Brasil cumplió con una de las dos promesas que hizo antes de comenzar la Copa. Por un lado retomó el cetro como el gran seleccionado de Suramérica y lo hizo con una buena propuesta futbolística, la mejor de todo el torneo, a pesar de algunos ajustes por mejorar.
Pero dejó sin cumplir su otra promesa, la de realizar la mejor Copa América de la historia, pues aunque el mismo director de Competiciones de Conmebol, Hugo Figueredo, no titubeó en tildarla como “la mejor de la historia”, ni los aficionados ni los jugadores ni la prensa internacional que cubrió el certamen y, mucho menos las cifras, avalan la aseveración del dirigente.
Las deudas fueron en todos los niveles; desde la calidad del espectáculo futbolístico, pasando por la poca figuración de las estrellas, los escándalos arbitrales con el VAR en el centro de la discusión y la pobre imagen en los estadios, casi vacíos en varios juegos.
Conmebol no lava su imagen
Las respuestas reprobatorias de Alejandro Domínguez a Lionel Messi tras las acusasiones de este último de corrupción al interior del torneo para favorecer a Brasil, no lograron mitigar una nueva salida en falso de la Conmebol ante el mundo. La dirigencia suramericana tendrá no solo que cargar con la responsabilidad de haber elegido a un operador mediante licitación para adecuar el VAR y que lo hizo con tecnología obsoleta, como software 3D que tardan demasiado tiempo para arrojar la jugada en cuestión.
El analista arbitral uruguayo Ernesto Bari resaltó también la falta de capacitación que mostraron los equipos arbitrales en diferentes partidos, incapaces de tomar decisiones acertadas bajo presión, basadas en el empleo adecuado de la herramienta en apoyo al reglamento.
El resultado fue una especie de VAR “tercermundista” que dará lugar, probablemente, a un fuerte llamado de atención por parte de la Fifa en cabeza del presidente Gianni Infantino, promotor irrestricto de esta herramienta en el balompié.
Además de esto, con la confrontación entre la AFA –Asociación de Fútbol Argentino– y Conmebol, así como las declaraciones subidas de tono de jugadores chilenos, argentinos y la desaprobación abierta de varias decisiones por parte de técnicos y figuras del fútbol suramericano, muestran que aún no se ha superado completamente el desgobierno que dejó, como daño colateral, el escándalo de corrupción que estalló hace cuatro años.
Con las heridas que deja el curso accidentado de este torneo, comienza la cuenta regresiva para la organización de la Copa América 2020, con sede en Colombia y Argentina, un certamen que, de entrada, ya tiene detractores, por tratarse de la cuarta Copa que se realizará en el continente en 5 años, algo que, según el mismo Tite, técnico campeón con Brasil, “ha ido contra la expectativa y el fervor de la gente por el torneo. Son demasiadas copas seguidas”.
En 338 días volverá a rodar la pelota entre las selecciones de la región, una nueva oportunidad de reivindicación.