Ocho años después de haber incursionado en la esgrima, la antioqueña Alejandra Piedrahíta alista maletas para participar en su primer campeonato mundial. Este domingo, con el resto de la delegación colombiana que está concentrada en Medellín, emprenderán su viaje a El Cairo, la capital egipcia, sede del certamen.
Consciente de la amplia ventaja que les llevan los europeos, la deportista de 17 años dice que darán lo mejor de sí: “Vamos a ganar experiencia, a aprender para contribuir al desarrollo de este deporte en el país”.
En 2017 se puso por primera vez el uniforme tricolor y de sus incursiones internacionales ya reposan en su casa una medalla de oro y una plata suramericanas, y un bronce panamericano en la categoría cadetes, todas en la modalidad de espada, su especialidad.
Siendo niña practicó gimnasia y cuenta que debido a su estatura (ahora mide 1.73 m) la sacaron. También probó su talento en natación, bádminton, atletismo y voleibol, pues su padre, Jairo (comunicador social) y su mamá, Claudia Gómez (asistente administrativa), tenían mucha cercanía con el deporte.
Pero la vida le tenía reservado un espacio en la esgrima, que surgió por la amistad de sus papás con Emmanuel Hoyos, jefe de entrenadores de la Liga regional. Con él tuvo los contactos iniciales con la espada hasta que Andrés Murillo asumió su formación para encaminarla al alto rendimiento, algo que, cuenta su padre, no era el objetivo. “Tenía 9 años, me metí a practicar y me quedé”, evoca Alejandra.
“Siempre quisimos que hiciera actividad física y conocedores de todo lo que implica estar en la élite, nunca la presionamos. Pero desde pequeña empezó a ganar y a dedicar más tiempo a esta actividad, y la apoyamos”, añade Jairo.
El respaldo fue total. Para permitirle que cumpliera con sus compromisos en el deporte la matricularon en un colegio virtual, en el que está ad portas de graduarse de once. Se considera una buena estudiante y confiesa que las materias que más disfruta son sociales, ciencias políticas e historia. Desde ya proyecta en convertirse en sicóloga.
“Uno siempre va a ver a los hijos como los mejores, pero tratando de ser objetivo –dice el orgulloso papá– debo decir que Aleja es una niña muy despierta, madura y reflexiva. Cuando estudiaba presencial participaba mucho en debates y exposiciones”.