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En las lomas de Manrique Oriental de Medellín empezó a pulir su talento desde muy joven, hasta convertirse en una de las jugadoras más emblemáticas del fútbol antioqueño.
Paula Botero Callejas, dicen sus entrenadoras, es la jugadora para exhibir como ejemplo ante las nuevas generaciones no solo por sus condiciones técnicas como volante creativa, sino por su interés por la academia y por intentar crecer todos los días como persona y como profesional.
Luz Estela Zapata cuenta que a finales de la década del 90 una amiga llevó a Paula al equipo que estaba conformando Liliana Zapata y desde ese momento, cuando la pequeña tenía 9 años y venía de batirse en la cancha contra niños porque en ese entonces escaseaban los elencos de mujeres, esta inició una carrera ascendente, marcada por la disciplina y el tesón.
Obviamente, de mano de su mamá (Patricia), de quien dice que es su “parcera”, y de un grupo familiar que llenaba la mitad de las tribunas cuando la muchacha de estatura baja, ojos achinados y cabello lacio, se presentaba.
La fama de su calidad traspasó fronteras y se convirtió en la primera antioqueña en actuar con clubes del exterior, nada menos que en Brasil, la Meca del balompié mundial. En 2008 jugó en la Universidad UNESC, en la que estudió Fisioterapia, becada año y medio. Luego pasó al club ADTB de Telêmaco Borba. Allí, además de ganar roce, perfeccionó el idioma portugués.
Se encariñó tanto con ese país que el año pasado regresó a jugar una temporada, pero antes tuvo “una enriquecedora vivencia” en el conjunto profesional de futsal de Valladolid, España. La crisis económica de esa nación hizo que retornara pronto al país.
Paula fue campeona con Antioquia y representó a Colombia en fútbol y fútbol de salón, modalidad con la que alcanzó el rótulo de campeona mundial en 2003, en Barrancabermeja, y fue tercera hace dos años en Cataluña.
“Todas estas oportunidades me las ha brindado el fútbol y yo las he sabido aprovechar”, relata la deportista que el año pasado jugó la Liga Profesional colombiana con Envigado Formas Íntimas.
Un deporte que pondera y del cual destaca que ha mejorado el nivel por la estructura de los equipos. “Noto más orden, preparación de los entrenadores. Con el torneo rentado, el fútbol femenino se hace más visible”.
Ella, a la que le tocó entrenar en un escenario en discreto estado, ahora ve con agrado canchas sintéticas y de césped natural que mejoraron ostensiblemente esta disciplina.
La academia y el deporte han ido de la mano en la vida de Paula. Gracias a sus condiciones innatas, que supo pulir, estudió sin pagar un solo peso la carrera de Profesional en Deportes en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid.
Y como el deseo de aprender no mengua en ella, está pendiente de hacer una especialización en Entrenamiento Deportivo y un posgrado en Historia, que siempre le llamó la atención. “Yo, que trabajo con niñas, les insisto en que se preparen y que estudien. El fútbol tiene un límite y de ahí en adelante hay que buscar alternativas. Tener una carrera y ser profesional ayuda más”.
Actualmente está vinculada al Columbus School como profesora de fútbol y participa en un proyecto de Comfenalco para fortalecer el fútbol de salón. “Mientras pueda, ahí estaré para aportar. Me gusta el trabajo formativo con las pequeñas, pero en el futuro no descarto ser entrenadora de una selección (femenina o masculina), algo que exige mucha preparación”.
A sus 32 años continúa activa como futbolista en el club Formas Íntimas, a la espera de la Liga Profesional. “Me siento bien para jugar y entreno sin dificultades, afortunadamente no he tenido lesiones graves. Sin embargo, soy consciente del paso de los años y no quiero forzar mis límites. El día que sienta que debo parar lo haré con alegría, es verdad que me hará falta, pero tengo que ser agradecida”.
Paula Botero, referente de una generación en la que también brillaron, y aún lo hacen, Sandra Sepúlveda, Diana Ospina, Catalina Usme, Daniela Montoya, Nayla Imbachi, Yisela Cuesta y Jénifer Peñaloza, quienes valoran a quien, en un momento, fue su capitana.