Este coloso tenía que estar en la hazaña, en el momento histórico para su deporte. A los 33 años, el antioqueño Líberman Agámez entrega toda su experiencia en la Selección Colombia de voleibol, finalista en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla.
El aporte de este opuesto (rematador) resultó fundamental en la campaña, especialmente en el desenlace del juego semifinal ante el favorito Cuba, al que los anfitriones vencieron 3-2 (20/25, 25/11, 20/25, 30/28, 23/21). Anoche dirimían oro ante Puerto Rico.
Con sus 2.08 metros de estatura y potencia para pegarle al balón cualquiera pensaría que Líberman es un hombre brusco y agrio, pero en realidad es una persona afable que ha aprendido las lecciones que le ha dejado la vida: “Fui un joven indisciplinado y me arrepiento de eso. Ahora soy un tipo humilde, abierto con la gente; en este equipo todos somos importantes”.
Líberman ha tenido que luchar a brazo partido para salir adelante, desde que a los 12 años decidió ser voleibolista en el populoso barrio Obrero de Apartadó.
Habla con orgullo de su origen paisa, pero su formación atlética fue en el Valle del Cauca, a donde llegó tras irse de Antioquia por los incumplimientos de los dirigentes de la época.
El entrenador Ángelo Quiceno le tendió la mano desde Cali y a los 18 años ya estaba empacando maletas para irse a jugar a Grecia, país en el que vive actualmente con su esposa Zuly Tatiana Pérez, exnadadora sincronizada con quien tiene dos hijos (niño y niña) pequeños.
Recorrido exitoso
También ha actuado en las ligas de Turquía, Portugal y Corea del Sur, donde forjó un prestigio que lo ubica entre los mejores opuestos del mundo.
Una vez terminen los Centroamericanos se irá a Corea. Allí lo espera un nuevo reto, pues asegura que “con la ayuda de Dios y la Virgen” aún tiene por delante dos o tres temporadas en el alto rendimiento.
Agámez, que tras salir campeón en Portugal descansó 15 días y luego empezó un exigente trabajo con un entrenador personal en Grecia, llegó a los Juegos con un poco de sobrecarga, pero a media que pasaron los partidos se fue soltando y elevando su nivel. “A esto hay que ponerle corazón”, advierte.
Considera que los muchachos que integran hoy la Selección en dos o tres años podrán competir de tú a tú con los mejores. Pero recuerda para eso se requiere fogueo internacional, “un programa igual al de las mujeres que tanto han progresado”.
Entre sus sueños deportivos estaba jugar una Champions y ya lo hizo, fue semifinalista. Otro era estar en un Mundial con Colombia, algo que aún no descarta así sea como segundo entrenador del equipo, porque no aspira a ser el primero. Le gusta manejar un bajo perfil.
Mientras tanto, a pesar de su seriedad en la cancha, disfruta haciendo historia con la Tricolor como jugador.