Lo primero que se debe establecer es que no es lo mismo parapentismo deportivo que recreativo. Y por ende los riesgos y las precauciones que se deben tomar deben ser, además de extremas, apegadas a las recomendaciones de quienes saben y lo practican y de las autoridades que lo reglamenta.
Los dos más recientes casos de accidentes con desenlaces fatales, uno en el Valle del Cauca y otro, el pasado fin de semana, en San Félix, corregimiento de Bello, donde murió el estudiante de Comunicación Social, Juan David Mena, de 19 años de edad, vuelven a poner el tema en la mesa: error humano, confianza, falta de previsión, desconocimiento de las plataformas de despegue y lugares de aterrizaje, calidad del parapente, falta de información meteorológica, ausencia de supervisión...
Diez años atrás, mientras Andrea Jaramillo, hoy una de las más expertas pilotos del país en vuelos individuales y tándem (dos personas) captaba con su cámara de video los vuelos y ejercicios en tierra que un grupo de personas realizaban en el voladero de Chicamocha, Santander, su esposo, Jimmy Álvarez, perdió la vida cuando intentaba abrir su paracaídas de emergencia practicando un vuelo acrobático, una de las modalidades de competencia de este deporte, en la que apenas empezaba a encarretarse.
Para Andrea, diseñadora visual y quien se recupera de una lesión de ligamento cruzado en una de sus rodillas, producto de un mal aterrizaje cuando cumplía un vuelo tándem, al incrustársele su pierna en una raíz de un árbol, la mayoría de accidentes que se presentan tienen que ver con errores humanos, con la certificación de empresas que asumen la “enseñanza”, con la falta de conciencia al embarcarse en vuelos sin cumplir las medidas básicas y con el bajo nivel de escolaridad de muchos jóvenes que se lanzan en aventuras desconociendo normas y haciendo caso omiso a recomendaciones técnicas y condiciones de clima.