Mientras su papá trabajaba en una mina y su mamá hacía lo propio con revistas, Juan Diego Vélez se dedicó a jugar fútbol.
En su natal Segovia era común acudir, a diario, a la cancha de arena del pueblo que, por esa época, ya había calmado un poco el clima de violencia que lo sacudió.
Tenía cuatro años cuando pisó una cancha y, de ahí para acá, no conoce otra pasión diferente al fútbol. Y fue gracias a este deporte que tuvo la oportunidad de progresar.
El club Estudiantil posó sus ojos sobre él. “Yo soy un jugador habilidoso, siempre fui extremo por la derecha por mi velocidad y potencia”, dice el segoviano.
Por eso, le ofrecieron una casa en Bello para que emigrara y se entrenara todos los días con esta institución. Incluso, a sus papás les dieron la posibilidad de encontrar una labor en Medellín.
Juicioso, cumplido y animado, viaja cerca de una hora en metro hasta la unidad deportiva de Belén, en donde se entrena cerca de dos horas. “Desde la cancha de arena en Segovia hasta esta sintética, todos esos pasos me pulen como jugador”.
Hoy se hizo merecedor a la cinta de capitán en el elenco sub-12, el cual participa en el Ponyfútbol como Fátima, por cuestiones de reglamento. Es la segunda vez que está en este certamen, el cual reconoce como fundamental en ese sueño de llegar al profesionalismo.
“Ya llevo tres goles en esta edición -el máximo artillero es Sebastián Girado de La Nubia (8)- y es algo que me tiene muy contento”, finaliza Juan Diego.