A simple vista los brazos de Emily son tan delicados como los de una porcelana, y cuando intenta levantar la barra de hierro pareciera que se fueran a quebrar; sin embargo, es capaz de levantar 102 kilos, en dos ejercicios, aunque solo mide 1,57 metros de estatura y 40 kilogramos de peso.
Su rostro y palabras reflejan dulzura. Pero en la tarima es otra, parece forjada en hierro y quienes la ven terminan asombrados con la capacidad de esta chica de pícara sonrisa y cabellera como un pajonal.
“Yo tan flaquita no sirvo para eso”, le dijo Emily a Adolfo Gallego, el hombre que descubrió en ella las capacidades para la halterofilia, y a quien hoy le agradece por insistirle para que aprovechara el talento innato y los genes deportivos.
Y es que su padre, Juan José, fue boxeador; su mamá, Dione Milena, voleibolista; el abuelo paterno, José Ochoa, practicó ciclismo y el materno, John Henao, fue clavadista, fisiculturista y pesista. Su hermano mayor, Juan David es actual campeón nacional de ciclismo en pista.
Decisiones acertadas
El moño azul que muestra en su cabeza hace que su cabello ensortijado luzca mejor.
Aunque refleja inocencia juvenil (tiene 14 años), el comportamiento y pensamientos la hacen ver como una mujer de más edad. Las decisiones que ha tomado dan cuenta de su carácter.
Emily Ochoa Henao tiene claro lo que quiere en la vida. Sus actos de bondad y buenos resultados la hacen avanzar con pasos firmes, los mismos que alegran e ilusionan a toda su familia.
“Lucho para ser una persona de bien, para lograr mis sueños en el deporte y también para no defraudar a mis padres”, responde, con voz dulce y entrecortada mientras evoca a sus seres queridos que muchas veces se han visto cortos de dinero para enviarla a estudiar y entrenar, pero que se esfuerzan tocando puertas para conseguir lo necesario. Quieren que su pequeña y Juan David cumplan con las obligaciones y responsabilidades.
El sacrificio de endeudarse lo hacen para dejarles una buena herencia, no material sino académica.
Aprecia el sacrificio
“Está escrito en la Biblia que los hijos son como saetas en manos de valientes, entonces uno les da la dirección adecuada para lograr el objetivo que se quiere”, relata Dione, mientras corren lágrimas por su mejilla, un sentimiento que contagia a su esposo Juan José y a Emily.
Para Juan José, quien está pagando un carro que compró a crédito y hace un año se lo robaron, es muy gratificante ver que un hijo comience a darles alegrías a la familia y al Departamento, y que los muchachos valoren el esfuerzo que hacen por ellos. “Esas semillas que sembramos con empeño y esperanza están dando sus primeros frutos”.
Ese sufrimiento que sus padres superan con coraje y perseverancia ha llevado a Emily, “a sacar más fuerzas”.
El abuelo John cuenta que cuando la observa la nota tan delicada que piensa que aún juega con muñecas: “la voluntad, ganas y deseo que posee son sus mejores aliados. Es disciplinada, atenta y arriesgada, sorprende que todo lo que se propone lo logra”.
Como modelo de revista
A esta joven pesista la llaman la “Pecosa” y la “Crespa” por sus lunares en el rostro y frondosa cabellera, apodos que aprueba sin objeción y con una tierna sonrisa.
Vive en el barrio El Picacho, al noroccidente de Medellín. A las 5:30 de la mañana se levanta para estar, dos horas después, en la Liga. Confiesa que en ocasiones le da pereza y hasta frío pararse de la cama, pero el amor por lo que hace es más fuerte. En la tarde, se va a estudiar al colegio Marco Fidel Suárez, donde rinde, aunque no tiene una materia favorita. Al terminar su octavo grado fue condecorada como Deportista ejemplar.
La joven señala que entrenar y estudiar a la par no ha sido fácil, pero en días pasados, al ser campeona departamental, se dio cuenta de que la entrega vale la pena.
Amante de las hamburguesas y pizzas, que pocas veces puede degustar por su dieta rigurosa, está feliz por su progresos. En el colegio y en el barrio ya empiezan a reconocerla. Pero ella no solo quiere brillar en el deporte. En sus planes está ser veterinaria y se estremece cuando ve un perro en la calle. Le duele que sean maltratados. “Sufren mucho -expresa con ternura- y no pueden decidir como las personas, entonces mi anhelo es tener una casa grande para atenderlos y vivir con ellos”.
Esa es otra ilusión de la dueña de Lulú, una criolla que tiene pinta de frespuder y a la que baña, peina, viste y protege como un miembro más del hogar. Si quisiera, Emily podría ser imagen de revistas de moda, como dicen algunos de sus amiguitos, pero la niña que también practicó patinaje y gimnasia halló su pasión en una especialidad ruda que le genera más satisfacción como la halterofilia.
Camino a la consagración
Después de bajarse de los patines, Emily se concentró en la gimnasia. Su padre recuerda que por los ejercicios que la niña hacía, mantenía llenas de callos las manos y se parecían a las de él, un guerrero que se bajó muy joven del cuadrilátero por petición de sus padres y que ahora maneja un carro de servicios especiales.
Aunque la pequeña mostraba flexibilidad, elasticidad y técnica sobre los aparatos, un día recibió un consejo de Adolfo Gallego, formador de pesas, que luego de verla entrenar quedó pasmado con sus cualidades.
De inmediato le recomendó que se pasara de deporte y la invitó a que se presentara a unas pruebas físicas. “Ella no tenía mucha confianza de lo que podía hacer, hasta lo pensó dos veces, pero me llené de satisfacción al verla llegar con sus padres el día de la cita”, expresa el expesista.
La sorpresa del entrenador fue mayor al notar que Emily, que en ese momento tenía 12 años, se impuso ante las demás niñas en el chequeo que incluía pruebas de salto largo, salto alto, flexiones de velitas, carreras de 30 y 400 metros.
“Vimos que tenía la fuerza ideal, por lo que en la Comisión técnica de la Liga, con Jairo Aníbal Cossio y Vladislav Sandakchiyski, aprobamos su ingreso. Su sonrisa, en ese momento, era nerviosa, no creía lo que había logrado”.
Ahí empezó el camino de las pesas esta chica de aspecto frágil, amable, dedicada y perseverante, quien es soporte perfecto de la familia que la ha mantenido segura en este deporte.
“Quiero darles alegrías a mis padres, al país, pero sobre todo ayudar a los demás para que alcancen sus sueños y puedan escalar alto como yo lo empiezo a hacer”, afirma la saeta de Dione Milena y Juan José.