los medios de comunicación en la era de la inteligencia artificial. “La prensa desempeña un papel clave”, dijo Harari y advirtió que los medios deben ser un espacio de diálogo para identificar y corregir errores. “A diferencia de las dictaduras, en las que los líderes rara vez admiten fallos, la democracia permite, en teoría, alternar el poder: se otorga el poder a alguien en la condición de que después de cuatro años devuelva el poder... si ha cometido un error, vamos a probar otra persona”, dijo.

En un momento en el que los algoritmos de inteligencia artificial pueden generar relatos, ensayos e incluso noticias, surge la preocupación de que el periodismo tradicional quede relegado, afectando su capacidad de actuar como contrapoder frente al autoritarismo. El autor señala que el problema no es necesariamente el contenido generado por los usuarios, sino las decisiones editoriales tomadas por los algoritmos, que amplifican ciertas emociones, como el odio o el miedo, porque resultan rentables para las plataformas: “Los algoritmos han descubierto que la manera más fácil de captar la atención humana... es pulsar el botón del odio o del miedo”.

Además, el autor afirmó que esta manipulación algorítmica no es exclusiva de una ideología: tanto la extrema derecha como la extrema izquierda han utilizado estas tácticas para sembrar desconfianza en las instituciones, un factor destructivo para la democracia. El cinismo compartido entre estas corrientes extremistas se resume en una visión del mundo que se centra únicamente en el poder, que lleva a la desintegración de la confianza en instituciones clave como los medios, los tribunales y las universidades: “Tanto la extrema derecha como la extrema izquierda... comparten una desconfianza hacia las instituciones creadas para promover la verdad”.

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